Síndrome del impostor: un riesgo para médicos jóvenes y mayores

  • Paolo Spriano
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Sentir que te faltan competencias en un sistema cambiante es una experiencia vivida por muchos médicos desde el inicio de la pandemia. 

La COVID-19 ha impuesto retos imprevistos a los profesionales y sistemas sanitarios al representar el impulso de un cambio forzado en la organización profesional de los médicos, en su relación con los pacientes y en sus expectativas más o menos realistas sobre su papel. Una mezcla capaz de generar altos índices de frustración y malestar tanto en los médicos veteranos como en los jóvenes. Todo ello amplificado por una transición generacional en la profesión acelerada por el virus, no gestionada por los responsables y sufrida por médicos y pacientes.

El síndrome del impostor es un constructo psicológico caracterizado por la creencia persistente de que el éxito propio es inmerecido y no se debe al esfuerzo, la competencia y la habilidad personales. Se trata de un fenómeno frecuente entre los médicos por diversos motivos, entre ellos el desgaste profesional. Estudios recientes han contribuido a definir mejor sus dimensiones, características y posibles medios para contrarrestarlo.[1]

Los médicos y el burnout

Se sabe que el desgaste profesional (o burnout) entre los médicos se atribuye principalmente a problemas relacionados con el entorno de trabajo, más que a nuevas normativas o funciones profesionales y a aspectos de la cultura rápidamente cambiante de la medicina, aspectos que contribuyen al malestar que experimenta cada médico.

Estas dimensiones están bien caracterizadas e incluyen estereotipos según los cuales los médicos deben ser impermeables a las limitaciones humanas normales (es decir, sobrehumanas), el trabajo siempre debe ser "lo primero" y buscar ayuda se percibe como un signo de debilidad. Esto lleva a muchos médicos a niveles de sacrificio poco saludables, con jornadas laborales excesivas, ansiedad por no poder hacer algo que beneficiaría a sus pacientes y priorización del trabajo sobre la salud persona.[1] Estos aspectos describen un escenario asistencial bien conocido y vivido directamente por muchos médicos hospitalarios y generalistas.

El fenómeno del impostor

El fenómeno del impostor describe una experiencia psicológica de fraude intelectual y profesional. Los individuos que lo sufren creen que los demás tienen percepciones exageradas de sus capacidades y temen ser evaluados. Este miedo existe a pesar de las continuas pruebas de éxito. Estas personas también ignoran los elogios, son muy autocríticas y atribuyen sus logros a factores externos como la suerte, el trabajo duro o los recursos interpersonales, en lugar de a sus propias cualidades como la capacidad, la inteligencia o la destreza.

El fenómeno del impostor es común tanto en hombres como en mujeres, algunos estudios sugieren una mayor prevalencia en el género femenino. Estudios realizados en diversos campos han demostrado que el fenómeno puede estructurarse en el individuo como un verdadero síndrome asociado a consecuencias tanto personales (por ejemplo, escaso bienestar emocional, problemas de integración trabajo-vida privada, ansiedad, depresión, suicidio) como profesionales (por ejemplo, deterioro del rendimiento laboral, agotamiento profesional)[2] Los estudiantes de medicina parecen estar más expuestos, con evidencias del fenómeno en más de uno de cada cuatro estudiantes, y en aquellos que lo padecen el riesgo de burnout es mayor.[3]

Síndrome del impostor

El síndrome del impostor se caracteriza por sentimientos de inseguridad, inadecuación y no merecer los propios logros a pesar de las pruebas que muestran los contrario. El síndrome del impostor no es un diagnóstico psiquiátrico formal y puede clasificarse en cinco subtipos:[4]

Perfeccionista: experimenta inseguridad generada por metas autoimpuestas e inalcanzables.

Experto: siente que carece de conocimientos suficientes.

Superhombre/mujer: asume cargas de trabajo excesivas solo para sentirse bien entre sus compañeros.

Genio natural: se avergüenza cuando le cuesta desarrollar una habilidad.

Solitario: cree que pedir ayuda es un signo de debilidad.

Factores de riesgo

Los estudios sugieren que el síndrome del impostor es un problema prevalente al principio del proceso de formación médica, con escasa información sobre su relación con los procesos relacionados con la práctica clínica.

El tiempo de transición de una tarea a otra es un factor de riesgo del síndrome del impostor, la rotación frecuente de puestos de trabajo y ser un "novato perpetuo" durante la formación en la facultad de medicina pueden contribuir a su prevalencia.[1] En la práctica clínica, cuentan las experiencias profesionales negativas, como los resultados desfavorables en los pacientes o las quejas de éstos, el rechazo de becas, las malas evaluaciones en la formación o las evaluaciones de satisfacción de los pacientes.

Impacto del síndrome del impostor en los médicos

Entre las varias formas de estratificar el grado en que el fenómeno interfiere en la vida de una persona, la Escala del Fenómeno Impostor de Clance es una escala de 20 ítems en la que se pide al sujeto que indique en qué medida cada ítem caracteriza su experiencia en una escala de cinco puntos con opciones que van desde "nada cierto" hasta "muy cierto". La suma de las respuestas a los ítems individuales se utiliza para crear una puntuación agregada y cuanto más alta es la puntuación, más frecuente y seriamente interfiere el fenómeno del impostor en la vida del sujeto.[5

Se utilizó una versión simplificada de la puntuación agregada en un análisis de 3.237 médicos estadounidenses para investigar las asociaciones del síndrome del impostor con el burnout médico y comparar sus tasas de síndrome del impostor con las de otros profesionales.[1]

Las puntuaciones medias fueron más altas en las mujeres que en los hombres (media, 10,91 frente a 9,12; p<0,001). 

Las puntuaciones disminuían con la edad y eran más bajas entre los casados o viudos. 

Con respecto a las características profesionales, las puntuaciones eran más altas entre los médicos universitarios o los que trabajaban en el Sistema Médico de la Administración Sanitaria de Veteranos y disminuían con los años de ejercicio profesional. 

Las puntuaciones fueron más altas entre los especialistas en pediatría y los médicos de urgencias, y más bajas entre los oftalmólogos, radiólogos y traumatólogos. Por último, el fenómeno del impostor se asoció de forma independiente con el riesgo de agotamiento y de escasa realización profesional.

Posibles estrategias de mitigación

Un editorial que comenta el estudio señala algunas estrategias que los médicos pueden llevar a cabo si perciben interferencias del síndrome del impostor en su vida profesional:[4]

  • Revisar y reevaluar los momentos de actualidad que dieron lugar a la función profesional del médico.
  • Compartir las preocupaciones con compañeros de confianza que puedan validar sus hallazgos y normalizar sus sentimientos informando de sus propias luchas con el síndrome del impostor. 
  • Contrarrestar el perfeccionismo aceptando que está bien ser suficientemente bueno cuando se afrontan los retos de una profesión tan exigente como la medicina.
  • Ejercer la autocompasión como alternativa a confiar en elementos externos para mejorar la autoestima.
  • Ser consciente de que el síndrome del impostor es frecuente, especialmente durante los periodos de transición en la vida de un médico, como el ingreso en la facultad de medicina, la formación médica de posgrado o enfrentarse a nuevos retos profesionales o laborales.

Este contenido fue publicado originalmente en Univadis Italia.