Resultados en salud

  • Dr. Miguel Álvarez Deza
  • Editorial
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Hace unos años, algunos médicos y economistas de la salud, se dieron cuenta de que el sistema sanitario presentaba algunas posibilidades de mejora. Por un lado, la medicina basada en la evidencia solía dejar de lado la opinión del paciente sobre los tratamientos y sus consecuencias. Por otro lado, se centraba mucho en lo concreto, en actos médicos determinados, y se pierde la visión global del conjunto del proceso asistencial.

Por ello desarrollaron un nuevo modelo, la “medicina basada en el valor”. Que trata de orientar la práctica asistencial hacia actividades que generen mejores resultados de salud para el paciente, que sean relevantes para él y con una medida de coste por resultado. Este nuevo enfoque se basa en contrastar la práctica asistencial con resultados médicos objetivos de la intervención pero también con resultados de satisfacción para el paciente. Resultados que surgen a través de cuestionarios estructurados denominados PROM (Patient Reported Outcome Measures) y PREM (Patient Reported Experience Measures).

Los PROM generan datos muy útiles sobre la efectividad del tratamiento, los eventos adversos, las variaciones en la prestación de atención médica y los resultados para informar sobre cómo mejorar la calidad y la seguridad.

La experiencia del paciente se define como la calidad de las interacciones, tanto directas como indirectas con el profesional sanitario y no sanitario, a lo largo del proceso asistencial. Por tanto, la medición de la experiencia del paciente con los PREM no cuantifica su satisfacción, sino que pretende conocer qué aspectos de su experiencia eran importantes para ellos y cuáles son los mejores.

El PROM más utilizado es el cuestionario de calidad de vida relacionado con la salud. El objetivo es averiguar cómo se muestra la enfermedad en el paciente concreto y cuál es el impacto que está teniendo en su vida. Los PREM están menos desarrollados y son métodos y herramientas para cuantificar la experiencia subjetiva de los pacientes.

Podemos ver las diferencias conceptuales, por ejemplo, en el proceso de atención a pacientes con cáncer de pulmón. Tras el inicio del tratamiento en un cuestionario PROM nos interesaría conocer si el paciente siente dolor, si puede subir escaleras o si ha tenido pérdida de cabello. Sin embargo, con el PREM querríamos averiguar si se ha sentido acompañado, si la información que ha recibido era adecuada y pudo solucionar sus dudas o en cómo se sintió emocionalmente durante esa fase.

Por tanto, la evaluación de la experiencia del paciente se presenta como una herramienta idónea para situar al paciente en el centro de atención, facilitando su participación activa en el sistema sanitario.

Cada vez hay mayor evidencia sobre la relación directa entre la mejora de las experiencias de los pacientes con mejores resultados en salud, incluyendo principalmente avances en la seguridad de los pacientes y una reducción apreciable en los costes sanitarios.

Toda reforma sanitaria empieza por preguntar a los pacientes sobre lo que ellos esperan recibir, ante el problema global que supone que los resultados en salud varíen mucho de unos países a otros e, incluso, entre centros asistenciales próximos. Que el infarto de miocardio resulte más letal al cabo de un mes en un centro que en otro, o que las complicaciones alrededor del parto también difieran, son ejemplos que deben llevar a hacer transparentes estos contrastes con el fin de que los ciudadanos puedan conocer y elegir en consecuencia.

Pero todo esto requiere homogeneidad en los sistemas de información, trabajo en unidades integradas para no romper la continuidad asistencial y registro de los costes generados por cada paciente. Anotándose además los costes por cada ciclo de cuidados.

La salud, como indica la Organización Mundial de la Salud, no es algo que se pierde en un momento puntual y que se recupera con los medios que haga falta. La salud, su deterioro y recuperación en un momento puntual tiene efectos a lo largo de toda la vida de los pacientes con lo que se conoce como carga de enfermedad. Por ello, tan importante es curar un proceso agudo en una persona como modificar los hábitos de vida hacia modelos saludables de conducta.

“Este adiós no maquilla un hasta luego. Este nunca no esconde un ojalá. Estas vísperas son las de después…” (Nos sobran los motivos, J.Sabina).

El Dr. Miguel Álvarez Deza es especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública.