El científico español que descubrió dos de los retratos perdidos de Géricault sobre la enfermedad mental
- Andrea Jiménez
El descubrimiento el pasado agosto del cuadro Monomanía resultante de la embriaguez es la segunda gran aportación, publicada en The Lancet Neurology, que el científico Javier Burgos brinda a la cultura y la historia del arte.
La obra pertenece a la famosa serie de enfermos mentales de Théodore Géricault, un conjunto de retratos bajo el título "Monomanías”, que como explica Burgos, biólogo molecular y profesor en la Facultad de Ciencias de la Salud de Castellón, a Univadis España, “resultó de un precioso experimento fruto de la colaboración entre el del célebre pintor francés y el psiquiatra Étienne-Jean Georget”.
Pionero en su campo, este psiquiatra destacó por sus trabajos sobre la monomanía, un tipo de paranoia en el que el paciente solo puede pensar en una idea o tipo de concepciones y “que en aquella época se estudiaba observando los rasgos del rostro de un enfermo, un método que ha quedado obsoleto por no tener un rigor científico. Hoy en día la práctica de la monomanía es pseudocientífica: no se puede inferir el estado de salud de un paciente mirándole a la cara”, aclara Burgos, experto en alzhéimer.
La obra de Géricault, uno de los grandes representantes del romanticismo francés, fue un encargo de Georget, entonces jefe de psiquiatría del hospital de la Pitié- Salpêtrier y quien tenía como objetivo mostrar a sus alumnos cuáles eran las formas y las expresiones de los rostros de las personas con trastornos psíquicos a través del retrato de diez enfermos de un sanatorio”, cuenta el responsable de la investigación que ha permitido estar más cerca de completar la serie del famoso pintor. “Descubrí la historia en el 2017 y empecé a tirar del hilo por curiosidad”, relata Burgos que, tras comenzar a investigar comprendió que “del total de los 10 retratos, solo se conocía el paradero de cinco, correspondientes con la envidia, la ludopatía, la fijación obsesiva, la cleptomanía y la pederastia, faltando la mitad por descubrir”.
Hasta que el año pasado, el científico desveló dos de las obras perdidas. La primera que descubrió, a principios del 2021, fue El hombre melancólico, un cuadro perteneciente a una colección privada italiana y que constituye una de las pinturas más relevantes en la comprensión entre arte y la ciencia que estudia la locura. Y cuyo hallazgo también fue publicado en la prestigiosa revista científica.
Como expone Burgos, tanto Georget como su maestro Jean Étienne Dominique Esquirol y Philippe Pinel, mentor del anterior, sentaron las bases de la psiquiatría y la neurología modernas. “Fueron los primeros que empezaron a preguntarse si detrás de aquellos comportamientos monomaniacos había una alteración biológica, aplicando el método científico. También fueron los primeros que trataron a pacientes como personas.
En el siglo XX, las personas que presentaban trastornos mentales eran destinados a asilos que ejercían como cárceles. “Se pensaban que estaban poseídos por el demonio o por espíritus y eran encerrados con grilletes. Se les hacían cura de sed y hambre, se les golpeaba. El trato era inhumano… Y, por primera vez, estos médicos comienzan a brindarles un tratamiento moral”, expone el científico, para quien las pinturas de Géricault fueron “fundamentales a la hora de reconocer a quienes que padecían un trastorno mental como seres humanos”.
También fue clave, de acuerdo con Burgos, “que el psiquiatra encargara aquellos retratos al mejor pintor de la época y en su mejor momento”. Pocos años antes de aceptar su colección sobre aquellos pacientes del sanatorio, Géricault había pintado s La balsa de La Medusa, la más famosa de sus obras y una de las más importantes que lucen las paredes del Louvre. “El psiquiatra no encargó los retratos a cualquiera”, señala el científico español que ha localizado dos de las obras pérdidas durante 200 años.
Las características comunes de los retratos se centran en su tamaño similar, de 50–65 cm de ancho por 61–81 cm de largo, y los retratados posan de medio cuerpo, emergiendo de la penumbra. Las siluetas permanecen completamente sombreados y las manos no se muestran. Por otro lado, las pinturas se ajustan al clásico retratos formales u honoríficos de la época.
“El que más me impresiona es el de la envidia”, confiesa Burgos, haciendo referencia al cuadro en el que una mujer demente “que muestra el rostro torcido, la boca apretada, una expresión de resentimiento, como de hiena. Para mí es la más turbadora”. No obstante, el científico destaca el retrato de la maníaca del juego por la historia que podría esconder detrás. “Retrata a una ludópata con el rictus congelado y sin expresión. Y muestra un elemento externo que no aparece en el resto de la colección: una muleta que indica que el enfermo tenía problemas para andar. Lo que relaciona su condición mental con un problema motriz”, expone Burgos. “Un artículo científico sugiere que la paciente podría padecer Parkinson, una enfermedad descrita pocos años antes”, señala el científico cuya aportación ha permitido conocer mejor la obra de Géricault y su importancia en el estudio y avance de los trastornos mentales.
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