Eventos cardiovasculares a medio y largo plazo tras el ingreso por COVID-19

  • Dra. Paz Gómez Polledo

  • Maria Baena
  • Noticias
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Es un hecho conocido que durante la fase aguda de la infección causada por el coronavirus del síndrome respiratorio agudo grave de tipo 2 (SARS-CoV-2) los pacientes ingresados por COVID-19 presentan frecuentemente eventos cardiovasculares que afectan tanto al miocardio y pericardio como al endotelio vascular sistémico, pero apenas hay datos sobre la afectación cardiovascular a medio y largo plazo una vez que reciben el alta.

Con el fin de solventar esta carencia, el Dr. Negreira y otros investigadores del Servicio de Cardiología del Hospital General Universitario de Ciudad Real y de la Facultad de Medicina de la Universidad de Castilla-La Mancha en Ciudad Real llevaron a cabo un estudio prospectivo de 673 pacientes (el 53,9 % varones; media de edad, 66,7±15,8 años) que habían estado ingresados en un centro de referencia por presentar un cuadro clínico compatible con COVID-19 (principalmente, disnea y consolidación pulmonar bilateral), la mayoría con un tiempo de evolución clínica inferior a 1 semana, y dar positivo en la prueba de reacción en cadena de la polimerasa para el SARS-CoV-2. 

Un 23 % de los pacientes padecía concomitantemente una afección cardiaca y muchos presentaban factores de riesgo vascular, como diabetes (30,3 %), obesidad (20,8 %) y tabaquismo (17,9 %).

Tras una estancia hospitalaria media de 9,3 ±6,2 días, los pacientes fueron dados de alta y sometidos a seguimiento durante un periodo medio de un año (352,2±70,4 días). 

Transcurrido este tiempo se analizó la incidencia acumulada de eventos cardiovasculares mayores, tales como síndrome coronario agudo, ictus, enfermedad tromboembólica venosa, hospitalización por insuficiencia cardiaca o mortalidad por causa cardiovascular.

Alta prevalencia de insuficiencia cardiaca tras ingreso por COVID-19

El análisis mostró que 1 de cada 16 pacientes hospitalizados sufrió algún evento cardiovascular mayor en el primer año tras el ingreso por COVID-19, un 33 % de ellos durante los primeros 30 días tras el alta hospitalaria, con una mediana hasta el primer evento de 74,0 (26-274) días. 

De todos los eventos cardiovasculares registrados tras la hospitalización por COVID-19, el más precoz fue la enfermedad tromboembólica venosa, particularmente la tromboembolia pulmonar (62,5  %), que se presentó antes de 1 mes en el 75 % de los casos, mientras que el más frecuente fue el ingreso por insuficiencia cardiaca, generalmente transcurrido más de 1 mes desde la hospitalización.

Durante el seguimiento se registraron 36 fallecimientos (5,3 %), pero solo en el 0,7 % fueron atribuibles a una causa cardiovascular.

Afectación cardiovascular tras la COVID-19: ¿qué sabemos?

Los hallazgos de este estudio prospectivo destacan la elevada asociación de la COVID-19 con eventos cardiovasculares y venosos y confirman datos observados en otros análisis, como la alta incidencia de embolias pulmonares y trombosis venosa profunda hallada en otro estudio previo, un metanálisis en el que se analizaron datos combinados de 27 estudios de 3.342 pacientes con COVID-19.

Otras investigaciones clínicas, como un estudio de cohortes prospectivo observacional de 100 pacientes alemanes recientemente recuperados de COVID-19 a los que se practicó una resonancia magnética cardiaca, reveló una afectación cardiaca en 78 pacientes (78 %) y una alta prevalencia de daño miocárdico estructural (miocarditis) en los primeros meses después de sufrir la infección (60 pacientes, 60 %), independientemente de las afecciones preexistentes, la gravedad y la evolución general de la enfermedad aguda, y el tiempo transcurrido desde el diagnóstico original. 

En otro estudio en el que se analizaron datos de 153.760 veteranos de Estados Unidos con COVID-19 y unos 12.000 controles proporcionó pruebas de que después de los primeros 30 días de infección, los afectados con COVID-19 mostraban mayores riesgos y cargas de enfermedades cardiovasculares de nuevo diagnóstico Los riesgos eran evidentes independientemente de la edad, la raza, el sexo y otros factores de riesgo cardiovascular, como la obesidad, la hipertensión, la diabetes, la enfermedad renal crónica e hiperlipidemia; también eran evidentes en personas sin ninguna enfermedad cardiovascular previa a la exposición al coronavirus, lo que demuestra que estos riesgos podrían manifestarse incluso en personas con bajo riesgo de enfermedad cardiovascular.

En España un estudio transversal de 139 trabajadores sanitarios del Hospital Universitario de Salamanca infectados por el SARS-CoV-2 puso de manifiesto la prevalencia de pericarditis y miocarditis tras la infección. También hallaron una alteración de la distribución de células en la sangre que afectaba tanto a las células que participan en la respuesta inmunitaria innata (p. ej., eosinófilos, monocitos y linfocitos NK) como a las que intervienen en las respuestas de inmunidad adaptativa celular (como los linfocitos T citotóxicos) y humoral (como los linfocitos B y las células plasmáticas), lo que ha llevado a los investigadores a plantear que la afección miocárdica y pericárdica pudiera ser consecuencia indirecta de una respuesta inmunitaria del huésped.

Tras el estudio, sus autores indicaron que son necesarias nuevas investigaciones para profundizar en las bases fisiopatológicas de la asociación entre la COVID-19 y la enfermedad cardiovascular a largo plazo, aunque plantean la hipótesis de que el SARS-CoV-2 actúe como un factor modificador de la enfermedad cardiovascular, de modo similar a como interactúan otros virus más estudiados como el de la gripe. 

Siguientes pasos

El Dr. José Mª Gámez, Presidente de la Asociación de Cardiología Clínica de la Sociedad Española de Cardiología, comentó a Univadis España que “ya se sabe desde la primera ola de la COVID-19 que en la fase aguda los pacientes pueden presentar complicaciones del sistema cardiovascular, pero es ahora, ya en la sexta ola, cuando están aflorando artículos sobre el seguimiento de pacientes, que aportan evidencias de que aquellos que han superado la infección por la COVI-19 pueden presentar una enfermedad cardiovascular. También sabemos desde hace más o menos un año que existe la COVID persistente y así lo hemos afirmado unas 70 sociedades científicas en un documento en el que se describe este síndrome”.

“Pero los eventos cardiovasculares presentados tras la hospitalización de los pacientes no son un cuadro cardiovascular en pacientes con COVID persistente”, explica el Dr. Gámez, “ya que esta consiste en un cuadro complejo en el que aparecen múltiples síntomas y signos; básicamente, en el 70 % de los pacientes, un cansancio extenuante para hacer las actividades cotidianas que perdura un mes después de que haya desaparecido la infección, que fluctúa en intensidad de un día a otro, en el que el paciente se encuentra un día bien y al siguiente fatal. Tal es así, que al principio se pensaba que era un cuadro psicosomático, de ansiedad. También presentan, seguramente por afectación del sistema nervioso autónomo, palpitaciones, taquicardia sinusal, hipotensión ortostática, dolor torácico (en 7 de cada 10 pacientes), pero no de origen coronario, sino neuropático; disnea (en 8 de cada 10 casos); y tos”.

¿Podemos prevenir los eventos cardiovasculares tras el alta hospitalaria? Según el Dr. Gámez, no; no se puede hacer nada más allá que recomendar una dieta saludable, pues no se tiene el conocimiento para prever qué paciente presentará complicaciones cardiovasculares, a pesar de que, afirma, “la investigación sobre la COVID-19 se está desarrollando a una velocidad considerable. Nunca antes, ni para el sida ni para otro tipo de patología, se había investigado a tal velocidad”.

“Lamentablemente”, continúa el Dr. Gámez, “no disponemos actualmente de un biomarcador que pueda medirse para saber con antelación qué paciente afectado  va a acabar presentando un evento cardiovascular, ni podemos realizar una resonancia magnética cardiaca a todos los pacientes ingresados para descartar una miocarditis, salvo, como recomiendan los protocolos, cuando se sospeche por la presencia de dolor torácico, elevación de troponinas o un electrocardiograma indicativo”. “En el caso de un paciente con COVID-19 que solo presentó neumonía y que se ha recuperado totalmente, es difícil prever que vaya a sufrir un evento cardiovascular. En el caso del paciente que ha estado ingresado y ha presentado un cuadro más complicado, tenemos que estar más alerta, tanto el médico como el propio paciente, ante cualquier dolor torácico o disnea”.