El acceso a los antivirales para la hepatitis C: éxitos y retos actuales
- Andrea Jiménez
- Maria Baena
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Según confirma un estudio llevado a cabo por un equipo de investigadores de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), el acceso de forma gratuita de los pacientes con hepatitis C a los nuevos medicamentos antivirales reduce drásticamente el riesgo de muerte. Una noticia que los expertos ya habían observado a lo largo de los últimos años, y que esta investigación, publicada en la revista Hepatology sustenta con datos: los fallecimientos por esta enfermedad viral en España pasaron en el periodo 2001-2014 de un descenso de 3,2 % anual a un 18,4 % entre 2015 y 2018.
“La enfermedad ha sufrido un cambio radical desde que disponemos de los nuevos tratamientos. El avance en el tratamiento de la hepatitis C ha sido espectacular y supone un cambio histórico, del que me siento un privilegiado por estar asistiendo al mismo.”, manifiesta José Luis Castro Urda, responsable del área digestiva del Hospital Universitario Severo Ochoa.
Los antivirales de acción directa impiden que el virus se multiplique alcanzando tasas de curación que pueden llegar hasta el 97 % de los casos. “Con la medicación de última generación nos hemos curado más de 160.000 personas en España”, destaca Pedro Santamaría, uno de los fundadores de la Asociación Catalana de Pacientes Hepáticos (ASSCAT). Tras la aprobación de estos agentes antivirales por la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) en el 2014, la nueva medicación llegó a España un año después. “La experiencia fue muy dura al principio, pero después de muchas luchas de asociaciones, de profesionales y de los propios pacientes, se consiguió que se ofreciera de forma gratuita”, recuerda Santamaría.
La hepatitis C: un problema de salud pública a nivel mundial
La hepatitis C es una enfermedad viral asintomática que causa una inflamación del hígado y que puede conducir tanto a un deterioro de la función de este órgano como a la insuficiencia hepática. En la actualidad, sigue siendo una causa importante de morbilidad y mortalidad hepática en muchos países, suponiendo un problema de salud pública a nivel mundial. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cada año ocasionan la muerte de 1,4 millones de personas por infección aguda y por cáncer hepático y cirrosis asociados a las hepatitis. El 48 % de esas defunciones son atribuibles al virus de la hepatitis C. Con suerte, el cuerpo es capaz de combatir la infección y el virus desaparece. Pero para la mayoría de las personas, una infección aguda conduce a una infección crónica.
Sin un tratamiento adecuado, entre un 75 y un 85 % de estas infecciones evolucionan a hepatitis crónicas. “Y en ese caso, después de 30 años de infección, las posibilidades de desarrollar un cáncer de hígado son del 30 %”, explica Juan Antonio Pineda, investigador del Valme de Sevilla y responsable de fundar el grupo de investigación andaluz HEPAVIR de la SAEI, cuya actividad está enfocado, principalmente, en la investigación de la coinfección por VIH y VHC. “Los pacientes con una cirrosis hepática secundaria al virus de la hepatitis C tienen un riesgo de desarrollar un hepatocarcinoma del 2 al 4 % anual. Hay que decir que la curación del virus, una vez está ya instaurada la cirrosis, no implica la curación de esta, por lo que a estos pacientes tienen que llevar un seguimiento y cribado de aparición de hepatocarcinoma”, recalca Castro.
Plan Nacional de hepatitis C
Como señala el nuevo estudio, más del 95 % de las personas con hepatitis C tratadas con estos nuevos antivirales muestran niveles indetectables en sangre del ARN del virus, lo que supone un aumento muy significativo en los niveles de curación de la enfermedad. “Cuando la nueva medicación estuvo disponible para nosotros fue como el descubrimiento de la penicilina, ¡un milagro!”, confiesa Santamaría, recordando que hasta la llegada de la segunda generación de antivirales de acción directa en 2014 los esfuerzos para reducir la carga de enfermedad por hepatitis C habían resultado poco efectivos.
El interferón (IFN) y ribavirina conseguían bajar la carga viral durante el tratamiento, pero en cuanto se interrumpía el tratamiento, volvía sus niveles de antes. “Estos nuevos antivirales cambiaron de forma radical el panorama, ya que suponían un tratamiento corto, sencillo y bien tolerado por los pacientes. La medicación actual es una pastilla al día sin efectos secundarios”, aclara el miembro de la ASSCAT.
La aparición de estos antivirales altamente eficaces derivó en el desarrollo y publicación del Plan Nacional de Hepatitis C en abril de 2015 para promover un diagnóstico y tratamiento adecuados, ya que esta enfermedad se había convertido en la principal causa infecciosa de carga de morbilidad en España en la década 2000-2009. Sin embargo, hasta la fecha, la evidencia sobre el efecto de los nuevos tratamientos en la reducción de mortalidad relacionada con hepatitis C era limitada.
La aparición de los nuevos antivirales de acción directa aumentó de forma muy significativa las curaciones entre los pacientes incluidos en grupos de muy alto riesgo, como los consumidores de drogas inyectables. “El perfil de los pacientes son, sobre todo, personas mayores de 40 años, varones, antiguos usuarios de drogas o mayores de 60, hombres y mujeres, que se contagiaron por el uso de material sanitario insuficientemente higienizado”, explica el investigador del Valme de Sevilla.
Es el caso de Santamaría, quien adquirió la infección a raíz de una transfusión de sangre en un hospital público en febrero de 1988. “Cuando me di cuenta de que mi caso no era único busqué a otros pacientes como yo. Primero formamos un grupo de ayuda y después, en el 2010, decidimos fundar la asociación”, relata. “Esa es la vía más común de infección en personas mayores de 60 años, y no era por descuido, sino porque no se sabía que los métodos de esterilización que se usaban no prevenían las hepatitis y, además, la hepatitis C ni se conocía aún. En España no se pudo excluir la sangre infectada por VHC hasta 1991, cuando se conoció el virus”, aclara Pineda.
De acuerdo con el hepatólogo del Severo Ochoa, “el perfil del paciente ha cambiado mucho ya que actualmente los pacientes pertenecen mucho más frecuentemente a las llamadas poblaciones difíciles de tratar, como son pacientes con trastornos psiquiátricos y con muchos fármacos para el sistema nervioso central. También los pacientes con dificultades para la adherencia a tratamientos, como personas sin hogar o privadas de la libertad”.
Los retos actuales en torno a la hepatitis C
Aunque los avances en la cura de la hepatitis C son increíbles, “y podemos estar satisfechos de la evolución en la erradicación del virus, la pandemia limitó el acceso a los tratamientos, sobre todo a la población más vulnerable. Hubo brotes en centros de asistencia, menor acceso a servicios sanitarios, efectos deletéreos por el confinamiento, por ejemplo, aumentando la mortalidad en pacientes con trastornos mentales. Todo ello impactó negativamente, retrasando muchos tratamientos del virus de la Hepatitis C”, apunta Castro. No obstante, como señala Pineda a Univadis España, “aunque durante la pandemia el ritmo de caída ha sido menor, el número de pacientes con infección activa decrece de forma continua. Hay algunos diagnósticos nuevos, sobre todo en hombres que tienen sexo con hombres y en usuarios de drogas que usan material compartido, pero son pocos”, explica.
Según un estudio internacional que evaluó en el 2019 el progreso realizado en 45 países de altos ingresos que analiza los planes de acción contra el virus de 45 países y hace una proyección matemática de futuro, España encabeza la carrera contra la infección. Nuestro país sería el segundo, tras Islandia, en erradicar la enfermedad. “Afortunadamente, España es uno de los países más avanzados en la eliminación del virus, pero, por supuesto que queda camino por recorrer”, aclara el hepatólogo, para quien los retos pendientes en torno a esta infección vírica se centran en “detectar aquellos pacientes que la tienen y la desconocen, es decir hacer cribado y programas de microeliminación”. “Todavía hay un pequeño porcentaje de personas infectadas, que al tratarse de una enfermedad asintomática, no están diagnosticadas”, asegura Santamaría.
“La línea roja son pacientes diagnosticados desde que se pusiera en marcha el Plan Nacional de abordaje de la hepatitis C. Este número aumenta porque se están diagnosticando pacientes que estaban infectados hace muchos años y no lo sabían. No son nuevas infecciones que se hayan producido ahora. Y estos pacientes, tan pronto se diagnostican, se tratan, por lo que el número de pacientes con infección activa (que son los verdaderamente portadores de la infección; el resto son infecciones pasadas) está disminuyendo a gran velocidad”, concluye Pineda.
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