Un estudio muestra que la respuesta inmunitaria de las vacunas de ARNm contra la COVID-19 depende de varios factores

  • Carmen Espinosa

  • Maria Baena
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El Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), con el apoyo de la Fundación Privada Daniel Bravo Andreu (FPDBA), realizó un estudio, publicado en eBiomedicine, en una cohorte de trabajadores del Hospital Clínic de Barcelona desde el inicio de la pandemia (marzo 2019), con el objetivo de determinar qué factores afectan a la respuesta inmunitaria de las vacunas basadas en el ARNm, la BNT162b2 (Pfizer/BioNTech) y ARNm-1273 (Moderna).

El estudio ha demostrado que la vacunación induce niveles altos de anticuerpos de tipo IgA e IgG contra la proteína de la espícula del SARS-CoV-2 (variante Wuhan y variantes previas a la delta) pero la respuesta es muy heterogénea entre el personal hospitalario. Las personas previamente infectadas generan niveles más altos de anticuerpos y mayor capacidad neutralizante después de recibir la vacuna, sobre todo si sufrieron una infección sintomática. ”La segunda dosis en estas personas no incrementó más los niveles de anticuerpos y, por lo tanto, nuestros resultados respaldan la decisión de administrar una sola dosis en la vacunación primaria en aquellas personas que se infectaron previamente”, explicó a Univadis España, Gemma Moncunill, líder del estudio.

Otra de las conclusiones del estudio, realizado en individuos que no habían sido previamente diagnosticados con COVID-19, y cuando todavía no circulaban las diferentes variantes de preocupación, es que la vacuna de Moderna generó niveles más altos de anticuerpos y neutralización que la vacuna de Pfizer y las personas que sufrieron efectos adversos en la vacunación generaron también niveles más altos de anticuerpos y más capacidad neutralizante. En cambio, la presencia de comorbilidades (enfermedades cardiacas y hepáticas, diabetes, enfermedades respiratorias y renales crónicas, cánceres y enfermedades autoinmunes y otros trastornos inmunológicos, que se analizaron de forma conjunta pero no por separado y el consumo de tabaco disminuían los niveles de inmunidad y neutralización del virus. 

“Por lo tanto, la decisión del número de dosis que se debe administrar debería tener en cuenta estos factores, sobre todo teniendo en cuenta la limitación en las dosis de vacunas disponibles”, indicó la inmunóloga del Instituto de Salud Global de Barcelona.

“Nuestros resultados confirman que haber pasado una infección por el SARS-CoV-2 afecta a la magnitud y calidad de respuesta a la vacuna y reduce la necesidad de recibir dosis adicionales. Más dosis no siempre aportan un beneficio, como demuestra nuestro análisis que incluye anticuerpos contra diferentes partes de la proteína de la espícula e IgA, que no se analizan habitualmente”. 

Sin embargo, el estudio no evalúa la respuesta de los linfocitos T, que como comenta la inmunóloga, tienen un papel protector importante frente la enfermedad grave, y que además permanecen durante más tiempo y reconocen mejor las diferentes variantes de SARS-CoV-2.

Vacunación personalizada

Los hallazgos del estudio apuntarían hacia una vacunación personalizada ajustada al historial médico y el estilo de vida. “El problema es que esto no es factible en la situación actual con el sistema sanitario desbordado. Además, tampoco conocemos el umbral de niveles de anticuerpos a partir del cual una persona estará protegida y este umbral es diferente frente a la enfermedad grave o a la infección y también depende de la variante”.  Como ocurre con la variante ómicron que escapa parcialmente a los anticuerpos generados por las vacunas, lo que hace necesarios niveles de anticuerpos más altos y de más calidad para estar protegidos.   

El trabajo de la Dra. Moncunill y sus colegas sugiere además cambios en las actuales pautas de vacunación primaria por lo que se recomendaría dos dosis de vacuna para fumadores o personas con comorbilidades o asintomáticos, “teniendo en cuenta que de momento no es factible medir la inmunidad a nivel individual, aunque sería lo ideal” como matizó la inmunóloga. También subrayó la necesidad de analizar la respuesta a la tercera dosis y estudiar la respuesta inmunológica híbrida con vacunación más infección o infecciones.

“No parece factible ni necesario continuar vacunando a la población a excepción de gente mayor u otros colectivos con alto riesgo de sufrir COVID-19 grave o bien que no responden bien a las vacunas”. En este sentido, empiezan a publicarse datos que indican que dos dosis de vacunas más una infección genera una buena respuesta inmune equiparable a la de una tercera dosis, sugiriendo que las personas que se ha infectado recientemente y que estaban ya vacunadas con la pauta completa, no necesitarían la tercera dosis. “Una infección refresca la inmunidad previa y puede ser aún mejor porque induce respuestas complementarias (más antígenos) a la de las vacunas y estimula la inmunidad de la mucosa”. 

Efectividad de las vacunas

Las vacunas han contribuido a evitar la enfermedad grave de la COVID-19 provocada por el virus SARS-CoV-2 y a reducir la hospitalización y la mortalidad. Sin embargo, aunque no se han hecho comparaciones directas entre todas las vacunas, se ha comprobado que la efectividad de las vacunas disminuye al cabo de pocos meses y parece que algunas como la de Janssen y AstraZeneca disminuyen más que las de Pfizer y Moderna y la reducción es más acusada en personas de más de 65 años. “Esta disminución en efectividad de todas las vacunas es sobre todo frente a la infección, pero continúan protegiendo contra la hospitalización. Pero ómicron cambió la situación porque los anticuerpos son menos efectivos contra esta variante y la transmisión es más alta. Por ello, la tercera dosis, inicialmente contemplada para grupos de alto riesgo, se recomendó para toda la población”.

La de Moderna es la vacuna que posee una inmunogenicidad más alta ante variantes del SARS-CoV-2 probablemente debido a que la dosis es más alta que la de Pfizer (100 vs 30 microgramos) y porque el intervalo de tiempo entre dosis también es mayor (4 frente a 3 semanas) y en muchos casos espaciar el tiempo entre vacunas genera una respuesta mejor, como explicó la especialista.

Final de la pandemia

En cuanto a ver el final de la pandemia, la Dra. Moncunill recordó el papel trascendental de las vacunas “que ha permitido que esta última ola sea menos grave. Pero aún falta para llegar a una situación de control. Esta ola ha demostrado que todavía no estamos en esta fase ya que el sistema sanitario se ha saturado y desbordado una vez más y no hay protocolos bien establecidos que permitan controlar la aparición de nuevas variantes y futuras olas”. Además, advirtió la necesidad de que la vacuna llegue a países de renta baja para reducir la transmisión y la aparición de nuevas variantes.

Para finalizar, respecto al paso de la COVID-19 a enfermedad endémica, la inmunóloga aclaró que aunque la vacunación es clave, no es suficiente y hay que considerar la situación mundial. “Los medicamentos para tratar la COVID-19 que esperamos que estén disponibles este año, y los tests rápidos e intervenciones no farmacéuticas (mascarillas, ventilación, etc.) son muy importantes para un buen control de la transmisión. Hay que llegar a una situación de control en que no se desborde el sistema sanitario con futuras olas y sobre todo hay que aceptar que el SARS-CoV-2 seguirá causando hospitalizaciones y muertes, la cuestión es: ¿cuál es la mortalidad que consideramos aceptable en nuestra sociedad?”, concluyó.