El aislamiento bajo tierra: un desajuste drástico para los ritmos circadianos
- Dra. Esther Samper Martínez
- Noticias
Recientemente, la espeleóloga Beatriz Flamini saltó a las noticias nacionales por pasar en torno a 500 días aislada en una cueva de Motril (Granada). Tres grupos de investigadores han seguido la evolución de la deportista de élite: el grupo de Neuropsicología clínica de la Universidad de Almería, el de Psicología experimental y Fisiología del comportamiento de la Universidad de Granada y el de Kronohealth, una spin-off del laboratorio de Cronobiología de la Universidad de Murcia. Además, la hazaña se describirá con más detalles en un próximo documental.
Este hito ha atraído el interés del público sobre las consecuencias para la salud física y mental de pasar una larga temporada bajo tierra sin contacto con otras personas. Entre los efectos descritos por Flamini destacan las alucinaciones auditivas (escuchó "alaridos" durante la grabación de los vídeos), la pérdida de la noción del tiempo y problemas de memoria.
Lola Roldán, profesora del departamento de Psicología de la Universidad de Almería y especialista en Neuropsicología Clínica y Experimental, ha colaborado en el proyecto de la espeleóloga. Roldán explica a Univadis España que existe muy poca investigación científica sobre las consecuencias del aislamiento y de la oscuridad sobre el ser humano, por lo que nuestro conocimiento al respecto es muy limitado: "Existen estudios de personas que habían estado en la Antártida o en estaciones de estudios experimentales sobre el hielo, cerca de volcanes y demás, pero ni habían estado en aislamiento ni en oscuridad, simplemente habían estado en condiciones de poca luz natural, encerrados en espacios pequeños".
Las investigaciones en aislamiento y con deprivación sensorial suelen contar con casos únicos, como el de Flamini, y ser de poca duración, por lo que sus conclusiones tienen muchas limitaciones. El tiempo en el que se mantiene una persona bajo estas condiciones es clave en cuanto a los efectos que pueden experimentarse a nivel físico y mental. Mucho menos se sabe cómo afectan estas condiciones a mujeres en torno a la menopausia.
No obstante, la bibliografía científica al respecto muestra que las alteraciones de los ritmos circadianos son uno de los efectos más claros sobre el ser humano ante la falta de exposición a la luz.[1] Estas alteraciones provocan, a su vez, trastornos del sueño como insomnio o somnolencia diurna, por desajustes en los ciclos de vigilia y de sueño. A su vez, estos cambios incrementan el riesgo de sufrir ansiedad y depresión, así como también irritabilidad.
Además de la alteración de los ritmos circadianos y del sueño, Roldán señala los efectos psicológicos más notorios del aislamiento en condiciones de oscuridad: "Hay pérdidas de distintos tipos de memoria, como la episódica. Aparecen lagunas de memoria de sucesos, hechos y eventos y se da pérdida de orientación. Se pierde también la capacidad de la memoria de trabajo, de operar con los elementos y con mantener información activa. Se pierde también la atención sostenida y la atención alternante, hay alteraciones del razonamiento y de la percepción, incluso en el reconocimiento de las caras".
En la actualidad, se está desarrollando un proyecto español en el que internan a grupos de personas en una cueva en Santander durante 7-10 días para ver cómo afectan estas condiciones a sus capacidades cognitivas y cómo se organizan , trabajan y establecen relaciones sociales. Se sigue un protocolo específico de la NASA para valorar a nivel cognitivo y emocional los cambios que se producen bajo estas circunstancias. Por ahora, no hay resultados publicados de esta iniciativa.
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