Niños con trastorno obsesivo compulsivo: cómo predecir la eficacia de la terapia cognitivo conductual

  • Olga Fernández Castro
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La terapia psicológica cognitivo conductual es el tratamiento de elección en los niños con trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Sin embargo, aún se desconoce por qué es eficaz en unos casos y no lo es tanto en otros. 

Ahora un nuevo estudio, publicado en la revista Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry (JAACAP), ha hallado una asociación entre el tamaño de dos estructuras cerebrales con la respuesta a la terapia en niños y niñas con este trastorno. 

“El primer objetivo del estudio ha sido conocer los mecanismos biológicos sobre los que actúa y luego ver si esta información biológica puede ser de utilidad para hacer algún tipo de predicción sobre qué sujetos van a responder a la terapia”, explica a Univadis España Carles Soriano, investigador principal del Instituto de Investigación Biomédica Bellvitge (IDIBELL), profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona y miembro de CIBERSAM.

La investigación incluyó a 168 niños y adolescentes y a 318 adultos procedentes del consorcio internacional ENIGMA-OCD, en el que participan más de 30 centros de todo el mundo, que cuenta con pacientes con trastorno obsesivo compulsivo, sus datos clínicos, evolución en el tiempo y resultados de exploraciones de neuroimagen. 

El estudio observó que un mayor grosor de la corteza prefrontal derecha de los niños se asociaba con una mejor respuesta al tratamiento con la terapia cognitivo conductual. 

“De la base de datos de ENIGMA seleccionamos pacientes con trastorno obsesivo compulsivo que tenían seguimiento clínico después de haber hecho tratamiento con terapia cognitivo conductual y que además contaban con una resonancia magnética antes de iniciar esta terapia. En los adultos no detectamos ninguna región cerebral cuyo tamaño se asociase con la respuesta a la terapia cognitivo conductual. Mientras que en los niños sí hubo hallazgos: aquellos que presentaban mayor grosor en la corteza prefrontal derecha respondían mejor a la terapia cognitivo conductual y en ellos se redujo más la severidad de los síntomas”, señala Soriano.

Eficacia de la la terapia cognitivo conductual

El trastorno obsesivo compulsivo  en niños se manifiesta generalmente con ansiedad ante diferentes situaciones que perciben como molestas o poco controlables, lo que les lleva a tener comportamientos repetitivos, por ejemplo, organizar las cosas de una determinada manera, repetir palabras o conductas un número de veces concreto, o cerciorarse repetidamente de que una acción, como la de apagar la luz, se ha realizado con éxito. Estos síntomas interfieren en el desarrollo normal de sus actividades, afectando a su bienestar y al de su familia. 

El tratamiento de este trastorno es la terapia cognitivo conductual, una forma de intervención psicológica que consiste en exponer al paciente, de forma controlada, a las situaciones que le generan estrés para que aprenda a controlar esa ansiedad mediante estrategias cognitivas o de modulación de pensamiento. “Se trata de una terapia muy efectiva para el trastorno obsesivo compulsivo, pero en alrededor del 65 % de los pacientes, no para el 100 %. Desconocemos a nivel cerebral los mecanismos que la hacen efectiva, por eso muchas veces no sabemos a quiénes va a beneficiar o a quiénes no”, indica Carles Soriano.  

Aplicación en la práctica clínica

¿Por qué esta relación entre el tamaño de las regiones cerebrales y la eficacia de la terapia? “Se necesitarían más estudios, pero la explicación puede estar en que las dos regiones que hemos identificado, concretamente la corteza frontopolar y la región frontal media, son zonas cuya actuación regula la actividad de regiones relacionadas con el procesamiento emocional del sistema límbico. 

El hecho de que sean más grandes podría estar relacionado con que esas regiones tienen más capacidad de activarse y por tanto pueden aprovechar mejor la terapia. De hecho, el entrenamiento en terapia conductual se basa en enseñar a la persona a aprender a regular esta actividad emocional delante de los estímulos que le desencadenan los síntomas obsesivos”, argumenta el investigador. Quien también afirma que los resultados del estudio tienen un valor traslacional inmediato en la práctica clínica: “Si el terapeuta ve que el paciente presenta lesiones evidentes en estas dos regiones cerebrales o si detecta fallos en las funciones neuropsicológicas que dependen de ellas, por ejemplo en el control inhibitorio (capacidad de inhibir una respuesta que estás realizando), debe plantearse si la terapia cognitivo conductual va a ser efectiva en ese caso. Cuando no funciona el control inhibitorio es muy posible que no funcione tampoco la capacidad de vivir las emociones o de regularlas. Y por tanto, la terapia a lo mejor no es tan efectiva como podría ser en otros casos”. 

Los resultados del estudio servirán también para encontrar en el futuro biomarcadores de respuesta terapéutica. “El objetivo final es realizar estudios que vayan en esa línea, es decir, establecer de forma muy clara qué puntos de grosor son los que se asocian con mayor o menor éxito en la terapia. E implantar un rango de valores, de manera que dentro de ese rango sabremos que la probabilidad de éxito es una determinada, pero fuera del mismo nos indicará que la probabilidad de éxito es menor y entonces tendríamos que llevar a cabo otras opciones terapéuticas”, concluye Soriano.