El internet satelital, ¿puede mejorar la telesalud en zonas rurales?
- Santiago Cervera
- Salud Digital
En las muchas ocasiones en las que hablamos de la telesalud, olvidamos un elemento que es imprescindible para que pueda existir, pero que perece invisible. Se trata de la red que permite las conexiones. Seguramente este sesgo perceptivo viene dado por pensar que en todo el territorio se disfruta de las condiciones de acceso que hay en las ciudades, donde se disfruta de una enorme implantación de las redes de fibra óptica y móviles 5G. Pero no es así.
Según un informe de la sociedad pública española España Digital, dependiente del Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital, en el año 2022 el parámetro de cobertura de más de 1 Gbps en condiciones de máxima demanda alcanza al 84,96 % de los hogares, lo que no quiere decir que todos ellos puedan acceder a esa velocidad, pero sí que la tienen técnicamente disponible. Junto a este dato, el informe hace referencia especial a las redes de 5G, que son sobre las que descansa la mayor carga de acceso a banda ancha en zonas menos densas. Se afirma que la cobertura 5G ya alcanza al 82 % de la población, y que en el ámbito rural se ha duplicado en el último año, llegando ya al 50,42 %.
Dicho de otra manera, el propio informe oficial reconoce que solo la mitad de las zonas rurales disponen de lo que denominamos banda ancha, que es requiisto necesario para garantizar una buena conectividad, y por dos razones. Una, por la propia capacidad de red: sin banda ancha es imposible utilizar determinados servicios, como los que están basados en el vídeo. Y segundo, porque generalmente la banda ancha es la que garantiza la estabilidad de la transmisión y la que tiene un menor retraso en la interacción remota (el llamado “ping”), el tiempo que media entre el momento en el que se solita una información y la llegada de esta a la pantalla.
En el informe hay también un mapa muy expresivo de los lugares geográficos en los que se dispone de banda ancha, y en los que no. Se aprecia en él que hay menor densidad de redes de altas capacidades en la mitad norte de España, y que en zonas como Galicia, Castilla y León, Castilla La Mancha y Aragón, se constata la imposibilidad técnica, de momento, de disponer de velocidades de descarga de más de 30 Mbps.
Nadie discute que contar con buenas redes de banda ancha en pueblos y ciudades tiene múltiples beneficios, y es un factor de desarrollo que puede suponer un impacto significativo en la sociedad. La conectividad, como infraestructura técnica, es la que permite un acceso rápido y confiable a Internet, lo que a su vez hace posible la búsqueda de información, aprender nuevas habilidades, acceder a recursos educativos o estar al tanto de las últimas noticias. Por tanto, impulsa la capacidad de toma de decisiones informadas, y desempeña un papel crucial en el desarrollo económico de una comunidad, además de facilitar la prestación de servicios públicos y privados.
Sanidad y redes
En materia sanitaria, la existencia de redes de telecomunicación son fundamentales para prestar servicios de telesalud, hacer posible la monitorización de pacientes de manera confiable, o que los profesionales puedan acceder a recursos de apoyo como los sistemas de historia clínica digital o receta electrónica.
Sin una conectividad que ofrezca fiabilidad, capacidad y cobertura suficientes, es hoy día imposible pensar que los habitantes de zonas rurales alejadas vayan a poder ser asistidos en condiciones similares a los de las ciudades. De hecho, en la medida en que avanza la implantación de servicios digitales sanitarios, surge el riesgo de que aparezca una nueva causa de inequidad, fruto de un factor tecnológico como es el alcance y cobertura de las redes de comunicación.
El problema, desde del punto de vista de la ingeniería, no es solo que exista un tendido de cable que permita conectar zonas rurales. Al margen del coste de los hilos es necesario que existan centralitas de gestión del flujo de información, y estas han de estar a una determinada distancia de los hogares, con lo que los costes se hacen inasumible. Para disponer de fibra óptica o banda ancha sobre cable de cobre (VSL) en zonas alejadas se tendría que habilitar una red de servidores terrestres que dieran servicio a la red, y que requieren de un mantenimiento casi permanente. En el caso de las redes móviles pasa algo parecido: no es viable instalar postes que a su vez necesitan disponer de conexiones físicas con la red, o poder hablar entre ellos mediante enlaces aéreos que tienen también una limitación de distancia máxima.
A pesar de que el informe de España Digital no la menciona, existe una tecnología alternativa que podría resolver estos problemas, especialmente notables en un país tan extenso como España, y con muy diferentes niveles de densidad de población en su territorio. Es el acceso a internet vía satélite, donde comienzan a verse posibilidades de disponer de banda ancha de manera más sencilla y económica.
Una tecnología que tiene más de medio siglo
Las conexiones a internet mediante satélites tienen una historia que se remonta a varias décadas, aunque es ahora cuando parecen llegar a un punto de disponibilidad interesante para más personas.
A finales de la década de 1960 se realizaron los primeros experimentos para transmitir datos a través de satélites. En 1962, se lanzó el satélite experimental Telstar, que permitió la transmisión de señales de televisión y datos a través del océano Atlántico. En la década de 1970, ARPANET, la precursora de internet, comenzó a utilizar enlaces por satélite para conectar diferentes nodos de la red. Estos enlaces eran principalmente empleados para interconectar instituciones académicas y de investigación. A mediados de la década de 1990, se lanzaron al espacio los primeros satélites diseñados específicamente para proporcionar servicios de internet de banda ancha. Estos satélites de comunicaciones, como el Satélite de Comunicaciones Personales (PCS) de Iridium y el Globalstar, ofrecían ya acceso a Internet en áreas remotas y rurales donde la infraestructura terrestre era limitada.
Es a principios de la década de 2000 cuando se lanzaron al espacio satélites de nueva generación, como el sistema Ka-band de HughesNet y el sistema ViaSat, que permitían conexiones a internet de alta velocidad para usuarios residenciales y comerciales. Estos avances en tecnología satelital ampliaron significativamente la capacidad y velocidad de las conexiones a internet.
Pero es en los últimos años cuando varias compañías han desarrollado ambiciosos proyectos para proporcionar acceso a internet global utilizando constelaciones de satélites en órbita baja. El ejemplo más destacado es el de Starlink de SpaceX, pero hay otros como OneWeb y Amazon's Project Kuiper que quieren hacer lo mismo. Estos proyectos buscan ofrecer conexiones de alta velocidad y baja latencia a áreas remotas y subatendidas en todo el mundo.
Starlink ya se puede contratar sin más trámite que entrar en su web, pedir el aparataje y pagar las cuotas. Sus dos principales ventajas es que promete velocidades entre 50 a 200 Mbps dependiendo de la ubicación, aunque asegura que la velocidad promedio es de 130 Mbps, y que además el retardo (ping) es de pocos milisegundos, lo que ofrece una sensación de navegación inmediata como la que dispondría un usuario urbano convencional. Los precios de este servicio han ido bajando, y actualmente la cuota mensual es de unos 74 euros al mes, incluyendo todos los conceptos. El equipo de recepción cuesta unos 300 euros, y es posible acceder a él mediante alquiler.
Pero hay otras opciones, y entre ellas está la que recientemente ha puesto en el mercado el operador español de satélites Hispasat. Ofrece por 35 euros una conexión de bajada de 100 Mbps (que prevé doblar en un año), aunque tiene el inconveniente de que solo dispondrá de 5 Mbps de velocidad para la subida y la latencia es muy alta, de hasta 690 ms, diez veces más que Starlink.
En cualquiera de los casos, la disponibilidad de esta tecnología para más personas abre la puerta a muchas mejoras en el campo sanitario. La principal es que puede hacer llegar la asistencia allá donde no pueda haber presencia de profesionales, y por muy remota que sea la zona. Aunque la telesalud tiene limitación obvias, la posibilidad de tener una visita virtual siempre será mejor que no disponer de ninguna otra posibilidad. También, las nuevas conexiones satelitales, más fiables y continuas en el flujo de datos que eran antes, facilitan la monitorización remota de los pacientes. Y por añadidura, ofrecen la posibilidad del acceso a recursos basados en la utilización de sistemas de información o bases de datos que deban emplear los profesionales. Con el internet que llega del cielo, pueden desaparecer las inequidades sanitarias fruto de la asimetría tecnológica.
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