El confinamiento saca a relucir las dos caras del sueño: algunos durmieron mejor y otros peor

  • Dra. Angela Speth

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Cuando estalló la pandemia de la COVID-19 y se impuso un estricto confinamiento, lo que parecía una pesadilla se hizo realidad. Y esta realidad hizo que, efectivamente, la gente tuviera más pesadillas y durmiera mal. Pero también se beneficiaron de la desconexión impuesta, por primera vez, podían permanecer en la cama más tiempo adaptándose a sus biorritmos, de modo que se sentían más en forma durante el día.

Las medidas de control de la infección sin precedentes supuso que más de una cuarta parte de la población de la Unión Europea se quedara en paro de forma permanente o temporal y casi la mitad vio su jornada reducida. Los problemas económicos, los conflictos familiares, la pérdida de actividades de ocio, el aislamiento y el miedo a las infecciones provocaron un fuerte aumento de las enfermedades mentales como la depresión o la ansiedad. Así es como Severin Ableidinger, de la Universidad de Medicina de Viena, y sus colegas describen una situación que ha tenido un profundo efecto sobre el sueño y los sueños, recopilando estudios al respecto en un documento de revisión[1].

Un peligro y una ventaja al mismo tiempo

Una encuesta realizada en Italia muestra que el confinamiento impactó de manera contradictoria al sueño[2]: durante el confinamiento estricto de marzo de 2020 la proporción de personas que dormía mal frente a la que dormía bien era más o menos similar, 51 % frente al 49 %. Sin embargo, durante el seguimiento esta tendencia se invirtió: un 56 % dormía bien y un 44 % mal. En general, las mujeres tenían una calidad de sueño inferior a la de los hombres, pero la diferencia se hizo mayor durante el toque de queda.

Además del aumento del estrés, los autores sospechan que las razones para una peor calidad de sueño fueron: la falta de luz diurna y de ejercicio por estar encerrado en casa, el cambio de hábitos alimentarios, el aumento del consumo de alcohol o el uso de dispositivos electrónicos hasta altas horas de la noche.

La mejora se debe, según los autores, probablemente a la reducción de la carga de trabajo y a la eliminación de los horarios fijos, así como a los desplazamientos diarios: los encuestados permanecieron en la cama media hora más pudiendo seguir sus propios biorritmos, por lo que eran más eficientes durante el día.

Recordamos más los sueños

En los estudios realizados muchas personas informaron de un aumento de los sueños. Los medios de comunicación se hicieron eco del tema, como la CNN, The Guardian y el Washington Post. Este fenómeno también puede explicarse por los aspectos positivos y negativos del encierro. Pasar más tiempo en la cama significa que la gente tenía más tiempo de sueño REM, donde sueños son particularmente vívidos, extraños y emocionales, por lo que se graban más profundamente en la memoria. Sin embargo, los sueños también están más presentes cuando la calidad del sueño es baja, como ocurre con el estrés y con la presencia de trastornos mentales. El aumento del recuerdo de los sueños es coherente con la hipótesis de que los sueños regulan las emociones y, por tanto, ayudan a afrontar el estrés. 

El contenido de lo sueños cambió

Cada vez más, los sueños giraban en torno a la enfermedad, el confinamiento, la guerra, el totalitarismo, la muerte y el apocalipsis. En el mundo anglosajón, los bichos también aparecían en las fantasías nocturnas, lo que se interpreta simbólicamente como "atrapar/recoger un bicho".

A medida que la pandemia avanzaba, la COVID-19 también se hizo más presente en los sueños. En estudios realizados en Estados Unidos, alrededor del 8 % de los participantes declararon haber soñado con ello a principios de mayo de 2020, lo que aumentó a un tercio entre mayo y junio de 2020, y hasta dos tercios en otoño de 2020. La hipótesis de la continuidad proporciona un modelo según el cual los sueños reflejan la vida cotidiana, especialmente los acontecimientos significativos y los traumas emocionales.

Las pesadillas se hicieron más frecuentes

Durante la pandemia de mayo de 2020, una cuarta parte de los participantes en una encuesta en línea tuvo pesadillas al menos una vez a la semana, tres veces más que antes. Las pesadillas, a su vez, provocan cambios de humor, fatiga diurna y déficits cognitivos, de modo que puede desarrollarse un círculo vicioso. Ableidinger y su equipo resumen: “Los estudios sobre los sueños proporcionan información sobre el estado psicológico de la población”.

Este contenido fue publicado originalmente en Univadis Alemania.