Escuchando para curar
- Dr. Ángel Benegas Orrego
Muchos de nosotros hemos sido capaces de emocionarnos, de sentir escalofríos o se nos han puesto los pelos de punta simplemente escuchando una canción. Y es que, una simple sinfonía de 3 minutos de duración puede alegrarnos el momento que estamos viviendo, el día e incluso un momento más espaciado en nuestro espacio vital.
Todos, o prácticamente la mayoría, somos consumidores diarios de música. Cualquiera que sea el estilo musical con el que cada uno nos definimos, muchos incluso una mezcla de varios de ellos, somos capaces de adentrarnos en un mundo en el que nos sentimos plenos y completos. También somos conscientes de lo que ello nos provoca y muchas veces, inconscientemente, asociamos estilos musicales y cantantes propios a un determinado estado psico-físico. Por ejemplo, si nos sentimos optimistas y con buen estado de ánimo, escuchar canciones como Hymn of the weekend, de Coldplay nos podría ayudar a mantener dicho estado.
Por ello, como médicos, no debemos olvidarnos de la música como complemento terapéuticoen numerosas patologías. Pero, ¿necesitamos una formación específica? quizás, la respuesta a esta pregunta sea que no. No es obligatoria una formación en el campo de la música pero sí que debemos saber que existen profesionales formados específicamente en el campo de la musicoterapia.
Por definición, la musicoterapia consiste en usar las respuestas y conexiones de una persona con la música para estimular cambios positivos en el estado de ánimo y el bienestar general. Actualmente cualquier profesional puede formarse a través de un máster de postgrado en universidades de prestigio, como la de Extremadura o la de Barcelona. Este máster, de un curso académico de duración, establece y otorga a la música su papel en la salud, vinculando así las dos disciplinas tan diferentes, pero a la vez tan complementarias.
La música, aparte de su papel de ocio y cultura que la mayoría de nosotros conoce, está encuadrada dentro de terapias no farmacológicas y su uso se encuentra cada vez más extendido en diferentes ámbitos, desde Hospitales de Día hasta Centros de mayores o de atención a la discapacidad. Por ejemplo, en las personas mayores se ha visto que tiene una serie de beneficios como pueden ser mejoras en las funciones cognitivas, a nivel físico, a nivel espiritual y, sobre todo, a nivel socioemocional ya que, en este grupo, es importante que como profesionales sanitarios seamos capaces de reducir y prevenir el aislamiento, así como mejorar la autoestima de nuestros ancestros.
Hay estudios que así lo demuestran, y destaco los realizados por el musicoterapeuta noruego, el Dr. Even Ruud que indican que la respuesta significativa a la música se encuentra teñida en la totalidad por la biografía musical del oyente. Muchas veces no somos conscientes de las diferentes partes que componen una canción o melodía y que son terapéuticamente funcionales. Por ejemplo, el tiempo lento (entre 60-80 pulsos por minuto, que podrían simular la frecuencia cardiaca normal en el adulto) suscita impresiones de calma, serenidad o ternura, mientras que los rápidos (más de 100 pulsos por minuto que recuerdan una taquicardia a nivel médico) simularían impresiones alegres, excitantes y vigorosas en aquellas personas que lo escuchan. También tenemos el ritmo, la armonía, la tonalidad, la intensidad o la instrumentación empleada como influenciadores en el oyente.
Por todo ello, se ha demostrado que la música siempre ha tenido un efecto positivo en la persona que la escucha y, por ello, debería ser objeto de conocimiento y formación por parte del profesional sanitario. Es un complemento al tratamiento y una ayuda excepcional y al alcance de todos, que puede hacer girar el pronóstico de un paciente. Al final, como médicos, debemos acompañar y mejorar la calidad de vida de aquellas personas que se ponen en nuestro ejercicio y encomiendan el bien más preciado que tenemos, la salud, a nuestra persona.
El Dr. Ángel Benegas Orrego es médico general.
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