La infección conjunta de SARS-CoV-2 y citomegalovirus aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares

  • Carlos Sierra, PhD
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Poco a poco, una vez acabada la emergencia sanitaria provocada por la COVID-19, se van conociendo nuevos datos que permiten explicar por qué personas que, en teoría, pasaron dicha enfermedad de manera leve o asintomática, ahora están experimentando problemas serios de salud.

En este caso, la nueva relación de pareja peligrosa encontrada es SARS-CoV-2 con citomegalovirus, uno de los herpesvirus con mayor prevalencia mundial, llegando a afectar a entre el 40 y el 90 % de la población en función del área geográfica. Esta combinación vírica provoca un aumento en el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares a edades más tempranas, incluyendo a pacientes que, estando previamente infectados por citomegalovirus, padecieron la COVID-19 de forma leve o, incluso, asintomática sin estar vacunados previamente.

Esta es la principal conclusión de un trabajo llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Córdoba (UCO) y el Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (IMIBIC) publicado en la revista The Journal of Infectious Diseases

SARS-CoV-2 más citomegalovirus: envejecimiento prematuro del sistema inmunitario

La razón por la que estos pacientes tienen un mayor riesgo de desarrollar una enfermedad cardiovascular a una edad temprana es que la coinfección con ambos patógenos provoca un envejecimiento prematuro del sistema inmunitario. 

“Sin embargo, es necesario hacer una aclaración importante: esto no quiere decir que las personas que hayan sido contagiadas con estos dos virus vayan a desarrollar necesariamente problemas cardiovasculares”, puntualizó a Univadis España la Dra. Alejandra Pera, investigadora principal del estudio y perteneciente a la UCO y el IMIBIC. No obstante, dada la alta prevalencia de ambos virus, la coinfección sí supone una circunstancia "que sería interesante tener en cuenta en el historial clínico del paciente y valorar si debe ser añadido a la lista de factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares, como los antecedentes familiares, el consumo de alcohol y tabaco, la ingesta habitual de alimentos altos en grasas saturadas o un estilo de vida sedentario”, declaró a Univadis España Fabián Sanchis cardiólogo de la escuela de medicina de la Universidad de Stanford, experto ajeno a este trabajo.

En este estudio, los investigadores de las dos entidades cordobesas analizaron el estado del sistema inmunitario en personas con y sin infección crónica por citomegalovirus a los 3-6 meses de haber pasado una infección leve o asintomática por SARS-CoV-2 habiendo recibido dos dosis de la vacuna de Pfizer, o entre 3-6 meses y 12 meses después de haber sido infectados por el SARS-CoV-2 sin haber recibido ninguna inmunización vía vacuna. Los pacientes sin vacunar fueron reclutados en dos intervalos temporales: entre abril de 2020 y octubre de 2021 y desde marzo a mayo de 2022; mientras que los que recibieron dos dosis de la vacuna de Pfizer fueron reclutados desde diciembre de 2021 a marzo de 2023. 

Los resultados mostraron que en los pacientes infectados por ambos virus sin haber sido vacunados contra el coronavirus se generó una expansión de células T con mayor funcionalidad. Estas células, que en circunstancias normales ayudan a proteger el cuerpo de las infecciones, pueden ser peligrosas cuando se activan de forma excesiva porque pueden dar lugar a fenómenos inflamatorios que lleguen a dañar el endotelio vascular, una capa de células que recubre el interior de los vasos sanguíneos.

Este no es un resultado del todo inesperado porque el citomegalovirus, por sí solo, ya provoca un aumento de células T. La novedad de este estudio es que se ha comprobado que el SARS-CoV-2 genera un efecto añadido en personas sin vacunar que sufrieron una infección leve o asintomática. 

El papel clave de las vacunas en la prevención

Como ya se ha comentado, el aumento de células asociadas a enfermedades cardiovasculares solo se observó en pacientes con una infección crónica de citomegalovirus que se infectaron con SARS-CoV-2 sin haberse vacunado contra este segundo virus.

Por lo tanto, a pesar de ser necesario realizar nuevos estudios que tengan en cuenta distintas variantes del SARS-CoV-2 y la administración de vacunas diferentes de la de Pfizer, “los resultados parecen indicar que las vacunas previenen y amortiguan esta expansión descontrolada de células T capaces de causar daño cardiovascular”, concluyó la Dra. Alejandra Pera.