Endoscopia administrativa
- Miguel Álvarez Deza
- Editorial
En España, a lo largo de la historia del Sistema Público de Salud hemos presenciado como la promoción laboral no depende siempre de méritos profesionales, como la formación o la experiencia, sino de otros como el tener los amigos adecuados en los lugares oportunos, la obediencia, el servilismo, la docilidad y la falta de espíritu crítico. Véanse, por ejemplo, los casos de anulación judicial de nombramientos de jefaturas de servicio. Pero el problema en sí mismo, con ser grave, no lo es tanto como el ambiente que se está creando en la Salud Pública.
Todas las comunidades autónomas pusieron en marcha sus propios cuerpos de funcionarios de la Administración Sanitaria que siempre han desempeñado un papel preponderante como grupos técnicos. Pero los políticos, año tras año, han ido transformando algunos puestos de Salud Pública puramente técnicos, que deben aportar ciencia y conocimiento, en puestos de libre designación, abiertos a cualquier titulación, sin valorar la formación específica y la experiencia adquirida. Y esto es muy peligroso.
Todo ello por los intereses de unos, la aquiescencia de otros, la desidia de muchos, el silencio cómplice y el miedo a perder el puesto o la posibilidad de ascender y de medrar de otros, practicando el nepotismo y el gregarismo en las instituciones e invadiendo los puestos técnicos los llamados “expertos eventuales digitalizados”.
Las delegaciones provinciales y las gerencias de los centros sanitarios, en la práctica, han derivado, en ocasiones, hacia la promoción de los amigos, los más dóciles y los más cercanos, independientemente de sus conocimientos técnicos y científicos, de su valía profesional o de las necesidades del sistema sanitario. Todo ello realizado sin control alguno, reforzando la autocracia de los equipos directivos que, en la mayoría de los casos, solo han aprendido del cargo lo que respecta a la autoridad y, evidentemente, nada o muy poco sobre eficiencia y eficacia, cuando hay que aplicar medidas preventivas.
En la cultura romana se distinguía la potestas de la auctoritas. Potestas era el poder que se poseía simplemente por ostentar un cargo jerárquico. La persona que solo ostente este tipo de poder obtendrá la sumisión de sus subordinados, pero nunca ganará su respeto. Auctoritas era la cualidad por la que una persona se hacía merecedora del respeto y admiración de sus semejantes a través de la demostración continuada de experiencia, conocimiento y habilidades personales. Por ello el liderazgo en España es una asignatura pendiente y vivimos perpetuados en una sociedad de ordeno y mando.
Todos conocemos algunos casos en los que han proliferado los mediocres, incompetentes y advenedizos que, de repente, llegan a cargos de poder y pretenden dirigir la sanidad desde sus desconocimientos. En algunas ocasiones, muchos puestos técnicos son ocupados por personal asistencial que efectúa rápidas pasadas por la Administración para volver después a su puesto clínico, con el consiguiente deterioro en los servicios que dirigieron y probablemente también en la clínica.
Otros puestos directivos son ocupados por los polivalentes, que lo mismo sirven para un cargo que para otro, enquistados y adictos al poder, demostrando continuamente su incompetencia y creando conflictos internos en los centros por donde pasan.
Es imprescindible hacer una delimitación clara de los campos técnicos y políticos y exigir a los directivos sanitarios las habilidades mínimas y básicas para estos cargos, como la educación y el respeto, así como la responsabilidades de su gestión, por el bien de la sanidad pública, en la que los profesionales y usuarios sepan quién es quién, en la que los políticos asuman su papel y los aficionados se dediquen a otras aficiones.
Hace poco leí un tweet que decía: “Tu salud mental y emocional es más importante que tu carrera, tu trabajo, tu puesto o el dinero. Si el precio a pagar es tu salud es demasiado caro.” En otro tweet figuraba: “Una mala persona con poder es lo peor que te puedes encontrar”. A lo que añadiría: No, lo peor son los que consienten que conserve el poder, porque una mala persona nunca llega a ser un buen profesional.
“Déjalos que persistan en su empeño, de pensar que sólo con fortuna y con poder, darán la talla…” (El resto es humo, L.E. Aute).
El Dr. Miguel Álvarez Deza es especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública.
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