Salud e inteligencia artificial

  • Dr. Miguel Álvarez Deza
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A estas alturas conocemos muchas definiciones de inteligencia artificial, pero hay una que es concisa y útil, utilizada por el Parlamento Europeo y que dice que la inteligencia artificial “es la capacidad de un programa informático para realizar tareas o procesos de razonamiento que generalmente se asocian con la inteligencia de un ser humano.” 

Sencilla, pero al mismo tiempo, de una gran complejidad y en ella precisamente radica la afirmación de que no podrá sustituirnos, pero sí ayudarnos a obtener mejores resultados en la atención médica y en la productividad y la eficiencia de los procesos dirigidos a la prestación de cuidados y servicios sanitarios.

Mantenemos aún un modelo biologicista que inspira a la actual atención sanitaria hiperfragmentada: primando la enfermedad antes que la salud; el episodio sobre la biografía; la curación antes que la prevención o al órgano antes que a la persona.

Los sistemas sanitarios de todo el mundo son herederos de un modelo que no solo no sirve ya para atender una población envejecida, con pluripatologías y que no deja de crecer, sino que la superposición de enfermedades infectocontagiosas, antiguas y nuevas, sobre las enfermedades crónicas confluyendo en una misma persona, nos puede llevar a escenarios desconocidos hasta la fecha, como hemos comprobado durante la crisis de la COVID-19.

La inteligencia artificial aún despierta recelos tanto en la población como en los profesionales sanitarios. Pero no solo los profesionales van a ser subsidiarios de utilizar herramientas basadas en la inteligencia artificial, sino que con el tiempo los propios pacientes podrán usar una gran variedad de tecnologías con estas herramientas para cuidarse a sí mismos, al igual que manejan muchos otros aspectos de sus vidas hoy en día.

Una de las mayores barreras en el desarrollo y aplicación de las tecnologías de inteligencia artificial en el Sistema Nacional de Salud sigue siendo la limitación en el acceso a la información, ya que sin ella estas tecnologías no pueden ser desarrolladas. En muchas ocasiones, la información no está centralizada, ni estandarizada, ni integrada, ni compartida.

Los sistemas de inteligencia artificial serán una herramienta imprescindible en la que apoyarse para mejorar. Los profesionales sanitarios se adaptarán y cambiarán, pero seguirán siendo imprescindibles para tratar al paciente como una persona completa. Porque, en realidad, la enfermedad siempre tiene un componente subjetivo que no podrá ser curado simplemente por una intervención tecnológica independientemente de su contexto humano. Las personas seguirán estando presentes en las consultas y los hospitales y en ningún momento serán sustituidas por máquinas. Sabemos que el factor humano del profesional sanitario es esencial y primordial en la satisfacción y confianza ofrecida al paciente.

El primer principio ético que ha de inspirar el avance en el desarrollo de la inteligencia artificial es el principio de la dignidad humana, que implica que tienen que existir límites legales para evitar que las personas crean que están tratando con seres humanos, cuando en realidad están tratando con algoritmos y máquinas inteligentes. Este principio de dignidad se completa con el principio de autonomía, el cual implica la libertad del ser humano. Por lo tanto, todas las tecnologías autónomas deben respetar la capacidad humana de elegir si quieren delegarles determinadas decisiones o acciones, cuándo y cómo hacerlo.

Ambos principios convergen en otro principio esencial en el ámbito de la inteligencia artificial como es el del mínimo control humano. Que ya está recogido a través de la regulación jurídica de la protección de datos de carácter personal. Se trata del derecho de oposición a las decisiones adoptadas de manera meramente automatizada.

La inteligencia artificial es una tecnología que ofrece numerosas ventajas a todos, ciudadanos, empresas y a la sociedad en su conjunto, siempre y cuando sea antropocéntrica, ética, sostenible y respete los derechos fundamentales. Por lo que su diseño y programación no debe coaccionar, engañar o manipular o dirigir a los seres humanos.

La inteligencia artificial se puede utilizar en diversos campos como la asistencia sanitaria, la investigación y desarrollo de medicamentos, la gestión y planificación de sistemas sanitarios así como en salud pública y vigilancia epidemiológica.

La toma de decisiones y la atención médica están cada vez más respaldadas por sistemas expertos y robóticos que ayudan en la gestión de registros, el diagnóstico, la planificación del tratamiento y la realización de intervenciones. Los cuidados sociales y domiciliarios se transforman de forma similar gracias a la introducción de sistemas de control y gestión a distancia.

Los sistemas de inteligencia artificial deben ser concebidos, diseñados e implementados para servir y proteger a los seres humanos y el medio ambiente en el que viven.

“Hay quien sueña con olimpos donde no entre el mal de aurora. Y quien sueña con androides más allá del bien y el mal…” (Giraluna. L.E. Aute).

El Dr. Miguel Álvarez Deza es especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública.