Medidas para mejorar la detección y el tratamiento de la disfagia, un padecimiento con una alta incidencia la tercera edad

  • Andrea Jiménez
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El pasado 12 de diciembre se conmemoró el Día Mundial de la Disfagia, una fecha que la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) aprovechó para reivindicar la importancia de un diagnóstico precoz de esta enfermedad, caracterizada por la dificultad de tragar y que afecta especialmente a las personas ancianas. 

“En España, se calcula que más de dos millones de personas padecen disfagia y que aproximadamente el 90 % de la población que sufre este trastorno no está ni diagnosticada ni correctamente tratada”, señala a Univadis María Riestra, experta en Endocrinología y Nutrición de la SEEN para quien “la escasez de estudios epidemiológicos y la falta de registro en todos los niveles asistenciales no permiten conocer su prevalencia real”.

Aunque se estima que la disfagia afecta a aproximadamente al 3 % de la población general, hasta el 30 % de los mayores de 65 años presenta algún tipo de dificultad en su deglución y, como apunta la especialista, “se trata de un síndrome geriátrico que puede afectar al 75 % de los ancianos institucionalizados”.

Según la experta del SEEN, “diagnosticar a tiempo la disfagia es vital para evitar las complicaciones derivadas de la misma: malnutrición, deshidratación y, en casos graves, neumonía como consecuencia de las aspiraciones broncopulmonares”. Por lo que la figura del endocrinólogo resulta esencial, también para el tratamiento y manejo de los pacientes.

Como agrega Riestra, “también hay que tener en cuenta aquellas complicaciones relacionadas con los aspectos psicológicos, sociales y económicos que acompañan al paciente. El abordaje precoz de la disfagia permitiría importantes beneficios económicos y una mejora sustancial en el uso de recursos que repercutirían en el sistema sanitario”.

Además de resaltar el papel que desempeñan estos especialistas sanitarios a la hora de evitar posibles infecciones respiratorias, la desnutrición y la deshidratación, desde la SEEN consideran imprescindible formar a los profesionales de la salud en su detección y manejo temprano para tratar adecuadamente a los afectados. “Y crear Unidades Multidisciplinares de Disfagia en los centros sanitarios para una atención integral”, apunta Riestra.

De acuerdo con un estudio de la propia institución, en España existen 25 centros hospitalarios de la red pública con unidades multidisciplinares para el abordaje de la disfagia, “aunque actualmente existen 17 centros en proceso de desarrollo”, señala la experta a Univadis España.

Origen y tipos de disfagia

Existen muchas patologías que pueden causar disfagia, aunque las más frecuentes son las neurológicas y las oncológicas. “La mitad de las personas que ha sufrido un ictus padecerá disfagia. En el ictus pueden aparecer alteraciones neuromusculares causantes de debilidad o incoordinación en toda la musculatura orofaríngea, lo que puede desembocar en alteraciones de la seguridad y eficacia en la deglución. La severidad del primero, más que la localización, es lo que condiciona la aparición de esta alteración, que es tratable”, puntualiza Riestra.

Según la causa se distinguen dos tipos de disfagia, la neurológica, en la que se altera la función de los músculos implicados en la deglución, y la mecánica, producida por algún tipo de obstrucción o dificultad de tránsito a lo largo de ese recorrido del bolo.

También se puede diferenciar en función de la localización, la disfagia orofaríngea, cuando el problema está entre la boca y el inicio del esófago, o esofágica, cuando se localiza entre el esófago y el inicio del estómago. “En esta última puede haber alteraciones de seguridad de la deglución, es decir, puede haber paso al árbol traqueobronquial de secreciones contaminadas, ya sean orofaríngeas o del tracto digestivo. Estas aspiraciones ocasionan frecuentemente infecciones respiratorias. Hasta el 50 % de los pacientes con disfagia que tienen aspiraciones desarrollarán una neumonía por broncoaspiración, con una mortalidad de hasta el 50 %”, expone Riestra.

Algunos problemas neurológicos, como la demencia, la enfermedad de Parkinson o las enfermedades neurodegenerativas pueden desencadenar también problemas de deglución. “Los tumores de la región de la cabeza o el cuello suelen provocarla en algún momento, así como los tumores del esófago, no solo por el propio tumor, sino también por algunos tratamientos como la radioterapia”, explica la experta del SEEN. 

Entre otros de los factores que contribuyen al desarrollo de esta enfermedad está la edad, “porque cuando se envejece la producción de saliva disminuye, existe ausencia de dientes y la masa muscular se reduce, favoreciendo que las personas desarrollen problemas para tragar”, detalla Riestra.

Síntomas y detección de la disfagia

Los síntomas para detectar este padecimiento se perciben cuando la persona siente dificultad para pasar los alimentos, que puede ir acompañada de una sensación de ahogo o tos al tragar, así como que la comida o la bebida “pasan por otro lado”. “Si el problema está en el esófago, normalmente aparece regurgitación o dolor retroesternal después de tragar. En el caso de que la deglución no sea segura porque el paciente tose al comer, se atraganta o deja comida mucho tiempo en la boca, existe un riesgo importante de broncoaspiración”, sostiene la endocrinóloga.

Para su diagnóstico, existen pruebas establecidas y validadas como la herramienta de cribado EAT-10 (Eating-Assessment Tool 10), “un cuestionario muy sencillo de rellenar que consta de 10 preguntas y que permite evaluar de forma sistemática si el paciente presenta síntomas clínicos de disfagia. Además de poder predecir el riesgo de aspiración, lo contesta el propio paciente y se puede utilizar en cualquier nivel asistencial”, señala Riestra.

Si ese cribado es positivo (puntuación ≥ 3), se continúa la evaluación. El Método de Exploración Clínica Volumen-Viscosidad (MECV-V), que consiste en dar al paciente una pequeña cantidad de alimento en distintas consistencias (pudin, néctar, líquido), aumentando progresivamente el volumen, de 5 a 20 ml, y observando la seguridad de la deglución en las distintas condiciones, mientras se monitoriza la saturación. “Si aparece alteración se continúa con los estudios instrumentales”, apunta la experta de la SEEN.

Recomendaciones nutricionales 

Las recomendaciones nutricionales varían en función del diagnóstico y la caracterización del mecanismo causante de la disfagia del paciente. Como sostiene Riestra, “No es lo mismo si se debe a una enfermedad neurológica o a una causa mecánica por un tumor, por ejemplo, o si afecta a la zona oral, faríngea o esofágica”.

Si la persona con disfagia mantiene la capacidad para deglutir y se puede utilizar la vía oral, se debe tratar de realizar una adaptación de la textura de los alimentos. “Cuando aumentamos la viscosidad de un alimento o bebida, la persona tiene más tiempo para prepararse para la deglución y así se facilita el control del alimento o bebida en la boca”, anuncia la endocrinóloga. 

Con respecto a la adaptación de la alimentación natural y dependiendo del grado de disfagia, se podría tomar una textura de fácil masticación o totalmente triturada. “Igualmente hay alimentos que debemos evitar para que la deglución sea segura, entre otros aquellos de textura mixta (por ejemplo, leche con galletas) o los que desprenden mucho líquido, como determinadas frutas jugosas, alimentos que no forman bolo dentro de la boca (arroz suelto o guisantes)”, agrega la especialista de la SEEN.

En el caso de que la disfagia sea muy grave, la vía oral no es posible, “por lo que hay que emplear sondas de alimentación para suministrar nutrientes directamente en el tubo digestivo”, informa Riestra, para quien el papel de los cuidadores es muy importante.

“Deben supervisar la actitud de la persona durante las comidas, por ejemplo, vigilar si tose después de tragar, lanzar órdenes cortas, sencillas y concretas, utilizar la cuchara o el tenedor y evitar dar de comer con jeringa. Y el paciente debe estar en una postura adecuada, no hablar hasta completar la deglución y evitar tumbarse hasta al menos 30 minutos después de comer, para que no se produzcan regurgitaciones”, explica.

Aunque la disfagia se puede producir como consecuencia de una enfermedad crónica que no va a desaparecer, “en muchas ocasiones es posible realizar rehabilitación y mejorar la capacidad para tragar del paciente”, señala. Como concluye la experta, el tratamiento de los afectados por la disfagia “debe seleccionarse de forma individual, según enfermedad de base, estado cognitivo o soporte familiar y de cuidadores. La intervención adecuada debe encaminarse a mejorar la eficacia y seguridad de la deglución. Y la disponibilidad del logopeda es de vital importancia para esta rehabilitación”.