El examen MIR: otro punto de vista

  • Dr. Ángel Benegas Orrego
  • Editorial
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Hace ya 15 días que más de doce mil médicos se enfrentaron al examen más decisivo de su carrera. Tanto es así que es el filtro que las autoridades tienen, hoy en día, para poder hacer una clasificación en base a “conocimientos” para acceder a una de las más de ocho mil plazas que este año han tenido a bien convocar. Esto, a toro pasado, nos hace plantearnos si verdaderamente estamos ante una prueba objetiva que cumple con los propósitos iniciales. 

Las redes sociales estos días se han llenado de mensajes de ánimo para las personas aspirantes que ya han dejado de lado todos los manuales y materiales de estudio, de fotografías celebrando la “ansiada libertad”, desde que en el mes de junio del año pasado se viesen “obligados” a encerrarse entre cuatro paredes para adentrarse en el mundo de la preparación de dicha prueba. Pero no todo es luz, también se han llenado de sombras en la oscuridad en forma de mensajes que intentan empequeñecer el esfuerzo diario que mis compañeros han realizado durante meses con el objetivo de crecer profesionalmente para poder ofrecer el mejor servicio a los pacientes. 

Es una realidad que debemos admitir: el examen de acceso a una plaza de Formación Sanitaria Especializada es una oposición diferente y, es que, aunque consigas una de ellas, tu futuro no está asegurado (como puede estarlo en otras convocatorias diferentes en la que se asegura de cierta forma una plaza vitalicia). Debemos ser conscientes que los profesionales Interno Residentes serán los que, durante 4 o 5 años en el caso de la especialidad Medicina, se formen holísticamente en una especialidad y, finalizado el contrato de formación, se ven con una mano delante y otra detrás. Sí, lo que estoy diciendo es que tras aprobar y obtener puntuación suficiente para optar a una de las plazas después de haber estado durante 6 años formándose en medicina, haber estado encerrados durante otro año más preparando y el examen, y haber completado la formación como especialistas durante otros 4 o 5 años, están mayoritariamente sin contrato estable y sin trabajo que permita continuar con su proyecto biográfico. 

Por supuesto, el examen es una prueba “objetiva” pero carece de una de las máximas de cara a los opositores y es que, “referenciable” tiene más bien poco. ¿Por qué? Pues bien, es una de las pocas (por no decir que podría ser la única) cuyo temario se resume en una palabra, dependiendo de la especialidad: la Medicina, la Enfermería, la Psicología… ¿por qué no se emite un listado con la bibliografía recomendada, o un temario cerrado? Esto hace posible un sinfín de conocimientos inabarcables para la mayoría de los mortales que añaden dificultad a la prueba. 

La tercera referencia ante esta prueba la baso en lo cotidiano del ejercicio. ¿Verdaderamente se cuestiona acerca de la práctica diaria de los médicos o hemos dejado que los contenidos sobre los que versa la prueba divaguen sobre datos y conceptos que son puramente teóricos? Por poner un ejemplo, ¿es necesario preguntar acerca del locus de un gen en el cromosoma 12 o deberíamos constatar que todos los médicos que accederán al sistema conocen el algoritmo a seguir ante una parada cardiorrespiratoria? 

Acabando, considero que la administración tiene en su mano una última oportunidad para intentar frenar el abandono del barco de muchos profesionales sanitarios (ya constatados en las últimas convocatorias, donde el número de presentados a la prueba avanza en detrimento del número de egresados). Un sistema sanitario que no escucha a sus profesionales. Un sistema sanitario envejecido y anticuado en numerosos aspectos, y todos debemos ser conscientes de ello e intentar remar todos hacia la misma dirección, porque cómo dijo Jorge Ruiz de Santayana “quien olvida su historia, está condenado a repetirla”. 

Dr. Ángel Beneas Orrego. Médico General.