¿Provocará la COVID-19 más casos de trastorno por déficit de atención/hiperactividad?
- Jennifer Lubell
- Noticias de Medscape
Si bien es posible que los efectos residuales de la pandemia por SARS-CoV-2 puedan conducir a aumento de casos de trastorno por déficit de atención/hiperactividad, un debate en el evento virtual World Congress on ADHD subrayó el hecho de que hasta ahora esto sigue siendo una hipótesis. La conclusión es que son necesarios más datos, señaló el Dr. Luis Augusto Rohde, Ph. D., copresidente del comité del programa científico del congreso y moderador de la sesión Los efectos residuales de la pandemia de 2019 serán los mismos que los de la pandemia de 1918: ¿tendremos muchos casos nuevos de trastorno por déficit de atención/hiperactividad?
Considerando el patrón actual de la pandemia, no hay pruebas suficientes para que esto sea una preocupación, destacó el Dr. Rohde.
James Swanson, Ph. D., profesor de pediatría de University of California, en Irvine, Estados Unidos, opinó que es probable que los coefectos biológicos de la COVID-19 tengan efectos selectivos en los niños que pueden producir síntomas representativos del trastorno por déficit de atención/hiperactividad. Utilizando como referencia histórica la pandemia de gripe española de 1918, estimó que la COVID-19 podría provocar la aparición de síntomas de trastorno por déficit de atención/hiperactividad en cinco millones de personas. "Si estos casos cumplen con los criterios de la quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) o la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11), habrá muchos casos nuevos de trastorno por déficit de atención/hiperactividad", predijo.
El Dr. David Coghill, profesor de salud mental infantil y adolescente de University of Melbourne, en Melbourne, Australia, observó que las cifras que presentó Swanson "están basadas maximizando el potencial en lugar de observarlas de manera más realista".
¿Podría la pandemia de 1918 ofrecer pistas?
En un comentario, Swanson y la Dra. Nora D. Volkow escribieron sobre las "lecciones aprendidas" de la pandemia de 1918 y cómo las secuelas residuales en esa época llevaron a una afección denominada síndrome hipercinético en los niños.[1] "Puede valer la pena considerar la hipótesis de que la pandemia de COVID-19 puede resultar en un nuevo subtipo etiológico de trastorno por déficit de atención/hiperactividad que los médicos pueden reconocer en los pacientes en el futuro", escribieron los comentaristas.
En los supervivientes de la pandemia de 1918 en algunos casos se presentó como una secuela residual con inflamación del cerebro, también llamada encefalitis, dijo Swanson. En adultos algunos casos con estos síntomas se diagnosticaron como "encefalitis letárgica" y se asociaron con la enfermedad de Parkinson. En 1930, basándose en pacientes evaluados después de 1918, los investigadores Franz Kramer y Hans Pollnow, del Charité Hospital, en Berlín, Alemania, describieron la manifestación conductual de encefalitis letárgica en niños, como síndrome hipercinético, afección que se caracterizaba por síntomas similares a los propios del trastorno por déficit de atención/hiperactividad: falta de concentración, poca capacidad de organización y mayor distracción. "Incluso informaron sobre casos de autopsias que describían regiones del cerebro que ahora, a partir de décadas de estudios de imágenes cerebrales, sabemos que están asociadas con trastorno por déficit de atención/hiperactividad", indicó Swanson.
La COVID-19 rara vez provoca problemas respiratorios graves en los niños, pero el número total que ha requerido hospitalización en general es relativamente grande, informó Swanson. Un estudio de 1.695 casos graves de COVID-19 en niños y adolescentes utilizó la resonancia magnética y detectó efectos neuronales en regiones específicas del cerebro, como los ganglios basales y los lóbulos frontales, que investigaciones anteriores habían asociado con el trastorno por déficit de atención/hiperactividad.[2] Aproximadamente el 22 % de estos casos raros, pero graves, tenían afección neurológica documentada, e incluso en los estudios de niños con síntomas respiratorios leves o ninguno de los síntomas respiratorios iniciales de COVID-19 también se detectaron efectos selectivos similares en estas regiones del cerebro.
Una encuesta reciente de registros médicos de 80 millones de personas que identificó 240.000 casos de COVID-19 (en su mayoría adultos) reveló que un tercio tenía secuelas neurológicas y psiquiátricas. Swanson también mencionó un artículo que escribió hace más de una década sobre factores ambientales y genéticos que dieron como resultado subtipos etiológicos de trastorno por déficit de atención/hiperactividad, el cual proporcionó un modelo para el impacto de la COVID-19 en regiones específicas del cerebro que están asociadas con trastorno por déficit de atención/hiperactividad.[3]
Hasta el momento, la pandemia de COVID-19 ha producido 150 millones de casos en todo el mundo y hay alrededor de 100 millones de supervivientes, lo que establece la estimación de un número máximo de casos con secuelas residuales. "Creo que la COVID-19 grave probablemente estará relacionada con secuelas residuales graves, y que la COVID-19 leve o asintomática puede estar asociada con secuelas residuales menos graves, que pueden parecerse al trastorno por déficit de atención/hiperactividad", dijo Swanson. Si un tercio de los casos se manifiesta en el sistema neurológico o mediante trastornos psiquiátricos, esto significa que 27 millones tendrían secuelas residuales. Si un 20 % tiene problemas de concentración o confusión mental, esto podría resultar en alrededor de cinco millones de casos de trastorno por déficit de atención/hiperactividad, añadió.
Las estimaciones no son evidencia
El comentario de Swanson y la Dra. Volkow contiene muchas referencias a "podría, pudiera y puede", dijo el Dr. Coghill. Si bien es cierto que la COVID-19 podría producir un nuevo subtipo etiológico de trastorno por déficit de atención/hiperactividad, "el punto es que en este momento todo se basa en hipótesis".
La gripe española produjo consecuencias para la salud mental: los supervivientes informaron de depresión, trastornos del sueño, distracción mental, mareos y dificultades para hacer frente al trabajo. En Estados Unidos las tasas de mortalidad por gripe entre 1918 y 1920 se asociaron directamente a las tasas de suicidio. Desafortunadamente estos impactos no se investigaron ampliamente, puntualizó el Dr. Coghill.
También parece claro que el brote de gripe española de 1918 se asoció con importantes consecuencias neurológicas. Para 1919 y 1920, médicos e investigadores en Reino Unido informaron aumentos en una variedad de síntomas entre algunos pacientes que se recuperaban de la gripe, como neuropatía, neurastenia, meningitis, cambios degenerativos en las células nerviosas y disminución de la agudeza visual.
Los casos de encefalitis letárgica que Swanson mencionó coincidieron y alcanzaron proporciones epidémicas junto con la gripe española. "Pero aún así, una relación causal está lejos de ser comprobada", destacó el Dr. Coghill.
La Dra. Sol Levy describió una "enfermedad de los criminales" después de la pandemia de 1918, en la que los pacientes exhibían alto grado de hipercinesia general, brusquedad y torpeza, dificultad para mantener actitudes tranquilas y "liberación motora explosiva de todas las actividades inhibidas voluntariamente".
Sin embargo, estas manifestaciones sugieren una presentación mucho más amplia de la que se ve típicamente en el trastorno por déficit de atención/hiperactividad, señaló el Dr. Coghill.
Las complicaciones neurológicas ocurren con más frecuencia de lo que se pensaba inicialmente en COVID-19 grave, con estimaciones que oscilan entre el 36 % y el 84 %. Pero en una revisión sistemática de las complicaciones neuropsiquiátricas de la infección grave por coronavirus, los investigadores encontraron pocas secuelas psiquiátricas de estas infecciones.[4] Si bien mencionaron problemas de concentración y dificultades con la capacidad emocional, es muy importante recordar que estas afecciones "son síntomas cardinales de una amplia diversidad de trastornos psiquiátricos", dijo el Dr. Coghill.
En general, el hecho de presentar más síntomas neurológicos y neuropsiquiátricos se limita en gran medida a aquellos con COVID-19 grave, lo que significa que es mucho menos probable que ocurran en niños y adultos jóvenes, agregó.
Si hay efectos graves de COVID-19, Swanson comentó que "podrían tener más trastorno por déficit de atención/hiperactividad que efectos residuales complejos como los que describió el Dr. Coghill. Espero que tenga razón, pero creo que habrá coefectos biológicos de COVID-19 que producirá síntomas que son más parecidos al trastorno por déficit de atención/hiperactividad que otros trastornos neurológicos".
Efectos epigenéticos
Los investigadores ahora están viendo efectos transgeneracionales e intergeneracionales de una posible infección. "Por eso, ciertamente respaldo los estudios de alta calidad que analizan los efectos de la infección materna y paterna en la descendencia", señaló el Dr. Coghill. Establecer estudios de cohortes clínicos para el seguimiento de esta población sería esencial para comprender los riesgos del SARS-CoV-2. "Esa podría ser una forma en que veremos aumento en el trastorno por déficit de atención/hiperactividad".
La realidad es que la COVID-19 no ha existido durante tanto tiempo y el conocimiento actual al respecto es limitado, indicó. Las publicaciones rápidas, los datos transversales o retrospectivos y la calidad y el rigor metodológicos deficientes dificultan la generalización. Además, la limitación en pruebas y detección probablemente subestima la prevalencia de complicaciones neurológicas y neuropsiquiátricas.
"Si algo nos enseña la historia es que siempre debemos medirnos en cómo extrapolamos las lecciones del pasado. Así que no nos adelantemos", advirtió.
Una encuesta informal posterior a la discusión de los participantes de la sesión reveló que una ligera mayoría (55% a 60%) piensa que los efectos residuales de la COVID-19 llevarán a más trastorno por déficit de atención/hiperactividad, en comparación con el 40% a 45% que no pensaba que esto sucedería.
Swanson tiene dos patentes: (PIXA4), que utiliza una cámara de "tiempo de vuelo" para medir el crecimiento de los bebés, y una patente provisional sobre el mecanismo de tolerancia a la medicación estimulante (PATSMTA). El Dr. Coghill trabajó para varias compañías farmacéuticas, pero ha declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente.
Este contenido fue originalmente publicado en MDEdge y adaptado para Medscape en español, parte de la Red Profesional de Medscape.
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