La guerra que vendrá
- Dr. Miguel Álvarez Deza
El Club de Roma, una asociación privada compuesta por empresarios, científicos y políticos, encargó, en 1970, a un grupo de investigadores del Massachusetts Institute of Technology (MIT), un informe para tratar de anticipar la forma de comportamiento del sistema económico-ecológico mundial. El informe se publicó en 1972, poco antes de la primera crisis del petróleo, bajo el título: “Los límites al crecimiento”. Después, esta obra pionera fue revisada, mejorada y actualizada en tres ocasiones en 1992, 2004 y 2012.
El informe se basaba en el programa informático World3 que presentaba varias simulaciones sobre la evolución de la sociedad en función de una serie de variables como el crecimiento de la población, la contaminación y la disponibilidad de recursos. Uno de los escenarios tomaba como referencia que la población crecería con la misma intensidad con la que consume recursos y deteriora el medio ambiente. La extralimitación en el uso de los recursos naturales y su progresivo agotamiento, iría seguida de un colapso en la producción agrícola e industrial y posteriormente de un decrecimiento brusco de la población humana. Y el informe concluía que “si la industrialización, la producción de alimentos y el agotamiento de los recursos mantienen las tendencias actuales se alcanzará los límites en cien años”.
El informe tuvo un gran impacto y recibió críticas muy duras por parte de la comunidad científica, pero sobre todo del ámbito económico ya que ponía en cuestión el modelo del capitalismo, que no es otro que el crecimiento ilimitado.
La cuestión que se puso sobre la mesa es que no resulta posible el crecimiento ilimitado dentro de una biosfera finita. Este asunto no ha dejado de acompañarnos ni ha perdido actualidad desde entonces.
Nuestra realidad es el imperio de la sociedad de consumo, asociada a la idea de bienestar, al sobreconsumo de bienes y servicios, y donde hemos sustituido la necesidad por la demanda, privilegiando lo no necesario. Un sistema capitalista al servicio de un modelo socioeconómico que reduce el concepto de riqueza a lo estrictamente monetario y no conoce límites.
La pasividad humana y política ha permitido, en gran parte, esta situación. Actualmente se plantean unas exigencias en recursos y residuos que el entorno limitado del planeta no puede satisfacer. Las desigualdades sociales se agudizan, provocado por la apropiación de bienes y riquezas por parte de la élite mundial. Las distancias entre ricos y pobres se acentúan a pasos agigantados. El agua, el aire y el suelo se degradan debido a la contaminación química. El cambio climático cada día es más patente. Los suelos pierden paulatinamente su fertilidad. La población mundial de 1972 se ha duplicado en estos 50 años, ya somos 7,9 billones de personas.
El modelo matemático pronosticó que se produciría un declive del modelo social y económico a partir del 2020. Y así nos ha pillado, aunque la pandemia no estaba prevista. En la segunda mitad del año pasado empezó el alza de precios de los combustibles fósiles, gas y electricidad. Por otra parte, no habían transcurrido dos meses de este año y la crisis geopolítica con la invasión de Ucrania, está produciendo un encarecimiento de la vida y amenaza con generar un grave problema de abastecimiento de productos básicos.
Muchos países están anunciando ya un aumento en el gasto militar. ¿Acaso nos estamos preparando para un futuro en el que seremos agresores de otros países para tratar de conseguir sus recursos? Esta nueva estrategia belicista podría ser la estocada final a la crisis climática, el único problema real con dimensiones existenciales.
Ahora mismo resulta difícil saber qué más puede ocurrir. Vivimos en un momento de desintegración social, económica y ecológica. A nuestro alrededor se acumulan las señales de que todo nuestro sistema de vida será historia pasada dentro de poco.
El informe “El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2021”, elaborado por cinco agencias de Naciones Unidas, alerta de un nuevo escenario significativamente más desafiante: 811 millones de personas no saben qué comerán hoy. Y cada día, en el mundo, mueren 24.000 personas de hambre o por sus causas relacionadas. La combinación de conflictos armados, desastres naturales y la pandemia tiene mucho que ver con estos números aterradores.
Las próximas amenazas para la salud pública son amenazas globales que tienen que ver con el cambio climático, con la pobreza y la desigualdad, y, también con los conflictos, porque son aspectos que van a terminar traduciéndose en problemas de salud colectiva.
“Habrá que hacer acopio de fusiles que disparen girasoles. Van Gogh, desde su nube, está dispuesto a descargar bombas de soles… (La guerra que vendrá, L.E. Aute).
El Dr. Miguel Álvarez Deza es especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública.
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