Sigmund Freud, El Che Guevara, Anton Chéjov, Arthur Conan Doyle o Oliver Sacks son algunos de los nombres que conforman la lista de los personajes de la historia que además de ejercer la medicina se dedicaron a otros ámbitos humanísticos como la política o la escritura. Encontrar perfiles de profesionales sanitarios que también dedican su tiempo a otras actividades profesionales hoy en día no es fácil. Desde muy temprano el sistema educativo establece una gruesa línea entre el estudio de la ciencia y las letras, separando, en ocasiones hasta la irreconciliable, los conocimientos que se adquieren de las distintas disciplinas.
“Y esta barrera que se impone es precisamente parte del origen de la deshumanización que caracteriza a la medicina de hoy”, manifiesta Raúl Contreras, responsable del Centro de Estudio e Investigación en Enfermedades Hepáticas y Toxicológicas de Hidalgo (CEIHET) en México y filósofo. “Aunque primero estudié la carrera de medicina siempre quise formarme en lo humanístico. Mi padre era historiador y yo crecí entre libros, desarrollando un amor tremendo por las humanidades. No me decidí por la filosofía como primera opción porque me decían que era una carrera sin salidas”, confiesa Contreras, quien después de más de una década como hepatólogo, se licenció en Filosofía en el 2006 y colabora como columnista escribiendo ensayos políticos para distintos medios.
“A mí la interpretación también me ha acompañado desde que soy pequeñita, desde los 11 años. Cuando me di cuenta de que me interesaba de verdad empecé a formarme en serio, pero a la hora de elegir carrera opté por la medicina, que también me gustaba y que, como profesión, ofrecía más estabilidad”, cuenta Verónica Espiga, médica de atención primaria en la Unidad de Urgencias del Hospital Universitario de La Princesa y actriz de teatro. “Cuando algo de verdad te apasiona se saca tiempo hasta de donde no hay. Este año, por ejemplo, no he parado, he tenido muchas funciones; un fin de semana tenía guardia y el otro una obra. Pero, al final, es cuestión de organizarse con los horarios”, cuenta.
Conocimientos de anestesia y anatomía para transformar cuerpos
“Como me gustaba mucho la cirugía y tenía conocimientos de anatomía y de fisiología de cicatrización, cuando un amigo me propuso hacer piercings me encantó la idea y decidí que quería dedicarme también a ello”, dice María José Montes, médica general que compagina su actividad en los ensayos clínicos en un centro de salud privado y la perforación estética. Al tiempo que Montes atiende en su jornada laboral diaria a los pacientes que participan en estudios oncológicos y protocolos para el desarrollo de fármacos y vacunas de los que es responsable, acaba de abrir su propio estudio de perforaciones. “Me encanta la capacidad de empoderamiento que aporta la transformación de los cuerpos, incluso como terapia para su aceptación y cambiar la autopercepción con el objetivo de que la persona se sienta más cómoda”, resalta la sanitaria, para quien “perforar es como llevar a cabo una pequeña cirugía. Hay que tener la habilidad manual para hacer intervenciones”, expresa Montes que rechaza la forma que tiene el sistema de “enseñarnos la ciencia y las humanidades como campos fragmentados, cuando en realidad son dos lenguajes que se complementan y van de la mano”, sentencia.
“Por, ejemplo, gracias a mis conocimientos de anestesia soy menos invasiva con las perforaciones”, confiesa la perforadora. Durante sus prácticas de la carrera rotó en el Hospital Universitario Val d' Hebrón Hebrón, en el servicio ginecología y obstetricia de alto riesgo, “especialidad a la que me quiero dedicar”.
Y fue precisamente durante su estancia en el hospital catalán donde se dio cuenta de lo importante que era la relación y atención al paciente. “Tras la experiencia quise involucrarme en la relación entre médico y paciente, y estudié un máster especializado en humanidades, ética y atención, porque se olvida en muchos aspectos de que el paciente es una persona”, cuenta Montes. Acaba de terminar su tesis doctoral sobre la violencia obstétrica. “Si empezamos a hablar del parto como un acto humanizado es porque venimos de su deshumanización”, aclara.
El trato con el paciente más allá del diagnóstico clínico
“La inadecuada atención al paciente es una de las principales quejas de los sistemas sanitarios actuales. Hay médicos muy capacitados y especializados en sus campos científicos: en cuanto a conocimiento son los mejores, pero el trato con el que se dirigen a los pacientes resulta muy pobre”, coincide Contreras. De acuerdo con el especialista, “los sanitarios debemos tratar de tener mucha más empatía, analizar el aspecto familiar, social, psicológico del paciente para tomar decisiones a niveles clínico que eviten lastimar otros aspectos que afectan a su calidad de vida”, resalta el hepatólogo y profesor en la Facultad de Medicina de Hidalgo. “En mis clases de bioética les insisto a mis alumnos la importancia de dejar de ver al paciente como un problema que resolver y enfocarlo como una persona a la que ayudar. Porque generalmente el médico solo se entrena en la resolución de un diagnóstico clínico, olvidando el aspecto social”, dice el hepatólogo a quien su formación humanística le ha servido “sobre todo, para tener una visión integral del paciente no solo desde la perspectiva de la enfermedad. Por eso trato de aplicar siempre la antropología filosófica en las consultas médicas”. El método científico a su vez le ha permitido separar “la filosofía de calidad, basada en evidencias, la razón y la lógica, de las visiones más de tipo esotérico y de las creencias místicas. Alumbrar la filosofía con pensamiento científico es muy útil para silenciar ideologías que pueden ser muy perjudiciales. Yo creo que ser médico me hace ser un filósofo más completo”, afirma.
Entre las guardias y los ensayos
A Espiga su formación artística también le ha ayudado a ejercer su profesión en el Hospital de la Princesa. “Subirte a un escenario e interpretar distintos papeles y vivencias te vuelve más empática, te permite ponerte en la piel de otros. Al fin y al cabo, la medicina, sobre todo mi especialidad, es un ámbito en el que todo el tiempo tienes que estar en contacto con gente y desarrollar relaciones”, destaca la actriz burgalesa. A pesar de las dificultades para compaginar ambas profesiones, Espiga jamás se ha planteado dejar de lado su faceta artística. Incluso en los años más difíciles de la carrera no abandonó el teatro. “Tampoco durante el MIR, cuando me salieron un par de obras y cada tres semanas tenía que viajar a Sevilla. Decidí que, si ese año no sacaba plaza, sería el siguiente. Pero al final, haciendo muchos esfuerzos pude hacer ambas cosas”, cuenta.
Adrián Barrajón, especialista digestivo, coincide con Espiga en que compaginar profesiones tan distintas, “a veces resulta una odisea, pero la música es mi pasión y no pienso abandonarla”. Adjunto de la especialidad en tercer año en un Hospital HM de Madrid, empezó con clases de flauta traversa y el clarinete a los seis años “y pronto me uní agrupaciones de música donde se tocaba pasodoble, marchas de procesiones para Semana Santa, música clásica, jazz… todo tipo de repertorios. Durante la adolescencia me organizaba muy bien entre la música y el estudio, pero cuando llegué a la universidad se me complicó bastante”, relata Barrajón. El año del MIR dejó una de las bandas que integraba y disminuyó la frecuencia de los ensayos. “Lo que nunca abandoné fue la banda de mi pueblo, en Villanueva de la Cañada, donde me he formado como músico y sigo ensayando. Ahora toco la mitad de lo que tocaba antes, pero sigo activo”, manifiesta el digestivo y confiesa que “en realidad, la medicina es a lo que más me dedico”.
“Tengo bastante claro que, si pudiera vivir de la interpretación, que es mi pasión, sin duda, dejaría la medicina, sobre todo con el maltrato al mundo sanitario que estamos viviendo, los contratos temporales y malas condiciones laborales”, confiesa Espiga. “Pero si la situación de los sanitarios es precaria, la de aquellos profesionales que se dedican al arte se eleva a la enésima potencia, vivir del teatro es muy complicado”, añade.
“Al menos que seas un virtuoso y tengas suerte dedicarse a la música es incompatible con ganar un sueldo digno. Así que, en el caso de tener que elegir, optaría por la medicina, porque es mi medio de vida. De todas formas, espero no tener que dejar la música nunca, ¡me acabo de comprar un clarinete nuevo!”, anuncia bromeando Barrajón.
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