¿Sufren dolor crónico a largo plazo las supervivientes al cáncer de mama?

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En un nuevo estudio se ha descubierto que el 42 % de las supervivientes de cáncer de mama que participaron en el estudio durante 5 años tras el diagnóstico de la enfermedad sufren dolor crónico, que es una causa conocida de una peor calidad de vida. La calidad de vida es de vital importancia para las supervivientes de cáncer de mama que cada vez viven más tiempo. La tasa de supervivencia global de este tipo de cáncer a los 5 años es del 82-90 %.

Dada la elevada prevalencia del dolor, los profesionales de atención primaria y los especialistas deben preguntar a sus pacientes sobre el dolor y conocer los factores de riesgo para asesorarlas sobre las formas de reducirlo. Este nuevo estudio muestra cómo hacerlo. Las pacientes de esta investigación formaban parte de un estudio longitudinal, que comenzó en 2004, conocido como el Shanghai Breast Cancer Survival Study y rellenaron un cuestionario sobre el dolor que incluía los factores clínicos, las comorbilidades y los factores del estilo de vida 5 años después del diagnóstico.

Un total del 42 % de las 3.640 participantes notificó dolor en la semana anterior a la encuesta. La mayoría (71,5 %) sufría dolor leve, pero el 28,4 % notificó dolor moderado o intenso. La categoría de dolor intenso se unió más tarde con la categoría de dolor moderado, porque afectaba a <1 % de las encuestadas. Cuando se les preguntó sobre la frecuencia, el 55,7 % de las supervivientes afirmó que su dolor era frecuente, es decir, duraba de 4 a 7 días de la semana; el resto afirmó que era menos frecuente (duraba de 1 a 3 días de la semana).

Las que notificaron que no sufrían ningún dolor eran, en general, más jóvenes, tenían ingresos y niveles educativos más altos, y presentaban menos probabilidades de sufrir metástasis o recurrencia.

De forma sorprendente, el estadio del cáncer, la cirugía, el tratamiento con tamoxifeno, la inmunoterapia y la radioterapia no se asociaron de forma significativa con el dolor.

Un factor de riesgo importante de dolor moderado fue la metástasis o la recurrencia, que aumentaron a más del doble la probabilidad de dolor moderado (odds ratio [OR]: 2,17; intervalo de confianza del 95 % [IC 95 del %]: 1,45-3,26) y casi duplicaron la frecuencia del dolor a elevada (OR: 1,92; IC del 95 %: 1,37-2,70).

Otros factores de riesgo fueron diversas comorbilidades, como osteoporosis, fractura ósea y depresión. La osteoporosis, por ejemplo, aumentó la probabilidad de dolor moderado a más del triple en comparación con la ausencia de osteoporosis (OR: 3,12; IC del 95 %: 2,37-4,14), con una frecuencia elevada (OR: 2,45; IC del 95 %: 1,94-3,10). El número de comorbilidades también era un factor de riesgo: las pacientes con el mayor número de comorbilidades (≥4) presentaban un aumento de la probabilidad de dolor moderado en torno a 6 veces mayor (OR: 6,16; IC del 95 %: 3,34-11,37), con una frecuencia elevada (OR: 5,39; IC del 95 %: 3,50-8,29). Las comorbilidades también incluían hipertensión arterial, diabetes y enfermedad gastrointestinal.

Finalmente, un conjunto de factores de riesgo consistía en presentar sobrepeso u obesidad. Específicamente, el sobrepeso aumentó la probabilidad de dolor moderado en un 30 % (OR: 1,30; IC del 95 %: 1,01-1,68) en comparación con el peso normal y la obesidad duplicó la probabilidad de dolor moderado (OR: 2,01; IC del 95 %: 1,47-2,75).

El factor de protección más importante fue la “actividad física sistemática”. Este descriptor hace referencia a cumplir las directrices federales estadounidenses sobre ejercicio de ≥7,5 equivalentes metabólicos hora/semana. La actividad física sistemática redujo la probabilidad de dolor moderado en un 35 % (OR: 0,65; IC del 95 %: 0,49-0,88).

No se encontraron otros factores protectores. Beber té, así como tomar complementos vitamínicos o de ginseng, no protegió contra el dolor leve ni moderado de ninguna frecuencia.

En resumen, se observó que el dolor tenía una prevalencia elevada entre las supervivientes al cáncer de mama a los 5 años. Las metástasis, la recurrencia, las comorbilidades y la obesidad se relacionaron de forma positiva con la prevalencia y la intensidad del dolor. El ejercicio fue el único factor de protección vinculado a la reducción del dolor.