La falta de información provoca la normalización de los síntomas de la dismenorrea

  • Andrea Jiménez

  • Maria Baena
  • Noticias
El acceso al contenido completo es sólo para profesionales sanitarios registrados. El acceso al contenido completo es sólo para profesionales sanitarios registrados.

Según la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO), la dismenorrea afectaría al menos a un tercio de la población femenina fértil. No obstante, resulta difícil calcular la cifra, “sobre todo cuando se ha normalizado tanto que la regla sea con dolor y hay tantas mujeres que llevan muchos años sufriéndolo y acuden ya tarde a consulta. Como les han dicho que ese dolor normal, lo aguantan”, dice Miriam Al Adib, ginecóloga experta en endometriosis. “Desde los sanitarios hasta la sociedad lo han asumido como común y eso hace que las mujeres no vayan al médico”, coincide Francisco Carmona, jefe de Ginecología del Hospital Clínic de Barcelona y director científico y de cirugía de la Clínica Ginecológica Women’s CD.

La dismenorrea primaria está ocasionada por contracciones del miometrio inducido por prostaglandinas (principalmente prostaglandina F2 alfa), las cuales producen una importante contracción miometrial, la vasoconstricción de vasos endometriales y miometriales, isquemia del útero y sensibilización de las terminales nerviosas. “Aunque la inflamación se genera en la parte baja del abdomen o a nivel pélvico, puede irradiarse a las fosas renales y así se produce ese dolor a la altura de la zona lumbar que muchas mujeres también sufren”, explica Al Adib.

Este padecimiento resulta como síntoma asociado a una patología o puede ser de tipo primario, cuando no existe una lesión orgánica detrás. En opinión de Carmona, “seguramente muchas de esas mujeres que parece que presentan una dismenorrea esencial, en realidad padecen una endometriosis o una adenomiosis, cuando el tejido endometrial aparece en el músculo de la matriz”. Para el ginecólogo, experto en las anteriores alteraciones, “se está infradiagnosticando a muchas mujeres con dolor que sí podrían padecer  algunas de las enfermedades anteriores”.

Los cuadros de dolor propios de la dismenorrea pueden ser leves, moderados y severos; aparecer solos o integrar otras molestias, desde calambres en las piernas, dolor de cabeza, náuseas, mareos, vómitos, desmayos, fatiga, ansiedad, irritabilidad y hasta depresión. De acuerdo con la SEGO, la dismenorrea primaria suele producirse a los meses de la menarquia, la primera regla, y en mujeres de entre 17 y 25 años, y tiende a permanecer durante toda la vida de la mujer, aunque suele disminuir con la edad y tras el embarazo. 

Para algunas mujeres el dolor llega a ser inhabilitante, tanto que algunos países ya han aprobado un permiso laboral para aquellas trabajadoras que sufran dolores incapacitantes durante la menstruación. Mientras que ningún país de la Unión Europea cuenta de momento con una legislación que contemple la baja menstrual, en España la excepción la presentan el ayuntamiento de Girona, que lo aprobó el pasado junio, y el de Castelló de la Plana, que lo hizo tres meses después, y lo han convertido en un derecho en sus normativas laborales. “Una muy buena opción para aquellos casos en los que la dismenorrea es muy intensa”, declara Al Adib.

Factores genéticos y ambientales detrás del dolor

Si bien existen factores genéticos están detrás de este padecimiento, “también hay implicada una parte ambiental; todos los que sean malos hábitos, estrés, comer alimentos procesados, insomnio, afectan al desarrollo del dolor”, expresa la ginecóloga. De acuerdo con la SEGO, mujeres fumadoras o con sobrepeso tienen más posibilidades de desarrollar la alteración dolorosa.

La dismenorrea se produce por un desequilibrio de las prostaglandinas a favor de las prostaglandinas proiinflamatorias. “Los alimentos procesados, el sedentarismo, el insomnio son, por ejemplo, factores que estimulan su producción. La bajada o aumento de peso también altera el equilibrio hormonal a favor de los procesos inflamatorios, así como el propio estrés, regulado por el cortisol”, expresa Al Adib, quien ha abordado el tema en profundidad en sus libros Hablemos de nosotras: reflexiones de una ginecóloga rebelde y Hablemos de vaginas: salud sexual femenina desde una perspectiva global.

El tratamiento farmacológico para este tipo de dolor se divide en analgésicos de tipo antiinflamatorio o anticonceptivos. “En el caso de la píldora, se trata de una combinación de hormonas sintéticas que inhiben el eje hipotálamo-hipófisis-ovario y se crea un ciclo menstrual artificial en el cual el ovario está en reposo”, indica Al Adib. Con el objetivo de disminuir los síntomas se aconseja realizar ejercicio de forma regular, además de reducir el consumo de tabaco, alcohol y cafeína y una dieta baja en grasas saturadas, ingerir más líquidos y un buen descanso. “Si la dismenorrea es el resultado de malos hábitos el primer escalón de tratamiento ideal sería cambiarlos. Y si no mejoran, podemos utilizar suplementos, así como una nutrición especializada que trate el exceso de estrógenos y de inflamación. Además, existen otras alternativas como la fisioterapia de suelo pélvico”, destaca la experta, para quien uno de los grandes problemas de la dismenorrea es la falta de información que reciben las pacientes, sobre todo las más jóvenes. 

Como apunta una encuesta realizada en Francia a 1.000 chicas estudiantes de secundaria, a pesar de que una gran mayoría sufría dismenorrea, la mitad no había consultado a su médico al respecto, recurriendo la mayoría a la automedicación, a menudo de forma inadecuada. El dato alarmante de esta investigación se traducía en la trivialización tan alta de los síntomas de dolor: un 55,1 % creía que el dolor intenso forma parte de la menstruación.

En opinión de Carmona, “es necesario educar a los jóvenes en torno a este problema que puede afectar tanto a la vida de las mujeres; se necesitan más campañas dirigidas a adolescentes explicando que el dolor de regla no es normal: la regla no tiene por qué doler. Como tiene un componente genético, las pacientes tienen a sus referentes familiares, la abuela, la madre o la tía, que también tuvieron dolores pero que de adultas mejoraron, y creen que es lo que hay, que deben aguantar”. “En clases de biología se estudian cosas bastante más complicadas que el ciclo menstrual o lo que puede causar el dolor de regla, deberían ser conocimientos que forman parte de las lecciones de la escuela. Al final es un aprendizaje de algo que les sirve mucho”, concluye Al Adib.