El nivel de obesidad abdominal en la población infanto-juvenil española es superior a 31%
- Carla Nieto Martínez
- Maria Baena
- Noticias de Medscape
MADRID, ESP. El Estudio Nutricional de la Población Española (ENPE) indicó que 34% de la población entre 3 y 24 años padece sobrepeso y 10,3% tiene obesidad; mientras que la prevalencia de la obesidad abdominal es superior a 31%.[1]
El estudio fue realizado por un grupo de expertos españoles y publicado recientemente en la Revista Española de Cardiología.
El objetivo de esta investigación consistió en evaluar la prevalencia tanto del exceso de peso como de la obesidad abdominal, en base a mediciones antropométricas individuales y según diferentes criterios, en la población española con edades comprendidas entre los 3 y los 24 años, analizando también su distribución según edad y género.
Estas mediciones antropométricas fueron realizadas de forma domiciliaria por observadores entrenados según los protocolos internacionales estandarizados (medición del peso, talla, circunferencia de cintura y circunferencia de cadera), y utilizando diferentes criterios para definir obesidad y obesidad abdominal.
Una de las conclusiones más destacables es la evidencia de que la obesidad ha seguido aumentando entre la población infantil y juvenil española, comentó a Medscape en español el Dr. Javier Aranceta, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública en el Departamento de Ciencias de la Alimentación y Fisiología de la Universidad de Navarra y autor principal del estudio.
"La progresión habla por sí sola: en 1984, según los criterios de la International Obsesity Task Force, la prevalencia era de 3%, pasando a 6,2% en el año 2000, según datos del estudio enKid.[2] Ahora, y de acuerdo a los mismos criterios, estamos hablando de 10,3% de prevalencia", destacó.
En términos de sobrecarga ponderal (la suma del sobrepeso y la obesidad), el dato es igual de revelador, ya que supera 30% con todos los criterios utilizados. "Hemos comprobado que esta afecta a uno de cada 5 niños en España, lo que sin duda obliga a hacer un llamado a la alerta y refleja la necesidad de mantener un seguimiento continuo, dada la relevancia de este problema", añadió el Dr. Aranceta.
Mayor prevalencia en niños que en niñas
Aunque los datos reflejan incremento generalizado de todos los parámetros analizados, se perciben variaciones en función del género y de otros factores, como explicó el Dr. Aranceta: "Un dato importante es que la obesidad se ha estabilizado, reduciéndose incluso ligeramente en el género femenino, y también en el colectivo de clases media y media-alta, lo que indica respecto a estudios anteriores, que existe mayor sensibilidad en cuanto a lo que implica este problema en edades más jóvenes, seguramente debido principalmente a motivos estéticos, pero también se empieza a valorar el factor salud".
Asimismo, los resultados reflejan que la sobrecarga ponderal es un problema posicionado cada vez con mayor intensidad en las familias y sectores más desfavorecidos, de forma similar a lo que ocurre en otros países del entorno europeo. "En base a ello podríamos decir que la obesidad en general (y en particular la infantil y la juvenil) afecta más a los entornos con menor nivel socio-económico o con mayor vulnerabilidad", destacó el Dr. Aranceta.
Especialmente significativo es el dato relativo a la adiposidad central en la edad pediátrica, del que existen pocas estimaciones de prevalencia en los estudios realizados en España. "Se trata de uno de los nuevos indicadores que estamos utilizando y que resulta muy interesante, porque de alguna manera define el riesgo metabólico y cardiovascular. La introducción de esta medición en el estudio nos ha permitido conocer un dato que nos sorprendió, y es que 31,2% de los niños y jóvenes españoles tiene niveles elevados de obesidad abdominal en relación a los estándares, elevándose hasta 71,6 % en aquellos tipificados como sujetos con obesidad, una evidencia cuanto menos preocupante. También nos ha permitido comprobar que en menores con obesidad, la obesidad abdominal es mayor en los niños que en las niñas", comentó el Dr. Aranceta.
La Dra. Amelia Carro, vocal de la Asociación de Riesgo Vascular y Rehabilitación Cardiaca de la Sociedad Española del Corazón, quien no participó en el estudio, hizo especial hincapié en la relación que existe entre este parámetro y la salud cardiovascular: "Este tejido adiposo se comporta como si fuera una glándula endocrina, generando un metabolismo alterado que puede desembocar en hipertensión, hipercolesterolemia o diabetes de tipo 2, lo que a su vez contribuye al desarrollo de una aterosclerosis acelerada, un importante factor de riesgo de infarto y de enfermedades cardiovasculares", manifestó a Medscape en Español.
Asimismo, la Dra. Carro explicó que en la mayoría de los casos las consecuencias cardiovasculares derivadas del sobrepeso y la obesidad se presentan en la edad adulta a largo plazo.
"No observamos aumento de la incidencia de patologías de este tipo asociadas a la obesidad en población juvenil (a partir de los 14 años), pero vimos que están cambiando algunos patrones de la manera en la que surgen los problemas cardiovasculares asociados en la edad adulta. Por ejemplo, hace tiempo un infarto que se producía por debajo de los 55 años generalmente se atribuía a una causa hereditaria.
Sin embargo, en personas de 30 - 35 años cada vez son más frecuentes los infartos que no se deben a un componente genético, sino que se asocian principalmente a la sobrecarga ponderal en la infancia, de lo que se puede deducir que el impacto de la obesidad a edades tempranas no se manifiesta a los 60 años, sino mucho antes".
Aparición precoz de dolencias "adultas"
En este sentido, el Dr. Aranceta destacó que los especialistas están asistiendo cada vez más a una aparición precoz de lo que se consideran enfermedades del adulto: "Los pediatras están viendo con mucha más frecuencia que hace 10 años casos de niños con hipertensión, hipercolesterolemia y mala gestión del azúcar, situaciones que se dan casi exclusivamente en menores con obesidad claramente asociada a la dieta y al sedentarismo".
Para el Dr. Aranceta, este hecho debe ser especialmente considerado al determinar las consecuencias de la obesidad a estas edades, "pero igualmente importantes son otras circunstancias que a veces no se consultan y que tienen gran impacto en la calidad de vida. Por ejemplo, los niños con obesidad tienen mayor predisposición a presentar alteraciones musculoesqueléticas (en extremidades y columna), resultado de la ‘mochila’ ponderal que soportan durante muchos años. Y no menos relevante es la distorsión de la imagen corporal. De hecho, los casos de acoso escolar son más frecuentes en los niños con sobrepeso y obesidad".
Respecto a los principales factores implicados en esta alta prevalencia (dieta y sedentarismo), ambos expertos coincidieron en la dificultad de analizarlos de forma aislada: "Aunque lo hemos intentado, es difícil de estimar, pero se podría decir que en general 50% de las causas de la obesidad y el sobrepeso se debe al sedentarismo, y el otro 50% se relaciona con la alimentación", dijo el autor principal del estudio.
En el caso concreto de la alimentación, el Dr. Aranceta incidió en la relación inversa entre la obesidad y el consumo diario de frutas, verduras y hortalizas (la pauta de 5 al día): "Solo 2% a 3% de los casos de obesidad infantil son consecuencia de una enfermedad determinada y, de la misma manera, es muy raro que un niño presente sobrecarga ponderal si consume a diario vegetales. Esa evidencia es una constante en todos los estudios que se realizan a nivel mundial, y concretamente, en el caso del Estudio Nutricional de la Población Española, hemos podido comprobar la enorme fuerza que tiene este factor en la prevención de la obesidad".
"Lo que está claro es el impacto del ocio sedentario (vinculado a la cantidad de tiempo que los niños pasan sentados frente a las pantallas o los videojuegos). Sabemos que pasar una media de 2,6 horas al día viendo la televisión o utilizando las pantallas en cualquier formato supone un importante riesgo de desarrollar obesidad", puntualizó el Dr. Aranceta.
"Mejora el balance calórico, y en consecuencia, favorece la pérdida de peso en el niño con obesidad, pero también desencadena mecanismos antiinflamatorios, potencia la inmunidad, el desarrollo vascular y los factores de crecimiento neuronal (mejorando así la capacidad de aprendizaje), sin ningún efecto secundario. Por todo ello, se trata de la estrategia más rentable, porque además permite modificar otros factores importantes implicados en el estilo de vida, como la socialización con otros niños".
Las estimaciones arrojadas por este estudio están en línea con los resultados de otras investigaciones similares.
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