Examen MIR 2023: Opiniones
- Dr. Ángel Benegas Orrego
- Editorial
El pasado sábado, 21 de enero de 2023, miles de compañeros y compañeras asistieron a las aulas seleccionadas en las que, con toda probabilidad, se iba a celebrar el examen más importante de su carrera hasta el momento. Efectivamente, hablamos del examen para acceder a una de las 8.550 plazas que el Ministerio de Sanidad ha tenido a bien convocar y así convertirse en Médico Interno Residente.
Este año sentí la necesidad imperiosa de realizar el examen convocado por la institución, aún a sabiendas de que, sea cual fuere el resultado obtenido, no concurriría a la elección de plaza. Es decir, por muy bien (o mal) que saliese el examen soy conocedor de no querer seguir mi carrera profesional por esta vía.
Entonces, ¿por qué he realizado el examen?
Cuando hablo de necesidad imperiosa no crean que lo digo en vano. En el año 2016 comencé mis estudios de Medicina y, desde el primer día, merodeaba en la atmósfera del aula la palabra MIR. A medida que los cursos iban avanzando, se hacía más constante el escuchar esa palabra. Nada más cerca de la realidad, muchos exámenes a los que me enfrenté durante mi formación de grado estaban basados en el MIR, las diapositivas en la que algunos profesores de asignaturas “importantes” basaban sus clases magistrales llevaban incluidas la palabra MIR e incluso algunos profesores, una vez realizado el MIR, nos hacían llegar las preguntas que habían caído de su asignatura. Es decir, durante los 6 años de carrera, en la mayoría de universidades, preparan para el MIR y se olvidan de la multitud de salidas profesionales diferentes que tenemos al finalizar los estudios de grado.
Es por eso por lo que, este año, una vez finalizada mi formación de grado el pasado mes de junio, siendo conocedor del rumbo que le daba a mi vida profesional no podía dejar de hacer ese último examen para sentirme, de cierta forma, médico. Tenía que pasar ese filtro para poder cerrar mi etapa formativa de grado.
Tengo que decir que no es un examen fácil. Ya solo el tiempo que te proporcionan para cumplimentar el cuestionario de 210 preguntas hace que vayas a contrarreloj. Llegué al aula, me nombraron, me senté, repartieron los exámenes y la atmósfera cambió por completo. Se hizo silencio absoluto en el aula y las caras de mis compañeros denotaban miedo. Yo era consciente de la diferente situación que tenía con la mayoría de ellos ya que habían estado estudiando una media de 10-12 horas diarias desde el mes de junio, haciendo de tripas corazón, rechazando planes y dejando al lado situaciones cotidianas y eran conscientes de que todo eso había terminado. Con buen (o mal) augurio tras la finalización, al abandonar esas cuatro paredes, podrían descansar. Y es que es algo para sentirse orgullosos. Sabiendo en qué situación se encuentra nuestro sistema sanitario, más de doce mil personas querían formar parte de él, querían ser el motor principal de ellos y querían que su vocación no sufriera ningún detrimento, siempre mirando por sus futuros pacientes. Cada pregunta de esas 210 era un paciente que se ponía en tus manos.
Comencé a leer, mi versión del examen comenzó con preguntas de Fisiología, y seguidamente empecé a realizar el examen. Notaba que estaba haciendo algo que no me había preparado pero sentía la necesidad “de saber qué contestar” pues, al final, el temario del examen es “la medicina”, cosa que he estudiado durante 6 años de mi vida.
Preguntas sencillas que resaltaban su respuesta, como diciendo: “márcame, soy la correcta” y otras no tan sencillas aun siendo de conceptos básicos. Pensamientos del tipo: “¿cómo no vas a saber responder esta pregunta sobre la insuficiencia cardiíaca?”.
Una vez finalizado el tiempo del examen, entregué la hoja de respuestas y me pusieron el sello en mi hoja. Era el final. Ahora sí que sentía que mi etapa formativa había finalizado.
Dr. Ángel Benegas Orrego. Médico General.
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