Enfermedad de Parkinson: diagnóstico con el olfato
- Paolo Spriano
- Noticias
La enfermedad de Parkinson es la segunda enfermedad neurodegenerativa más prevalente a nivel mundial y su incidencia y prevalencia aumentan año tras año. La patogénesis de la enfermedad de Parkinson aún no está del todo clara y la identificación de sus manifestaciones prodrómicas y el diagnóstico preciso son dos aspectos desafiantes de la práctica clínica.[1] Los criterios diagnósticos de la enfermedad de Parkinson siguen siendo complejos, lo que resulta especialmente problemático para los médicos que no son expertos en trastornos motores. Por lo tanto, se necesitaría una prueba capaz de establecer un diagnóstico de enfermedad de Parkinson con mayor precisión y reproducibilidad.
Los perros pueden ser adiestrados para discriminar y detectar una serie de señales olfativas biológicas y químicas y muestran una sorprendente capacidad para detectar trazas de compuestos volátiles, con pruebas únicas de detección de olores en el rango de partes por billón a partes por trillón.[2]
Las pruebas con perros rastreadores pueden ser un método útil, no invasivo, rápido y barato para identificar a los pacientes con enfermedad de Parkinson en entornos de cribado comunitario y en controles sanitarios preventivos.[3]
Nuevos escenarios diagnósticos: papel de los compuestos volátiles
A medida que evoluciona este campo, algunos investigadores se centran en los miles de compuestos orgánicos volátiles que los individuos emiten a través del aliento, el sudor, la orina, las heces y otras secreciones y excreciones corporales. Esta inmensa colección puede desempeñar el papel de huella dactilar química al tiempo que proporciona señales de salud y enfermedad basadas en los cambios en la emisión de estos compuestos en respuesta a los cambios en el metabolismo celular y otras fluctuaciones que tienen lugar en el cuerpo humano.[4]
La extraordinaria capacidad olfativa de los perros es una peculiaridad en la que se sigue confiando para detectar explosivos, drogas y personas desaparecidas, y está demostrando ser una herramienta cada vez más prometedora para detectar determinadas enfermedades. Aunque las señales precisas del olfato siguen siendo desconocidas, los perros parecen tener una capacidad única para detectar estas firmas de compuestos volátiles como indicadores de enfermedades específicas como la diabetes y ciertos tipos de neoplasias.[4] Recientemente, se han utilizado perros olfateadores en la pandemia de la COVID19 demostrando su potencial como herramienta de detección rápida y rentable de la infección por SARS-CoV-2.[5]
El olfato en la enfermedad de Parkinson
El rápido aumento de las enfermedades neurodegenerativas relacionadas con la edad es un fenómeno mundial y la enfermedad de Parkinson afecta al 1-2 % de la población mayor de 65 años[6]: un hecho epidemiológico que estimula la investigación para desarrollar una herramienta de cribado rápida y fácil de usar para identificar a las personas en riesgo o a los pacientes en las primeras fases de esta enfermedad para permitir a los médicos una intervención temprana.
Un estudio de casos y controles evaluó la precisión de los perros rastreadores para distinguir entre 109 pacientes con diagnóstico clínico de enfermedad de Parkinson en tratamiento, 654 sujetos sin la enfermedad, 37 pacientes con ella sin tratamiento farmacológico y 185 controles.[3]
Los autores descubrieron que la mayoría de los perros rastreadores eran capaces de identificar a los pacientes con enfermedad de Parkinson que estaban tomando medicación, con una sensibilidad del 91 %, una especificidad del 95 % y excelentes cocientes de probabilidades positivas y negativas. En el caso de los pacientes que no tomaban medicación, la sensibilidad fue del 89 % y la especificidad del 86 %.
Del olfateo a los sensores electrónicos
Estos resultados son interesantes, pero el estudio deberá reproducirse de forma independiente para validar la generalizabilidad de la intervención. Además, habrá que evaluar varios factores de confusión, como la carga de trabajo, el estrés y la dieta, que podrían afectar al rendimiento olfativo del perro, y la higiene personal de los sujetos con enfermedad de Parkinson.[6] A este respecto, se ha descubierto que los compuestos del sebo pueden explicar el olor único de los pacientes con enfermedad de Parkinson, en los que la seborrea es más frecuente y grave que en sujetos de la misma edad.[6] Las diferencias también fueron confirmadas por un estudio espectrométrico de muestras de sebo de sujetos sanos frente a sujetos con enfermedad de Parkinson.[7]
Todo esto apoya la hipótesis de que las muestras reconocidas por perros rastreadores, al tener una mayor probabilidad de contener compuestos volátiles específicos de la enfermedad de Parkinson, podrían investigarse más a fondo para determinar las variaciones exactas de los metabolitos. De forma alternativa es posible que los perros puedan ayudar a "entrenar" a los humanos o inspirar el desarrollo de sensores (narices electrónicas) que puedan proporcionar un medio más fiable de olfatear señales de compuestos volátiles específicas de la enfermedad de Parkinson.
Este contenido fue publicado originalmente en Univadis Italia.
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