Los anticuerpos monoclonales contra la COVID-19 ya no son necesarios
- Roberta Villa
- Noticias
Los médicos no son inmunes a los riesgos del mundo de la desinformación en el que estamos inmersos. Pueden hojear los periódicos diarios o semanales, ver las noticias, escuchar la radio mientras conducen, navegar por las redes sociales mientras se toman un café durante una pausa, en ocasiones, tan necesaria. Y, como todo el mundo, puede que lo hagan de forma distraída y superficial, dejándose impresionar por un titular, una declaración contundente, el nombre de un compañero respetado asociado a una noticia, sin tener tiempo, y a veces ni siquiera ganas, de profundizar, yendo a buscar la fuente primaria de una noticia y el periódico del que procede.
A veces, por desgracia, no hay ningún estudio nuevo que respalde un titular que circula por el ecosistema informativo de la medicina y la sanidad. Especialmente en países como Italia, donde las dificultades de las revistas generalistas y especializadas comprometen no pocas veces la calidad de los contenidos, se venden como declaraciones de uno u otro experto o titulares de notas de prensa copiados y pegados sin ningún filtro crítico. Ademas, dichos enlaces también circulan en chats entre colegas, sin que nadie se tome la molestia de comprobar su validez.
Así puede ocurrir que un médico se encuentre leyendo que un anticuerpo monoclonal, el sotrovimab, cuya eficacia contra las nuevas variantes actualmente en circulación del SARS-CoV-2 es cuando menos dudosa, se sigue recomendando para el tratamiento de primera línea de pacientes frágiles e inmunodeprimidos que hayan dado positivo en la prueba del SARS-CoV-2.
La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) suspendió el uso de este anticuerpo monoclonal hace más de un año, por considerarlo innecesario, y el servicio de salud del Reino Unido declara contundentemente en su página web que el sotorvimab ya no se utiliza en el tratamiento de la COVID-19.
Los más observadores recordarán la declaración publicada el 9 de diciembre de 2022 por el Grupo de Trabajo de Emergencia de la Agencia Europea del Medicamento (EMA), que puede parafrasearse así: "a la luz de las mutaciones que se han producido en la proteína de la espícula del coronavirus en las últimas subvariantes y recombinantes de ómicron, es poco probable que los anticuerpos monoclonales actualmente autorizados en Europa puedan mantener su eficacia. Todos ellos, sin excepción".
Pocos días después, un taller conjunto entre la FDA, la EMA, el mundo académico, la industria y otras partes interesadas elaboró un documento menos amenazador para las empresas implicadas, pero que, a la luz de los datos, no podía contradecir las conclusiones de los expertos europeos. Se limitaba a aclarar cuestiones metodológicas, subrayar la importancia para el futuro del desarrollo de nuevos fármacos y reiterar la prioridad de proteger a las personas inmunodeprimidas. Ni una palabra sobre el uso de anticuerpos monoclonales en el tratamiento actual de estos pacientes.
Desde entonces han aparecido nuevos trabajos. El análisis de seis monoclonales contra algunas de las nuevas subvariantes mostró la resistencia de BA.2.75.2, BA.4.6 y BQ.1.1 a estos fármacos, con la excepción de sotrovimab, que, sin embargo, solo conservó una eficacia débil. Sin embargo, la decisión de las autoridades italianas de interrumpir la publicación de la monitorización de las variantes a partir de principios de abril nos deja sin medios para saber hasta qué punto son válidas estas consideraciones en la situación epidemiológica actual. Según el seguimiento más reciente, a principios de abril, más de ocho de cada diez muestras examinadas ya eran atribuibles a un sublinaje XBB recombinante, con una clara prevalencia de XBB.1.5, apodado Kraken, uno de los más inmunoevasivos conocidos hasta ahora, junto con XBB.1.16, conocido como Arcturus, cuya propagación desconocemos hoy en Italia, pero que se está extendiendo en el resto del mundo. Por lo tanto, es difícil imaginar que los trabajos citados anteriormente, que deducían una eficacia uniforme, aunque leve, del sotrovimab, puedan trasladarse igualmente a la situación actual.
Por eso resulta sorprendente que un gran inmunólogo como Mario Clerici, director del Departamento de Fisiopatología Médica y Quirúrgica y Trasplantes de la Universidad de Milán, siga hablando del fármaco como el único capaz de neutralizar a ómicron. En comparación con las primeras subvariantes, todo ha cambiado, hasta el punto de que las próximas vacunas también irán dirigidas contra el XBB recombinante. E incluso aquí, hay quien duda de que seamos capaces de seguir el ritmo evolutivo del virus.
A mediados de junio, el número de nuevos diagnósticos de COVID-19 en todo el mundo contyinuó disminuyendo, aunque el número de muertes sigue siendo importante. Por tanto, todavía hay margen de mejora en el tratamiento de los pacientes ancianos y frágiles, pero para ello hay que tener en cuenta los datos disponibles, según los cuales, al menos en esta fase, los antivirales son más eficaces que los anticuerpos monoclonales, como sugieren recientemente los trabajos publicados en Lancet y New England. Somos conscientes de las limitaciones de estos fármacos, especialmente las posibles interacciones con otros medicamentos en pacientes que tienen muchas probabilidades de presentar comorbilidades, pero esto no debería justificar la promoción de productos de alto coste de los que no se pueden esperar beneficios hasta la fecha.
El informe de cierta eficacia remanente contra XBB.1 en modelos animales, aunque inferior a la observada con las primeras subvariantes omicrón, no basta por sí solo para justificar esta recomendación en pacientes frágiles. Tampoco puede bastar la convicción de expertos individuales, basada en la experiencia que ven en sus consultas, contra la opinión predominante en la comunidad científica y la posición de las agencias reguladoras en Europa, el Reino Unido y los Estados Unidos.
Hay que recordar a los médicos la jerarquía de las pruebas: la opinión de uno o varios expertos italianos, por muy estimables que sean, no puede contrarrestar el consenso alcanzado a nivel internacional sobre la base de datos considerados tan sólidos como para dirigir decisiones drásticas de las autoridades sanitarias.
Este contenido fue publicado originalmente en Univadis Italia.
Desafortunadamente este artículo no esta disponible para usuarios no logados
Has alcanzdo el límite de artículos por usuario
Acceso gratuito Un servicio exclusivo para profesionales sanitarios