¿Son las siestas buenas para la salud?

  • Paolo Spriano
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El sueño no es solo un estado fisiológico de descanso y relajación, sino también un indicador del estado de salud de una persona. La duración del sueño es un parámetro que se relaciona de forma no lineal con la salud, y la duración insuficiente o excesiva del sueño se asocia a diversas patologías y enfermedades crónicas como la obesidad, la hipertensión, la diabetes, el síndrome metabólico, la depresión y otros trastornos psiquiátricos.[1

Las enfermedades cardiovasculares son una de las principales causas de morbilidad y mortalidad a nivel mundial y su prevención es una prioridad en la práctica de los médicos en general. El sueño, al igual que la dieta, el tabaquismo y el ejercicio, puede desempeñar un papel decisivo en la definición del riesgo cardiovascular. Esto se ha demostrado para el sueño nocturno, pero algunas pruebas sugieren que también existen fuertes vínculos con el sueño diurno (siesta). 

Duración del sueño nocturno y estado de salud

La duración del sueño nocturno ha mostrado una relación compleja y no lineal con el estado de salud de un individuo. Las personas que duermen entre seis y siete horas por noche tienen menos probabilidades de morir de un infarto de miocardio o un ictus que las que duermen tanto menos tiempo como más.[2] Un metanálisis de estudios prospectivos relacionó tanto la duración corta del sueño (riesgo relativo [RR] 1,48) como la duración larga del sueño (RR 1,38) con un mayor riesgo de cardiopatía coronaria.[3] Otros estudios muestran un mayor riesgo de cardiopatía coronaria solo en el "sueño corto" en comparación con el "sueño largo", en el que el riesgo no se confirma.[4] Por el contrario, hay resultados favorables a la hipótesis de que no es el sueño corto sino el largo el que aumenta el riesgo de mortalidad cardiovascular.[5]

La siesta postprandial es una práctica habitual en distintas partes del mundo, como los países mediterráneos, y es particularmente común en quienes necesitan recuperarse de los efectos deletéreos de un sueño insuficiente. Sin embargo, todavía no se conoce bien la relación entre la siesta y el estado de salud. Pruebas recientes apoyan una mejor comprensión del sueño diurno y su duración como mediador del estado de salud. 

Siesta y probabilidad de hipertensión arterial

Un estudio reciente[6] realizado en una población mediterránea demostró que quienes dormían siestas largas tenían un índice de masa corporal más elevado y una mayor probabilidad de padecer síndrome metabólico que quienes no las dormían. Por el contrario, los que hacían siestas cortas postprandiales tenían menos probabilidades de presentar una presión arterial sistólica elevada. 

Ciertos aspectos del estilo de vida parecían mediar en la asociación entre una siesta prolongada y las alteraciones metabólicas. En concreto, los retrasos en los planes de sueño y alimentación nocturnos y una mayor ingesta energética en el almuerzo (la comida que precede a la siesta vespertina) mediaron la asociación entre un mayor índice de masa corporal y las siestas largas en un 8 %, 4 % y 5 %, respectivamente (p < 0,05). El lugar donde se duerme la siesta también es significativo. La cama, en comparación con el sofá o el sillón, mostró una mayor tendencia a mediar en la asociación entre siestas largas y mayor presión arterial sistólica.

Siestas y riesgo de fibrilación auricular

La duración de la siesta marca la diferencia como mediador de la salud, y este hallazgo se desprende de un estudio presentado en el reciente congreso de la Asociación Europea de Cardiología Preventiva 2023,[7] en el que se analizó la relación entre las siestas diurnas y el riesgo de fibrilación auricular en una población de 20.348 participantes con una edad media de 38 años y un 61 % de mujeres. Los participantes se dividieron en tres grupos según la duración media de la siesta diaria al inicio del estudio: ninguna, < 30 minutos y > 30 minutos. 

Las siestas diurnas cortas se definieron como las que duraban menos de 30 minutos. Los nuevos diagnósticos de fibrilación auricular fueron inicialmente autoinformados y posteriormente confirmados por un panel de expertos cardiólogos. Durante una mediana de seguimiento de 13,8 años, 131 participantes desarrollaron fibrilación auricular. En comparación con los que dormían siestas diurnas cortas, los que dormían más de 30 minutos al día tenían casi el doble de riesgo de desarrollar fibrilación auricular (cociente de riesgos [CRI] 1,90). 

En comparación con los que dormían una siesta > 30 minutos al día, los que dormían una siesta < 15 minutos tenían un 42 % menos de riesgo de desarrollar fibrilación auricular (CRI 0,58; IC 9 5% 0,35-0,95), mientras que los que dormían una siesta de 15 a 30 minutos tenían un 56 % menos de riesgo (CRI 0,44; IC 95 % 0,27-0,72): resultados que sugieren una duración óptima de la siesta de 15 a 30 minutos.

Conclusiones

Uno de los problemas críticos de la investigación sobre este tema está relacionado con la fiabilidad de la duración del sueño autodeclarada, que generalmente corresponde al tiempo total pasado en la cama, que es diferente de la duración fisiológica real del sueño. Además, el tiempo óptimo de sueño puede depender de factores constitucionales y genéticos que determinan una amplia variabilidad óptima individual. Por lo tanto, la estratificación del riesgo utilizando únicamente la duración del sueño tiene limitaciones inherentes en la evaluación que podrían mejorarse combinando los datos de duración con los de calidad del sueño,[4] entendiendo que las personas con sueño nocturno alterado deben evitar confiar en las siestas diurnas para compensar el déficit.[7] En los casos en que los pacientes solicitan asesoramiento médico, se recomiendan las siestas diurnas cortas como buenos mediadores del estado de salud.[6]

Este contenido fue publicado originalmente en Univadis Italia.