Señales de vida

  • Dr. Miguel Álvarez Deza
  • Editorial
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La gestión de la COVID-19 en las residencias de mayores ha originado 106 procesos judiciales activos por el fallecimiento de más de 35.000 mayores en los centros durante la pandemia. Madrid es la comunidad autónoma donde fallecieron más mayores, seguida por Cataluña, Castilla y León y Castilla-La Mancha. En marzo y mayo de 2020, murieron 7.291 personas mayores en las residencias de Madrid sin ser trasladadas a un hospital.

Después de tres años ha comenzado el juicio por estos fallecimientos en el que el ex-consejero de Políticas Sociales de Madrid remarcó ante el juez que el llamado Protocolo de la Vergüenza introdujo como requisito para la derivación hospitalaria “no el grado de enfermedad del residente, sino su grado de dependencia”. Destacó que los geriátricos no fueron medicalizados, que los enfermos no fueron atendidos en hospitales privados, salvo que tuvieran un seguro privado, y que tampoco fueron trasladados al hospital de campaña del Ifema. Su testimonio dejó claro que ni los residentes fueron trasladados al hospital, ni se les atendió en los centros donde vivían, ni se utilizaron las alternativas que existían para darles un tratamiento médico adecuado.

Cada fallecimiento en una residencia de mayores concebida como puro negocio es la demostración del fracaso de un modelo económico y político de convivencia.

Las residencias, tal y como las conocemos, no han evolucionado tanto desde sus orígenes. Aparecieron en España, más o menos a principios de los años 70, cuando la esperanza de vida era menor que la actual, y eran claramente un sustituto del hogar.

Hoy en día, los residentes con grado tres de dependencia (aquellos que necesitan ayuda casi total para la realización de las actividades de la vida diaria), también son enfermos, no necesariamente graves, pero sí con mucha carga de enfermedad y polimedicados. Y esto no ha evolucionado, es decir, ha cambiado el perfil de usuario, pero la estructura no se ha adaptado.

Un aspecto muy importante es que dentro del sector residencial hay 8 grandes grupos o fondos de inversión con intereses financieros, que se encuentran en dicho sector más como negocio inmobiliario que como negocio social. Esto es un problema añadido porque cualquier reforma que se quiera hacer en este sector tendrá que enfrentarse a estos poderes.

Tras ingresar en una residencia es probable que el nivel de dependencia de estas personas mayores vaya aumentando con los años, pero lo que es necesario asegurar es su calidad de vida hasta el final. No se trata de medicalizar la vida, pero sí hay que mejorar la presencia de la atención primaria en ellas, no pretender un inalcanzable riesgo cero, sino de hacer posible que valga la pena vivir, y vivir bien, hasta el final.

Debemos avanzar hacia una visión amplia e integral de la atención a las personas, especialmente las más vulnerables, rompiendo con la fragmentación clásica entre servicios sanitarios y sociales y avanzando en definitiva hacia la integración social y sanitaria. El modelo de atención sanitaria en residencias se debe reformular para garantizar en todo momento un acceso rápido y adecuado a los servicios sanitarios ante cualquier situación de compromiso clínico.

Más allá de la atención sanitaria a las residencias, es necesario cambiar el modelo de cuidados de larga duración hacia un modelo de base comunitaria y domiciliaria centrado en la persona y con un mayor protagonismo de los servicios domiciliarios que de los servicios residenciales.

En definitiva, un sistema más comunitario que residencial,; más de servicios que de edificios,; de más proximidad y menos burocracia y, sobre todo, con mucha agilidad en la continuidad de los cuidados.

Lo que está claro es que el modelo de grandes residencias alejadas de los centros urbanos, con muchas camas, jardines y bonitas vistas a las que no accede ninguna visita habitual, está obsoleto.

Hemos aprendido muchas lecciones durante la pandemia. Y hemos imaginado muchas soluciones. Ahora solo queda ponerlas en marcha y garantizar su continuidad.

“Si se llevasen el miedo.Y nos dejasen lo bailado.Quizá, llegar a viejo.Sería más llevadero… (Llegar a viejo, J.M.Serrat).

El Dr. Miguel Álvarez Deza es especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública.