Los mayores hospitalizados que no siguen una dieta mediterránea podrían beneficiarse más del ejercicio físico para prevenir la discapacidad tras el alta

  • Olga Fernández Castro
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La hospitalización de las personas mayores con enfermedad aguda supone un problema en su funcionalidad, ya que a menudo tras el alta precipita su incapacidad para vivir de forma independiente y realizar las actividades básicas de la vida diaria. 

Ahora un nuevo estudio ha investigado la relación entre la adherencia a la dieta mediterránea y la respuesta a un programa de educación para la salud y el ejercicio para prevenir dicha discapacidad y ha encontrado que las personas mayores de 75 años con baja adherencia a la dieta mediterránea podrían beneficiarse más de una intervención de ejercicio físico y educación para la salud. “Nuestra hipótesis es que aquellos que tienen una adherencia más baja a la dieta mediterránea presentan más carencias y el ejercicio físico ayuda a mejorar la funcionalidad en estos sujetos”, explica a Univadis España Mireia Urpi- Sarda, de la Facultad de Farmacia y Ciencias de la Salud, el Instituto de Investigación en Nutrición y Seguridad Alimentaria (INSA-UB) y el Campus de la Alimentación de Torribera de la Universidad de Barcelona, y coautora del estudio.

Relación entre dieta y funcionalidad

El estudio, publicado en la revista Journal of Nutrición and Health y Aging, se basa en el proyecto AGECAR-Plus, un ensayo clínico aleatorizado sobre 260 pacientes de 75 o más años llevado a cabo en el Hospital General Universitario Gregorio Marañón, en Madrid. 

El trabajo actual realizó un análisis secundario de un subconjunto de 109 participantes del ensayo AGECAR-Plus —edad media de 87 años y el 46 % mujeres— y evaluó el grado de adherencia a un patrón dietético mediterráneo, los niveles de polifenoles en orina, el estado funcional, y otros parámetros de salud en el momento del ingreso y el alta hospitalaria. Se realizaron dos grupos: uno de control con 46 participantes a los que se les realizó tratamiento hospitalario habitual y un grupo de intervención con 63 participantes en los que se realizó además un programa de ejercicio supervisado y educación para la salud. 

“A su vez, cada uno de estos dos grupos (control e intervención) los dividimos en pacientes con alta y baja adherencia a la dieta mediterránea. Medimos esta adherencia en el momento del ingreso hospitalario y vimos cómo evolucionaban durante la estancia hospitalaria que solía tener una duración media de cinco días porque eran pacientes con enfermedades agudas”, detalla la investigadora. 

Los participantes con baja adherencia a la dieta mediterránea en el grupo de intervención aumentaron significativamente su estado funcional durante la hospitalización y, al alta, fue superior al del grupo control. Sin embargo, no se observaron aumentos significativos en el grupo de control ni entre los participantes con una alta adherencia a la dieta mediterránea. 

Ejercicios personalizados

La intervención con ejercicios incluye entrenamiento de fuerza de los miembros inferiores, entrenamiento de equilibrio, caminata y entrenamiento de músculos inspiratorios. Cada sesión tenía una duración de 30 minutos y se realizaba dos veces al día. “Son ejercicios que no requieren de equipamiento pesado, solo se necesitan bandas elásticas y un dispositivo de entrenamiento respiratorio. Los ejercicios se realizan todos los días, excepto los fines de semana”, aclara Mireia Urpi. Quien insiste en que “lo bueno del estudio es que el programa de ejercicios que hacían los pacientes se realizaba a pie de cama o en el pasillo de la planta. Era un programa adaptado a cada paciente con el fin de que pudieran realizarlo por sí solos en el hospital y tras el alta en casa”. En cuanto a la intervención con educación para la salud, “consistió en charlas informativas sobre cómo realizar los ejercicios y cómo mantener la rutina en casa y también información sobre cómo alimentarse de forma saludable”.

Los autores del estudio sugieren que la adherencia a la dieta mediterránea podría representar un indicador potencial de aquellos pacientes mayores de 75 años con una supuesta mejor respuesta a las intervenciones de ejercicio. “Tiene interés en la práctica clínica porque, por ejemplo, si ingresa un paciente con una enfermedad aguda y al medir su patrón de adherencia a la dieta mediterránea se detecta que es baja, permite saber que este sujeto no va a mejorar su funcionalidad si no tiene un programa de ejercicio físico. Esto significa que se pueden hacer intervenciones personalizadas para ellos. Creemos que la inclusión de la adherencia a la dieta mediterránea como variable en el ingreso hospitalario puede ser de interés para personalizar las estrategias durante la estancia hospitalaria”, concluye la investigadora.