Nueva guía para mejorar el abordaje de las autolesiones en la población adolescente
- Iole Ferrara Romeo
- Noticias
Las autolesiones en la adolescencia representan hoy en día un importante problema de salud pública. Su incidencia ha aumentado en las últimas décadas, alcanzando un ritmo exponencial en los últimos 10 años.
A la luz de estos datos, la Unidad de Asesoramiento Científico-técnico (Avalia-t) de la Agencia Gallega para la Gestión del Conocimiento en Salud (ACIS) ha coordinado la elaboración de una nueva guía titulada: Evaluación y manejo clínico de las autolesiones en la adolescencia: protocolo basado en la evidencia.
El documento, realizado en el marco de la financiación del Ministerio de Sanidad, pretende ayudar a entender qué son y cómo se desarrollan las autolesiones en la adolescencia, cómo identificarlas y tratarlas, con el fin de mejorar la atención que se les presta en el Sistema Nacional de Salud. Para su elaboración se ha constituido un grupo de trabajo multidisciplinar que ha visto involucradas numerosas entidades, entre otras, la Asociación Española de Pediatría (AEP). El grupo de trabajo ha contado también con la participación de representantes de pacientes y expertos de diferentes comunidades autónomas.
La guía está dirigida a profesionales de la salud que tienen contacto directo con esta franja poblacional, como psicólogos/as clínicos/as y sanitarios/as, psiquiatras, trabajadores/as sociales, pediatras, etc, así como a gestores/as sanitarios y profesionales del ámbito educativo.
Un protocolo basado en la evidencia científica
Según describen los autores, en España el suicidio es la segunda causa de muerte ‒después de los tumores‒ entre adolescentes y adultos jóvenes (15-29 años). Las autolesiones en la adolescencia son un importante predictor del suicidio y representan un relevante problema clínico y social, tanto a nivel nacional como mundial. En la actualidad, además, se ha detectado un incremento en la incidencia de autolesiones en la población adolescente, que está relacionado con el estrés psicológico y emocional causado por la pandemia de la COVID-19.
En 2012 el Ministerio de Sanidad publicó la Guía de Práctica Clínica de prevención y tratamiento de la conducta suicida (revisada por última vez en 2020). Aunque este documento aborda la prevención y manejo clínico de la conducta suicida en la adolescencia, no profundiza específicamente en el diagnóstico y tratamiento de las autolesiones en esa franja de edad. De igual manera, a nivel internacional existen pocos documentos que hayan abordado en profundidad estas cuestiones.
La nueva guía nace con el propósito de elaborar un protocolo basado en la evidencia científica que incorpora la visión de expertos/as y pacientes. Para ello, los autores han revisado un grupo de guías de práctica clínica (la española de 2012 y cuatro de otros países) y revisiones sistemáticas disponibles hasta la fecha.
Conceptualización
El documento describe que el término autolesión, o lesión autoinfligida, se define como “un acto llevado a cabo por una persona con el objetivo de hacerse daño a sí mismo”. Según explican los autores, en la actualidad, existe cada vez más consenso sobre la necesidad de diferenciar las autolesiones no suicidas de aquellas que tienen intencionalidad suicida, tanto conceptual como clínicamente. La autolesión no suicida se define como “la destrucción deliberada de tejido corporal sin propósito suicida”; en cambio, las otras son conductas autolesivas que pueden tener diferente grado de ideación, motivación e intencionalidad suicida.
Los autores señalan que la clasificación de una autolesión según su intencionalidad debería realizarse en el contexto clínico siempre que sea posible, porque es fundamental para guiar la toma de decisiones sobre el manejo terapéutico. Sin embargo, añaden que la distinción puede ser compleja, ya que en algunos adolescentes ambos tipos de autolesiones pueden coexistir, y en general puede ser difícil estimar el grado de intencionalidad.
Otros aspectos importantes para distinguir el tipo de autolesión son la gravedad o letalidad de la conducta, su frecuencia, el método y la posible presencia de trastornos mentales asociados.
El documento recuerda, además, que la adolescencia es un período de especial vulnerabilidad para el desarrollo de conductas autolesivas. Tanto la autolesión no suicida como la conducta suicida son prevalentes en la adolescencia, aunque la primera suele comenzar en la fase temprana de esa etapa vital y la segunda en la fase tardía.
Factores de riesgo
El nuevo documento enfatiza que es importante evaluar los factores de riesgo que se asocian con las conductas autolesivas en la adolescencia. Entre ellos destacan: la presencia de algún trastorno mental comórbido (como depresión, trastorno de la personalidad límite, abuso de sustancias, etc), factores psicológicos (como desesperanza), factores escolares (principalmente estrés académico), factores familiares y/o relacionados con los pares, e historia de abuso sexual o violencia física.
Respecto al ámbito familiar, se ha descrito que los/las jóvenes que se autolesionan, en comparación a los/las que no lo hacen, reportan una peor relación con los padres y un ambiente familiar disfuncional. A nivel social, el aislamiento y la victimización por parte de los pares, así como una baja percepción subjetiva de aceptación por sus iguales, incrementan el riesgo de conductas autolesivas.
La población adolescente LGTBIQ+ también presenta un mayor riesgo de manifestar este tipo de conductas, y entre los factores de riesgo, lo autores incluyen también un uso indebido de internet y las redes sociales.
Manejo clínico
Respecto a la evaluación, existe consenso en que el método principal de recogida de información debe ser la entrevista clínica.
Según describen los autores, todas las guías de práctica clínica que abordan el manejo clínico de las autolesiones en adolescentes recomiendan intervenciones psicológicas como primera línea de actuación; principalmente, las terapias cognitivo-conductual y dialéctico-conductual.
En lo referente a la efectividad de los fármacos, la posibilidad de suministrar tratamiento farmacológico debe ser valorada solo ante la presencia de trastornos mentales comórbidos. En todo caso, cuando se considere necesario, debería ser empleado en combinación con una intervención psicológica.
Dos algoritmos diagnóstico-terapéuticos
Con el objetivo de orientar a los profesionales, los autores proponen dos algoritmos diagnóstico-terapéuticos, uno para Atención Primaria y otro para Salud Mental. En ambos casos, hay que conseguir que la persona se sienta escuchada, apoyada y comprendida, y para ello, se dan algunas recomendaciones: favorecer un ambiente de confianza y seguridad; tener una actitud de escucha activa y apoyo; no minimizar ni banalizar la situación del/de la adolescente, pero tampoco alarmar; aportar información sobre las autolesiones.
En Atención Primaria, se debe valorar la presencia de ideación o intencionalidad suicida mediante entrevista clínica. La información recabada se debe cotejar con los familiares o cuidadores y, si no coincide, es importante tener en cuenta la narración del/de la adolescente. En el caso de que se constate la presencia de ideación o intencionalidad suicida, o se dude de ello, se sugiere valorar la derivación al servicio de Urgencias Hospitalarias, de lo contrario, el/la adolescente ha de ser derivado al servicio de Salud Mental.
En Salud Mental, hay que valorar la posibilidad de hospitalización para aquellos casos en los que exista intencionalidad suicida. Cuando esa no sea necesaria se debe ofrecer tratamiento psicológico y valorar la necesidad de asociar una terapia farmacológica.
Los autores de la guía han elaborado también otros dos documentos: uno con información para adolescentes, familias y profesionales de la educación, y el otro dirigido a los/las propios/as pacientes.
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