Medidas preventivas

  • Dr. Miguel Álvarez Deza

  • Maria Baena
  • Editorial
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La Salud Pública definida como la ciencia y el arte de proteger la salud, prevenir la enfermedad y promover la salud a través de los esfuerzos organizados de la sociedad, contribuye a la prosperidad de la calidad de vida, mejorando aspectos como la esperanza de vida, la mortalidad infantil, el control de enfermedades infecciosas y la prevención de enfermedades crónicas, como el cáncer, la diabetes o las enfermedades cardiovasculares.

La Salud Pública, que incluye la vigilancia epidemiológica, la respuesta ante emergencias, la seguridad ambiental, ocupacional y alimentaria, la prevención primaria a través de las vacunas y la prevención secundaria mediante el cribado, y la promoción de la salud a través de la intersectorialidad en todas las políticas, forma parte de esa dimensión de anticipación y proactividad para mejorar la salud y la calidad de vida.

El problema es que algunas de las intervenciones en Salud Pública producen resultados a medio o largo plazo, cuando los políticos o los gestores ya han terminado su mandato y no se pueden apuntar el tanto.

El SARS-CoV2 llegó cuando nuestro sistema sanitario invertía en Salud Pública, en 2019, solamente el 1,1 % del total del gasto sanitario. Y ello porque la visión predominante del gasto sanitario durante las últimas décadas entre los responsables de la política económica era considerarlo como un coste, que había que controlar y, en la medida de lo posible, reducir para no dañar el crecimiento. Esta visión la sostuvieron en ocasiones instituciones económicas como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

Una manifestación política de esa visión fue la austeridad llevada a cabo en 2010, que recortó el gasto sanitario y otros gastos sociales. El argumento que se utilizó fue dar prioridad a la eficiencia frente a la equidad. Sin embargo, la experiencia nos ha demostrado que los efectos de aquella austeridad expansiva fueron dañinos tanto para la eficiencia económica como para la equidad de nuestro país.

Es necesario un cambio de mentalidad, la sanidad no es un gasto, es una inversión y la pandemia es una oportunidad para priorizar el fortalecimiento del sistema sanitario en su conjunto.

Actualmente estamos en una tregua de la pandemia, con una disminución progresiva de la incidencia de casos. Los recursos actuales no son suficientes para responder a la pandemia actual ni a las que vendrán en el futuro. Ómicron ha dejado en evidencia las carencias de nuestro sistemas de Salud Pública y de Atención Primaria. Por ello, es el momento de evaluar y repensar un plan, que debe ser coordinado, razonado y bien explicado a la ciudadanía.

Los sistemas sanitarios han crecido en un modelo industrial de prestación de servicios y de agentes involucrados en producirlos, y no en un modelo orientado a resultados con las personas enfermas en el centro del mismo.

Por otra parte, las necesidades de la población han cambiado de forma radical, mientras que el modelo asistencial permanece igual, es poco preventivo, ineficiente y no proporciona la calidad y la seguridad clínica esperables. Asimismo le cuesta incorporar nuevas estructuras más preventivas.

Casi todas las intervenciones contra la COVID-19 son de carácter preventivo: detección de casos, rastreo de contactos, aislamiento y cuarentena, medidas higiénicas, mascarilla, distancia social, etc. La vacuna también es una intervención preventiva, por lo que podemos afirmar que la crisis de salud más grave de los últimos cien años se soluciona principalmente con medidas preventivas.

Muchas enfermedades crónicas son prevenibles y las intervenciones preventivas son las más coste-efectivas en la gestión de la cronicidad. Las enfermedades crónicas representan las principales causas de muerte prematura en nuestro país. Actuar de forma preventiva en todas ellas salvaría innumerables vidas además de ayudar a la sostenibilidad económica del sector.

A partir de ahora, la prevención debe recuperar su protagonismo como elemento estructural del sistema sanitario. No aprovechar esta oportunidad para cambiar el modelo asistencial implantará una medicina de agudos centrada en los hospitales.

Hoy por hoy, invertir más en Salud Pública, en prevención, va más allá de ser una simple opción, es una obligación.

“Siglo XXI, cambalache, problemático y febril. La mentira será ley y el simulacro, institución.
El cohecho por derecho y por la santa comisión…”  (Siglo XXI, L.E.Aute).

El Dr. Miguel Álvarez Deza es médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública.