Las niñas y mujeres representan 9 de cada 10 casos de trastornos de la conducta alimentaria en España
- Andrea Jiménez
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Según concluye una investigación publicada en la revista Jama Pediatrics, hasta el 22 % de los niños y adolescentes muestran trastornos de la conducta alimentaria en todo el mundo. Como advierte el reciente metanálisis, que analizó 32 estudios que incluyeron a 63.181 participantes de 16 países distintos, la proporción se elevó aún más entre las niñas, los adolescentes mayores y aquellos con un índice de masa corporal más alto.
En España, alrededor de 400.000 personas padecen algún trastorno de la conducta alimentaria , de los que 300.000 son chicos y chicas de entre 12 y 24 años, siendo la tercera causa de enfermedad crónica en la adolescencia, según datos de la Asociación TAC de Aragón.
Como concluyen las estadísticas, si bien los trastornos de la conducta alimentaria afectan a ambos sexos, son dos veces y media más frecuentes en mujeres, siendo su prevalencia en nuestro país del 4,1 % al 6,4 % en entre la población femenina de 12 y 21 años, y del 0,3 % para los hombres en ese mismo intervalo de edad. Las mujeres representarían hasta 9 de cada 10 casos.
“Aunque cada vez se da con más frecuencia en chicos, siguen siendo una minoría en comparación a ellas”, señala Covadonga Canga Espina, especialista en Psiquiatría infanto-juvenil en la Clínica Universitaria de Navarra. De acuerdo con un estudio realizado en el 2022, los trastornos de la conducta alimentaria mejor caracterizados son la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracón. “Los estudios de prevalencia indican amplias diferencias en función del grupo de edad y el sexo, muy superior en las mujeres jóvenes, concluye además el trabajo.
Mientras que la prevalencia por atracón es superior en edades adultas y en varones, de entre todos los tipos de trastornos de la conducta alimentaria, los más comunes en la adolescencia son la bulimia y la anorexia nerviosa, que tiene la tasa más alta de mortalidad por complicaciones médicas o suicidio. “La anorexia nerviosa suele aparecer en chicas más jóvenes de entre 13 a 14 años, pasada la adolescencia temprana, y la bulimia nerviosa alrededor de los 19, 20 años”, señala Canga. Según la especialista, la primera afección sería la más común en la población clínica, “porque es la más grave y obliga a acudir al médico por el riesgo vital que constituye. No obstante, los trastornos más frecuentes suelen ser por atracones y bulimia nerviosa, que permiten llevar una vida bastante funcional”.
Este tipo de enfermedades mentales se agravaron durante la primera ola de la pandemia, como expone un estudio transversal que comparó las tendencias de este trastorno durante la primera ola de la COVID-19 con el periodo prepandémico de cinco años en 1.883 niños y adolescentes. “Después de la pandemia observamos un efecto del aumento de casos, sobre todo de anorexia grave”, concuerda la psiquiatra de la Clínica Universitaria de Navarra.
Aunque, como expone Canga, no se ha identificado un factor concreto que desencadene obligatoriamente este tipo de trastornos, “existen distintos factores que aumentan el riesgo como la genética, los antecedentes familiares o situaciones que generen mucha tensión, entre otros”.
Para hacer frente a este problema, las sociedades médicas coinciden en que es necesario prestar especial atención a los adolescentes que presentan diabetes, obesidad, consumo de drogas, síndromes de malabsorción, trastorno obsesivo compulsivo, trastornos de ansiedad, del estado de ánimo, de personalidad o de control de impulsos.
“Una vez diagnosticado el trastorno, lo primero es evaluar riesgo vital, asegurar una alimentación correcta y valorar si el paciente precisa de tratamiento farmacológico de algún tipo”, señala la especialista, para quien la psicoterapia y psicoeducación son fundamentales a la hora de abordar este tipo de problemas. “La mayoría son menores de edad, por lo que es muy importante hablar con el ambiente familiar para llevar a cabo un seguimiento, fomentar la comunicación con los padres o tutores legales, la vinculación con sus iguales y trabajar con el autoestima de cada uno de ellos”, asegura Canga.
Según expone un estudio del 2014, en los países occidentales con sistemas sanitarios públicos en los que la atención primaria constituye la entrada del paciente al sistema, como lo es España, el primer nivel de salud debería desempeñar un papel clave en el diagnóstico y tratamiento de los trastornos de la conducta alimentaria. No solo para prevenir la cronicidad y mejorar el pronóstico de este tipo de trastornos, sino para informar también sobre la enfermedad a pacientes y familiares.
De acuerdo con las recomendaciones de la SEMG, los profesionales de la Atención Primaria deben estar atentos en sus consultas a aspectos clave como la evolución del peso, los hábitos de dieta, ejercicio, hábito intestinal, patrón de sueño, patrón menstrual en las mujeres, consumo de sustancias, grado de satisfacción y hobbies.
Además de las anteriores recomendaciones, se aconseja incluir en la consulta habitual la encuesta SCOFF, una herramienta de cribado formada por cinco preguntas dicotómicas que valoran la pérdida de control sobre la ingesta, las purgas y la insatisfacción corporal.
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