La importancia de valorar a los pacientes pediátricos con alteraciones respiratorias o cardiacas antes de coger un avión
- Andrea Jiménez
Como una cuestión destacada que se abordó en el 68 Congreso de la Asociación Española de Pediatría (AEP) celebrado a principios de este mes en Palma de Mallorca, expertos señalan la importancia de valorar a los pacientes con alteraciones respiratorias o cardiacas antes de coger un avión, sobre todo en la población pediátrica.
La reducción de oxígeno que se produce en alturas elevadas puede causar complicaciones en personas con distintas enfermedades. “Preocupan en especial pacientes con fibrosis quística o con asma grave o muy mal controlado”, expone Borja Osona Rodríguez, pediatra de la Unidad de Neumología Pediátrica del Hospital Universitario Son Espases de Palma de Mallorca.
En España la prevalencia de infantes que presentan asma grave oscila entre el 7,1 y el 12,9 % en niños de 6-7 años, y entre el 7,1 y el 15,3 % a los 13-14 años. “También hay que vigilar a aquellos con neumopatías intersticiales, enfermedades restrictivas como problemas neuromusculares o con alteraciones de la caja torácica y cardiopatías. Cualquier paciente que tenga una afectación pulmonar moderada-grave puede tener más problemas”, apunta el experto. Por otro lado, los síntomas respiratorios y afecciones, como miorcarditis y fatiga, se están presentando cada vez más en menores. “La bronquiolitis, por ejemplo, es una enfermedad de invierno. Pero tras la llegada de la COVID-19 se ha alterado la epidemiología y ahora también se presenta en primavera y verano”, destaca Osona.
De acuerdo con el pediatra, de forma general se suelen ignorar los riesgos que puede implicar para la salud viajar en avión. “Se piensa que es lo mismo que viajar en coche y tiene unas características de presión y concentración de oxígeno que lo hacen muy distinto”. La presión en una cabina de avión en pleno vuelo es similar a la que se puede experimentar subiendo una montaña a 2.500 metros de altura. La consecuencia es que se reduce la disponibilidad de oxígeno, lo cual afecta directamente a la capacidad respiratoria. “Normalmente respiramos a una concentración del 21 % y en el avión es del 15 %. En un paciente crónico ese porcentaje puede causar problemas”, expone Osona.
Para saber si un paciente está preparado o no para volar existen los denominados test de vuelo, los cuales predicen los riesgos antes de subirse a un avión. “Pero, debido a la falta de conciencia sobre los problemas que implica viajar en altura, y porque se desconoce la existencia de este tipo de exámenes médicos, son muy pocos los que solicitan, a pesar de ser una prueba relativamente simple”, señala el pediatra, a quien sorprende que, “cuando exponemos el problema en charlas y foros de neumología todo el mundo lo ignora”. Como explica el especialista, “el test de vuelo se trata de una prueba fácil y asequible que cualquier unidad de hospital puede hacerlo y no se necesita mucha infraestructura: una botella de nitrógeno y una mascarilla de oxígeno”.
En esta prueba se simula durante 15-20 minutos las condiciones que se dan durante el vuelo, con una concentración de oxígeno más baja de la habitual. “Más que una cuestión de coste e de infraestructura se trata de conocerlo y practicarlo; introducirlo en la rutina de asistencia”, señala el pediatra. “Pensamos que habría que hacer más test, pero, sobre todo, conseguir que los pediatras y a los padres estén informados de que para algunos pacientes coger vuelos o viajar en altura puede conllevar ciertos riesgos”, recomienda.
Islas Baleares, una de las comunidades autónomas donde más se practica el test de vuelo
En Baleares, una de las comunidades autónomas donde más se practican este tipo de pruebas por la frecuencia con la que viajan en avión sus habitantes, se hacen en torno a 50-60 pruebas anuales. El Hospital de Son Espases es el único que lo realiza a niños y adolescentes en las islas. Este test se lleva a cabo en los Servicios de Neumología de los hospitales pediátricos y basta con realizarlo una sola vez en la etapa infantil, siempre y cuando la enfermedad permanezca estable y no haya cambios. En la mayoría de territorios de España está técnica apenas se hace y es bastante desconocida “seguramente porque en las islas hay una mayor costumbre de tomar vuelos. Los pacientes que atendía cuando trabajaba en Madrid jamás me preguntaban por ello. En Baleares hay más conciencia a la hora de volar. Hay mucho turismo y la gente coge más aviones. Los niños quizá están más acostumbrados”, plantea el experto.
Los pacientes con trastornos crónicos son los que presentan mayor riesgo, pero también aquellos con enfermedades agudas. “Cuando un paciente tiene una infección pulmonar importante no debería volar bajo ningún pretexto, puesto que su saturación de oxígeno puede alterarse”, destaca Osona.
Al margen de la recomendación que hacen los pediatras, no está permitido volar con una bomba de oxígeno, por lo que la solución para cada paciente dependerá de las aerolíneas. “Algunas te facilitan el oxígeno a bordo de forma gratuita, en otros casos tienes que pagar por él un precio bastante elevado y algunas compañías, directamente, no dan esta opción a los pasajeros”, aclara el neumólogo pediátrico.
“Dado que no se pueden subir al avión bombonas de oxígeno, lo que les podemos proporcionar en esos casos desde el sistema público de salud son concentradores de oxígeno, que funcionan con batería y suministran oxígeno de forma ilimitada siempre que estén conectados a la corriente. En definitiva, es bastante simple si lo solicitas y lo preparas con tiempo”, concluye el doctor Osona.
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