Síndrome postrombótico: ¿cómo diagnosticar, cómo tratar?

  • Dr. med.Thomas Kron
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Meses o años después de una trombosis venosa profunda los pacientes pueden desarrollar un síndrome postrombótico. Este trastorno, relativamente frecuente, puede tener graves consecuencias y afectar significativamente a la calidad de vida. Además del impacto en los pacientes afectados, el síndrome también tiene una gran importancia para la economía sanitaria. La dermatóloga, la Dra. Birgit Kahle de la Clínica Universitaria de Schleswig-Holstein (Campus de Lübeck) explica la génesis, el diagnóstico y el tratamiento de esta heterogénea enfermedad.

Según Kahle, el prerrequisito patogénico del síndrome postrombótico es, por definición, la trombosis venosa profunda. La incidencia de la trombosis venosa profunda es de 0,2 a 3 por cada 1.000 pacientes/año. No obstante, no todos los pacientes con trombosis venosa profunda sufren un síndrome postrombótico. Sin embargo, según los datos de la literatura, hasta el 70 % se ven afectados. La incidencia de formas graves de síndrome postrombótico es del 5 al 7 %.

Según las guías de la Sociedad Europea de Cirugía Vascular los factores de riesgo conocidos del síndrome postrombótico son la edad avanzada, la obesidad, los antecedentes de trombosis venosa profunda ipsilateral, la trombosis venosa profunda proximal, la insuficiencia venosa primaria preexistente y una anticoagulación inadecuada durante los tres primeros meses de tratamiento.

Las víctimas de accidentes corren un riesgo especial: la incidencia de complicaciones tromboembólicas se eleva a casi al 9 %, lo que significa que también tienen más probabilidades de sufrir un síndrome postrombótico, explica un equipo de autores dirigido por el doctor Uwe Wahl (Berufsgenossenschaftliche Kliniken Bergmannstrost de Halle/Saale) en la revista Trauma und Berufskrankheit. Las víctimas de accidentes con fracturas de pelvis y piernas, lesiones cerebrales o de la columna vertebral deben considerarse como pacientes de alto riesgo. En caso de inmovilización prolongada o si no puede administrarse profilaxis antitrombótica por alto riesgo de hemorragia, puede producirse trombosis hasta en casi el 60 % de los casos.

Según Kahle, los síntomas típicos del síndrome postrombótico son sensación de pesadez y tensión, picor, calambres y dolor. La claudicación venosa se describe como un "dolor punzante" al caminar, que disminuye al elevar la pierna afectada.

Los hallazgos típicos son fedema, varices, flebectasia y los cambios cutáneos típicos de la insuficiencia venosa crónica avanzada. Dado que el curso de la enfermedad es crónico y que los síntomas pueden evolucionar de forma progresiva, pero también regresiva, resulta útil clasificar el síndrome postrombótico por estadios. La siguiente clasificación establece tres estadios:

  1. Síndrome postrombótico precoz en fase de recanalización y colateralización.
  2. Síndrome postrombótico que se mantiene estable durante años.
  3. Al cabo de los años, en caso de descompensación, síndrome postrombótico tardío.

Según Kahle la puntuación de Villalta, que registra las quejas subjetivas y los síntomas clínicos del síndrome postrombótico, es útil para la práctica clínica diaria. También puede utilizarse la puntuación de gravedad clínica venosa.

Según la autora puede ser necesaria la realización de pruebas complementarias para determinar la situación hemodinámica. La pletismografía puede ser útil para valorar la evolución de la enfermedad o para determinar si un paciente podría beneficiarse o no de la cirugía.

Sin embargo, el diagnóstico por imagen sigue siendo fundamental. La ecografía dúplex es el método de elección. En casos concretos también puede ser necesaria una resonancia magnética o una tomografía computarizada.

Dado que la curación no es posible, el tratamiento tiene como objetivo aliviar los síntomas y evitar la progresión de la enfermedad. Las opciones terapéuticas son principalmente el tratamiento conservador con compresión y fisioterapia, seguida de la recanalización endovascular con angioplastia con stent y cirugía de bypass abierto.

En primer lugar, deben agotarse todas las opciones terapéuticas conservadoras, explica la dermatóloga. Una duración individualizada del tratamiento de compresión tras una trombosis venosa profunda ha demostrado su eficacia. Esto significa que la duración y la intensidad deben adaptarse al paciente. En este contexto, cabe mencionar también los modernos sistemas de compresión adaptables que son fáciles de poner y ajustar. Si los síntomas del síndrome postrombótico persisten bajo tratamiento conservador con un deterioro significativo de la calidad de vida, debe considerarse la cirugía, principalmente la recanalización endovascular. Las obstrucciones persistentes en el síndrome postrombótico pueden presentarse con o sin afectación de la vena femoral común. Esta distinción es relevante para el tratamiento. Los pacientes del primer grupo podrían ser tratados con tratamiento endovascular, mientras que los pacientes del segundo grupo podrían requerir un procedimiento híbrido.

Para el tratamiento de las úlceras venosas de la pierna en el síndrome postrombótico puede ser útil la eliminación selectiva de varices o venas perforantes que sean hemodinámicamente relevantes para la úlcera. La escleroterapia con espuma bajo control ecográfico reviste especial importancia, concluye Kahle.

Este contenido fue  publicado originalmente en Univadis Alemania.