Mejorar la salud cardiovascular podría prevenir la aparición de depresión en ancianos, especialmente en mujeres
- Carmen Espinosa
“Nuestro estudio pone de relieve la importancia de identificar factores de riesgo cardiovascular como indicadores tempranos del desarrollo de depresión en adultos mayores con sobrepeso u obesidad y síndrome metabólico, y especialmente en mujeres”, explicó a Univadis España, la Dra. Sandra Martín-Peláez de la Universidad de Granada, líder de un estudio[1], publicado recientemente en la prestigiosa revista PLOS ONE.
Desde hace algún tiempo se cree que la enfermedad cardiovascular y la depresión están estrechamente relacionadas, debido a algunos factores de riesgo compartidos, como son la inflamación y el estrés oxidativo. Con el objetivo de determinar la asociación entre riesgo cardiovascular y el estado depresivo, la Dra. Martín-Peláez y sus colegas utilizaron datos de un ensayo aleatorizado multicéntrico de seis años en curso en España (PREDIMED-Plus)[2] que analizaba el efecto de una dieta mediterránea en hombres de 55 a 75 años y mujeres de 60 a 75 años con sobrepeso u obesidad. En el análisis actual se incluyeron 6.545 personas sin enfermedades cardiovasculares o endocrinas al inicio del estudio.
Los participantes se clasificaron en tres grupos de riesgo cardiovascular según la función REGICOR basada en Framingham: bajo, medio o alto/muy alto. Se utilizó el Inventario de Depresión de Beck-II (BDI-II) para evaluar los síntomas depresivos al inicio y después de 2 años.
En comparación con las mujeres de bajo riesgo cardiovascular, las de alto riesgo tenían más probabilidades de estar deprimidas. Con las excepciones de esto: 1)las personas de bajo riesgo con colesterol total por debajo de 160 mg/mL que tenían las mismas posibilidades de depresión que las de riesgo cardiovascular medio y alto y 2) las personas con riesgo cardiovascular medio y alto, pero con colesterol total por encima de 280 mg/ml tenían menor riesgo de depresión que lo de bajo riesgo. Los participantes de riesgo medio y alto con colesterol inicial alto mostraron las mayores disminuciones en el estado depresivo después de seguir una dieta mediterránea durante dos años.
Factores de riesgo cardiovascular implicados
Estos hallazgos muestran que mejorar la salud cardiovascular podría prevenir la aparición de depresión en los ancianos, pero ¿qué factores de riesgo cardiovascular estarían implicados? “En nuestra población de estudio, mujeres y hombres de entre 55 y 75 años, y con síndrome metabólico, nuestros hallazgos señalan que el sexo femenino, la diabetes y el colesterol total por debajo de 160 mg/dL están directamente asociados a la depresión, en personas con riesgo cardiovascular medio o alto”, indicó la investigadora principal.
En este sentido, estos resultados ponen de relieve la importancia de conocer el riesgo cardiovascular, especialmente en mujeres, “más aún cuando se trata de un grupo de población en el que las enfermedades cardiovasculares todavía no se reconocen ni se tratan adecuadamente”.
El papel del colesterol en las enfermedades mentales
Pero lo que más ha sorprendido a los investigadores de este estudio es el efecto protector del colesterol respecto a la depresión en personas con riesgo cardiovascular medio y alto. “Esto indica que no se debe demonizar al colesterol de manera general”, añadió la Dra. Martín-Peláez.
La ansiedad y la depresión se asocian de diferente forma con la inflamación y el metabolismo de los lípidos. Un estudio holandés dirigido por la doctora Hilde de Kluiver[3], de la Universidad Vrije, de Ámsterdam, revelaba el año pasado que personas con depresión tenían indicadores de inflamación (no observados en aquellos con ansiedad). Ambos grupos presentan alteraciones diferentes de los lípidos en sangre. Mientras que las personas deprimidas tienen niveles altos de triglicéridos, con cifras bajas de ácidos grasos omega 3, se observó que las personas que sufren ansiedad tienen niveles parecidos a las personas sanas. Al mismo tiempo se observó que los metabolitos asociados con la depresión también son predictivos de gravedad. ¿Pero se conocen los mecanismos que asocian el nivel de lípidos en sangre con la depresión?
Esta relación de los lípidos en sangre con la depresión se ha observado en numerosos estudios [4][5] “El colesterol es un componente fundamental para el sistema nervioso central, esencial para la estabilidad de las membranas celulares y el correcto funcionamiento de la neurotransmisión. En cuanto a las lipoproteínas de alta densidad, HDL, hay estudios[6] que han asociado niveles bajos con mayores probabilidades de síntomas depresivos de nueva aparición en individuos de 65 a 70 años”, recordó la Dra. Martín-Peláez.
Además, se ha sugerido que los niveles de lipoproteínas de baja densidad, LDL, están inversamente correlacionados con el estado de ánimo depresivo[7]. Sin embargo, los mecanismos que asocian el nivel de lípidos en sangre con la depresión no están del todo claros. “En el caso del colesterol, se ha sugerido que los niveles de colesterol sérico pueden estar positivamente asociados con la función del receptor serotoninérgico”[8], indicó la investigadora.
Aunque encontrar alguna relación entre el tipo de depresión y las alteraciones de lípidos habría sido una información muy útil, la herramienta que utilizaron, es decir, el test BDI-II, no permite discernir el tipo de depresión.
Respecto a la mayor prevalencia e incidencia de depresión en individuos con diabetes tipo 2, el estudio de la Dra. Martín-Peláez y sus colegas, halló que “esta relación puede ser incluso peor en personas con riesgo cardiovascular medio y alto”.
Dieta mediterránea y depresión
Hace unos años ya se publicó un estudio, realizado con más de 10.000 personas[9], que observó que las personas que consumían una dieta mediterránea eran un 33 % menos propensas a la depresión, en comparación con aquellas que no lo seguían. ¿Qué alimentos podrían proteger de la depresión según la evidencia científica que hay hasta ahora? “La evidencia epidemiológica existente respalda el papel protector de la ingesta de frutas y verduras, aceite de oliva, frutos secos, pescado y granos integrales, evitando por otro lado el consumo elevado de carne y productos cárnicos, panadería comercial, grasas trans, postres y bebidas azucarados”.
En cuanto a los mecanismos implicados en el efecto de estos alimentos son variados y han sido revisados por otros autores. Pero principalmente se debería a sus efectos modulatorios de las vías implicadas en la inflamación y el estrés oxidativo, aunque no exclusivamente. “Otros mecanismos importantes implicarían efectos epigenéticos y sobre la disfunción mitocondrial, la microbiota intestinal, el metabolismo del triptófano-quinurenina, el eje hipotalámico-pituitario-adrenal, la neurogénesis y el factor neurotrófico derivado del cerebro, y la obesidad[10][11]”, concluyó.
Sin duda, estudios como este demuestran que los trastornos mentales deben considerarse desde una perspectiva global, donde están implicados los principales sistemas fisiológicos reguladores, como la inmunidad y el metabolismo de los lípidos[12].
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