No dejar a nadie atrás en un mundo que envejece

  • Dr. Miguel Álvarez Deza
  • Editorial
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Este es el título del Informe Social Mundial de la Naciones Unidas. El envejecimiento de la población es una tendencia global irreversible, resultado inevitable de la transición demográfica, la tendencia hacia vidas más largas y familias más pequeñas que se está produciendo incluso en países con poblaciones relativamente jóvenes. En 2021, una de cada diez personas en el mundo tenía 65 años o más. En 2050, se prevé que este grupo de edad suponga una de cada seis personas en todo el mundo.

Sin embargo, no toda la población se ha beneficiado de las mejoras sociales y económicas que impulsan la longevidad.

Los altos y crecientes niveles de desigualdad amenazan con convertirse en un rasgo propio de las generaciones presentes y futuras. Debido a una combinación de crisis agudas y tendencias desfavorables en empleo y salarios, las sucesivas generaciones  son cada vez más desiguales y económicamente inseguras, tanto en los países desarrollados como en desarrollo a pesar de las continuas mejoras en sanidad y educación. Pero el aumento de la desigualdad no es inevitable, y los responsables políticos pueden influir en la futura dirección de la desigualdad a medida que la población siga viviendo más años.

El informe destaca que se espera que las regiones de África Septentrional, Asia Occidental y el África Subsahariana experimenten un crecimiento del número de personas mayores en las próximas tres décadas. En la actualidad, Europa y Norteamérica juntas tienen la mayor proporción de personas mayores en el mundo.

El concepto de "envejecimiento saludable" subraya la importancia de mantener la capacidad funcional a medida que las personas envejecen para que puedan seguir participando en la sociedad. Por ello, los entornos favorables pueden ayudar  a las personas mayores a mantenerse activas e independientes a medida que envejecen.

Las sociedades que envejecen pueden llegar a enfrentarse a problemas fiscales debido al aumento de los costes de la asistencia sanitaria, los cuidados de larga duración, la jubilación y otras ayudas a la vejez, junto con una posible reducción de los ingresos públicos por el menor número de contribuyentes en edad de trabajar.

Es patente que la tasa de actividad laboral de las mujeres sigue siendo inferior a la de los hombres en cada grupo de edad, la proporción predominante de mujeres en el trabajo no remunerado, su vida laboral más corta y sus salarios más bajos durante los años de trabajo conducen a una mayor inseguridad económica en la vejez. Lo que al final conlleva que las mujeres reciban, por lo general, menos pensión en la mayoría de los países. Las políticas sociales y de empleo deben hacer posible que las mujeres puedan tener hijos sin dejar el mercado laboral y continúen su carrera profesional.

Es fundamental crear e invertir en trabajos dignos y decentes. Las décadas de estancamiento salarial han puesto en peligro la capacidad de ahorrar lo suficiente para vivir dignamente en la vejez. El trabajo informal y las formas atípicas de empleo limitan la cobertura de la protección social de los trabajadores y sus contribuciones a los ingresos públicos. 

No todos se han beneficiado por igual de los avances en salud y las condiciones de vida que impulsan el envejecimiento de la población. Muchas de las personas mayores de hoy en día gozan de buena salud mientras que otras viven con múltiples dolencias o discapacidades graves. Algunas son económicamente activas y gozan de ingresos seguros, pero muchas viven en la pobreza. Algunos tienen fuertes lazos sociales, otros llevan una vida aislada y en soledad. 

La crisis de la COVID-19 puso de manifiesto las deficiencias de los cuidados de larga duración, y los centros donde se prestan siguen recibiendo una atención política insuficiente. En los países de la Unión Europea, 1 de cada 3 mujeres y 1 de cada 5 hombres mayores de 65 años necesitan cuidados de larga duración.

Por otra parte, la falta de servicios de cuidados de larga duración accesibles y equitativos tienen un alto coste para las personas mayores, sus familias y toda la sociedad. Las mujeres se llevan la peor parte de las deficiencias, ya que constituyen la mayoría tanto de los receptores de cuidados como de los cuidadores remunerados y no remunerados. El 80 % de los cuidados de larga duración en Europa los prestan cuidadores informales.

“Benditos sean los ceros a la izquierda. Los que nacieron en ningún lugar. Las damas que se llaman soledad…” (Benditos malditos, J. Sabina).

El Dr. Miguel Álvarez Deza es especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública.