Sexo en la vejez: porque “nada va bien”
- Dr. Thomas Kron
- Maria Baena
- Noticias
En nuestra sociedad “antienvejecimiento” existe la idea errónea de que el sexo es algo que solo pueden tener y disfrutar las personas que aún no tienen prótesis o implantes dentales o que necesitan ayuda para caminar. A partir de cierta edad según el supuesto erróneo: "rien ne vas plus" (nada va bien). Pero no es cierto tal y como lo demuestra no solo la experiencia vital, sino también un estudio estadounidense publicado en 2007. En este estudio, Stacy Tessler Lindau, profesora de Ginecología y Obstetricia y Geriatría de la Universidad de Chicago, realizó una encuesta a más de 3.000 adultos mayores sobre el sexo. El resultado: el 53 % de los participantes de entre 65 y 74 años había tenido, según sus propias declaraciones, relaciones sexuales al menos una vez en el año anterior. En el grupo de edad de 75 a 85 años, la cifra era del 26 %. En el grupo comprendido entre los 57 y 64 años, el 73 % dijo haber tenido relaciones sexuales al menos una vez en los 12 meses anteriores. Según el estudio, la frecuencia está disminuyendo, pero el sexo sigue desempeñando un papel importante incluso en la vida de las personas mayores.
El deseo de intimidad se mantiene
La sexualidad es un componente importante del "envejecimiento exitoso", descuidado hasta ahora, criticó la Dra. Annette Ciurea, geriatra del Hospital Stadtspital Waid de Zúrich en su conferencia magistral "Sexualidad en la vejez: ¿Rien ne vas plus?" celebrada durante el congreso anual de la Sociedad Alemana de Geriatría en 2019. Según Ciurea, el estudio berlinés sobre el envejecimiento (BASE) ha observado que la actividad sexual disminuye en la vejez, pero que el deseo de intimidad se mantiene. No se trata solo del acto sexual en sí, sino sobre todo de la necesidad de cariño y de contacto.
David y Anne tienen ya más de 80 años y recientemente declararon a Maggie Jones (Universidad de Pittsburgh) para un artículo del New York Times Magazine que “el sexo en esta etapa de la vida es mejor que nunca”. Las relaciones sexuales, según la pareja, son más relajadas que a los 20 y 30 años, cuando tenían más responsabilidades y poco tiempo. "Pero, hemos tenido que esforzarnos para conseguirlo", concluyeron.
Pero, ¿qué se interpone a la relaciones sexuales en la vejez?: la enfermedad, la moral, el estigma…
Una de las razones que dificulta mantener relaciones sexuales son los numerosos obstáculos que tienen que superar los ancianos si quieren intercambiar afecto y tener relaciones sexuales. Entre ellos se encuentran, sobre todo, las enfermedades y los cambios orgánicos relacionados con la edad, tal y como informa un equipo dirigido por la Dra. Birgitta Sträter profesora de la Universidad Católica de Ciencias Aplicadas de Renania del Norte-Westfalia (Departamento de Colonia). En los hombres se producen cambios estructurales del pene con una reducción de las fibras elásticas, del colágeno y los músculos lisos. Además, disminuye la sensibilidad del pene lo que puede ser una causa de disfunción eréctil en algunos hombres que por lo demás están sanos desde el punto de vista somático. Otros motivos son los carcinomas de próstata y su tratamiento quirúrgico.
En las mujeres, según Sträter y sus coautores, "la menopausia es una fase de la vida que conlleva cambios físicos duraderos que pueden provocar un deterioro de la salud sexual". Las principales causas son las consecuencias derivadas de la reducción de los niveles de estrógenos, como la sequedad vaginal. Otras posibles causas son la debilidad del suelo pélvico, la incontinencia urinaria, los cistoceles, los rectoceles, los enteroceles y el prolapso vaginal o uterino. Además, las histerectomías y el cáncer de ovario pueden provocar disfunciones sexuales.
En ambos sexos, las enfermedades sistémicas pueden afectar al funcionamiento sexual, como la diabetes mellitus, la hipertensión, las enfermedades cardiacas, las enfermedades pulmonares, el dolor crónico y las enfermedades neurológicas como la epilepsia, la enfermedad de Parkinson, la esclerosis múltiple y la demencia. Además, los antidepresivos y neurolépticos pueden reducir la libido.
Las personas mayores también se enfrentan a obstáculos fruto del estigma. Según Sträter y sus coautores, es posible que los ancianos no se atrevan a vivir y hablar de su sexualidad porque a menudo se sugiere que la sexualidad ya no desempeña un papel en la vejez. Algunos factores que pueden influir son, entre otros, la estructura social y el sistema de valores (normas morales) de la cultura.
Además, esta actitud negativa hacia el sexo entre personas mayores se ve fomantada por "los medios de comunicación que sugieren que las personas mayores son asexualesy frágiles". Las personas mayores se ven a menudo reducidas a trastornos cognitivos, con las demencias a la cabeza. Las conductas sexualizadas debidas a comportamientos desinhibidos conducen incluso a la opinión generalizada de que "las personas mayores solo manifiestan sus necesidades sexuales debido a la enfermedad".
Otro gran obstáculo es el llamado estigma institucional. Según Maggie Jones, algunos terapeutas de pareja y también muchos médicos de atención primaria no abordan el tema del sexo con sus pacientes mayores. Además, según varios estudios, solo un pequeño porcentaje de pacientes se atreve a sacar el tema en consulta. Uno de ellos, por ejemplo, demostró que "solo el 5 % de las mujeres mayores saca el tema de su salud sexual, en cambio, el 20 % informa de problemas cuando el médico de atención primaria pregunta explícitamente al respecto". Otro estudio demostró que un 75 % de las mujeres encuestadas querrían poder tener esta conversación y, si fuera necesario, una terapia para sus problemas de salud sexual, pero solo el 55 % pudo hablar del tema.
Residencias de ancianos
Un problema especialmente grave se produce cuando los ancianos viven en una residencia. Porque si bien la sexualidad puede vivirse entre cuatro paredes, en las residencias de ancianos hay considerables restricciones. Desgraciadamente, el contacto físico de muchos pacientes en las residencias geriátricas se limita sobre todo a la higiene personal y la alimentación, criticó Ciurea. Los residentes están privados de su intimidad y, por lo tanto, de la sexualidad, explicaron también Sträter y sus colegas. Incluso las parejas que se mudan juntas a una residencia suelen estar separadas espacialmente sin que tenga en consideración la pérdida del contacto físico. Además, el personal de estas instituciones sigue sin estar suficientemente informado sobre la salud sexual de las personas mayores.
Los ancianos en las residencias tienen gran dificultad para alcanzar una vida íntima plena, especialmente aquellos con demencia. Estos pacientes son más susceptibles de sufrir agresiones sexuales y a veces se comportan de forma inapropiada, como aquellos con demencia frontotemporal. "Son pocas las comunidades de ancianos que ofrecen mucha -o ninguna- información sexual a los residentes o formación al personal", escribe Maggie Jones. Por ejemplo, cuenta que una educadora sexual le habló en una ocasión de una mujer mayor que acudió a un centro de mayores en busca de información sobre sexo y envejecimiento. No pudo buscarla en internet ya que la palabra "sexo" estaba bloqueada. Tal vez sea para evitar que los ancianos visiten páginas web pornográficas. Posiblemente, la moral sea lo primero después de todo, y luego, quizás, todo lo demás necesario para una vida plena y saludable.
Este contenido fue publicado originalmente en Univadis Alemania, parte de la Red Profesional de Medscape.
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