Vulvodinia: nombrar el dolor para sanar
- Maria Valsecchi Cristina
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Dolor crónico, presente durante al menos tres meses, que afecta a la vulva en general o a alguno de sus zonas, como el clítoris o el vestíbulo, no atribuible a causas infecciosas, inflamatorias, oncológicas, endocrinas, traumatismos cutáneos o lesiones de fibras nerviosas: esta es la definición de vulvodinia, una patología poco conocida que, según algunos estudios estadounidenses, afecta a entre el 3 y el 14 % de la población femenina.[1]
"Probablemente muchas más mujeres la padecen y no hablan de ello por vergüenza, porque se sienten 'mal'", afirma la ginecóloga Pina Belfiore, presidenta de la Sociedad Interdisciplinaria Italiana de Vulvología, en su intervención en el congreso anual de la Sociedad Italiana de Medicina de Género en Neurociencia (SIMeGeN). "Es una patología que puede curarse o, como mínimo, la calidad de vida de las pacientes puede mejorar significativamente con un enfoque terapéutico personalizado".
El diagnóstico correcto
El primer paso para llevar a la paciente en la dirección correcta en el camino de la recuperación es acogerla con empatía, reconociendo su sufrimiento, que también puede tener causas psicológicas pero que no es imaginario. "Hay que explicarle que su patología tiene un nombre, que no es la única que se encuentra en esta situación y, sobre todo, que puede tener esperanzas de solucionar su problema, que puede salir de él", explica la ginecóloga.
Para diagnosticar correctamente la vulvodinia es necesario, en primer lugar, realizar una historia exhaustiva: cuánto tiempo hace que apareció el dolor, si es continuo o se desencadena por algún factor ambiental, por ejemplo, por las relaciones sexuales o el contacto con la ropa interior, si es urente o punzante, si apareció por primera vez tras una infección o después de un traumatismo físico o psicológico, si la paciente sufre otras formas de dolor crónico, por ejemplo, cefaleas recurrentes o fibromialgia.
"A continuación, es necesario inspeccionar la vulva para excluir patologías o lesiones orgánicas que puedan ser responsables del dolor, localizar puntos hipersensibles y evaluar la intensidad del síntoma", explica Belfiore. "Para ello se utiliza el swab test, que se realiza ejerciendo una ligera presión sobre varios puntos de la vulva con un bastoncillo de algodón".
Una disfunción del sistema nervioso central
La vulvodinia no es una enfermedad de la vulva, sino una disfunción del sistema nervioso central, que interpreta erróneamente las señales procedentes de la periferia como señales dolorosas de otra naturaleza. "En el origen de la disfunción hay una predisposición individual, de hecho a menudo las mujeres que la padecen también están afectadas por otras formas de dolor crónico", señala la ginecóloga. "El desencadenante de la vulvodinia puede ser una infección bacteriana, una candidiasis o un acontecimiento traumático como un parto quirúrgico o un trauma psicológico".
Como no hay mecanismos inflamatorios implicados, los antiinflamatorios no sirven para tratar el problema. "Más bien, es necesario reducir la sensibilidad del sistema nervioso central. Para ello se utilizan dosis bajas de antidepresivos o antiepilépticos", explica Belfiore. "Otro tratamiento que puede ayudar, en sinergia con el farmacológico, es la rehabilitación del suelo pélvico, llevada a cabo por un profesional que debe tener experiencia específica con la vulvodinia, porque un aumento excesivo del tono del músculo elevador del ano puede empeorar la situación. También pueden ayudar la psicoterapia y la adopción de ciertas medidas higiénicas y de comportamiento, como el uso de un lubricante para las relaciones sexuales, ropa interior de algodón puro y jabones íntimos no agresivos.
“Es importante que el médico de familia al que acuda una mujer con este problema la remita a un especialista con experiencia. Para obtener orientación en la materia, se puede recurrir a la Sociedad Interdisciplinaria Italiana de Vulvología", concluye Belfiore.
Este contenido fue publicado originalmente en Univadis Italia.
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