Edulcorantes e intolerancia a la glucosa: aspectos aún por aclarar
- Paolo Spriano
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El consumo elevado de azúcar es un factor común en muchas enfermedades cardio-metabólicas como la obesidad, la diabetes mellitus tipo 2, la hiperlipidemia y la esteatosis hepática no alcohólica. El intento de encontrar una alternativa baja en calorías al azúcar ha cristalizado en los edulcorantes no nutritivos (o artificiales), que hoy consumen millones de personas. Sin embargo, aún no está claro el impacto a largo plazo de estos edulcorantes en la salud de las personas en general y en su metabolismo en particular. Contrariamente a las suposiciones del pasado, según las cuales los edulcorantes se consideraban inocuos para el cuerpo humano, la reciente acumulación de un creciente número de pruebas sugiere que el consumo de edulcorantes no nutritivos puede tener un profundo impacto en el metabolismo humano a través de su capacidad para impactar tanto en el individuo en sí como en su microbioma.[1]
En un artículo publicado en el Journal of Clinical Investigation, los autores hacen balance a través de un análisis experto de los efectos de los edulcorantes artificiales sobre las respuestas glucémicas y sus efectos sobre la salud metabólica, sugiriendo algunos enfoques para encontrar respuestas adecuadas a las muchas preguntas que aún quedan por aclarar.[2]
Edulcorantes: estructura, metabolismo y unión a receptores
Los edulcorantes artificiales son compuestos intensamente dulces y comprenden un grupo de moléculas distintas con diferentes químicas, que pueden influir en la intolerancia a la glucosa, así como interferir en otros parámetros metabólicos.
La diferencia en la estructura molecular de los edulcorantes artificiales influye en el metabolismo, los cambios y la reactividad del individuo. Los edulcorantes como el aspartamo se descomponen en sus componentes ácido aspártico, fenilalanina y metanol y, por tanto, podrían ejercer múltiples efectos en el individuo a través de estos productos de degradación metabólica.[3] La sacarina o la sucralosa atraviesan el tracto gastrointestinal con pocas modificaciones y solo un pequeño porcentaje de productos de degradación metabólica.[4] Por el contrario, el acesulfamo potásico (E950) se excreta rápidamente sin metabolizarse.[4]
De ello se deduce cómo los edulcorantes pueden mediar en sus efectos biológicos, ya sea directamente o a través de sus productos de degradación, aunque la importancia de su unión a los receptores del sabor dulce en el tracto gastrointestinal sigue sin estar clara. Estos receptores, expresados principalmente por las células enteroendocrinas, representan una fuente importante de hormonas, pero actualmente no existen pruebas sobre la capacidad directa de los edulcorantes para producir hormonas del tipo GLP-1 (péptido similar al glucagón).[3] Sin embargo, el consumo de sucralosa y estevia se ha asociado a un aumento de los niveles de insulina similar al observado en el consumo de glucosa[5] y algunos datos apuntan a una sobrerregulación de la absorción intestinal de glucosa por la sucralosa, el acesulfamo-K y la sacarina.[6]
Edulcorantes y respuesta metabólica del individuo
Para comprender cómo repercute la ingesta de los edulcorantes artificiales en el metabolismo individual, no se puede pasar por alto el estado metabólico de la persona que los toma. Los estudios sobre los edulcorantes artificiales en humanos se han centrado en individuos sanos, diabéticos u obesos, evaluando cómo podrían influir en parámetros metabólicos clave como la intolerancia a la glucosa, el peso corporal, la integridad de la barrera intestinal y la inflamación de bajo grado.
La duración de la exposición a los edulcorantes es un aspecto crítico para la interpretación de los resultados de los estudios. El consumo de sucralosa y sacarina demostró un efecto significativo sobre las respuestas glucémicas a corto plazo, pero se desconoce si una ingesta prolongada puede proporcionar una mejora adicional o mitigar estos efectos.
Varios estudios observacionales han mostrado asociaciones entre la ingesta de edulcorantes artificiales y desequilibrios metabólicos, sin poder identificar cuál es la causa y cuál la consecuencia de estas correlaciones.[1] Esto podría resolverse con ensayos clínicos aleatorizados prospectivos y bien controlados que eviten elementos distorsionadores como la exposición altamente prevalente y a menudo inconsciente a alimentos asociados a edulcorantes, como se demostró en un estudio en el que una cuidadosa evaluación nutricional condujo a la exclusión de 1.244 de 1.375 participantes debido únicamente a la exposición inconsciente a edulcorantes artificiales.[7]
Los edulcorantes y la microbiota
Los edulcorantes artificiales pueden influir en la microbiota a través de múltiples mecanismos, incluida la modulación de la comunicación interbacteriana a través de la detección del quorum (un sistema molecular para regular el comportamiento en grupo), pero también pueden regular directamente el crecimiento bacteriano, incluida la promoción de especies bacterianas específicas in vivo. Una serie de experimentos de transferencia fecal de seres humanos que consumían sacarina, sucralosa, aspartamo y estevia a ratones libres de gérmenes[8] sugiere la relación causal entre los efectos del microbioma modulado por edulcorantes y las respuestas glucémicas del huésped. Estos resultados mostraron que los ratones que recibían microbiomas humanos de consumidores de edulcorantes artificiales reflejaban las respuestas glucémicas de los donantes humanos. Así, las transferencias de microbiomas de individuos con alteraciones glucémicas inducidas por edulcorantes artificiales causaron alteraciones similares en los ratones receptores, mientras que las transferencias de microbiomas de humanos que no respondieron a edulcorantes artificiales causaron alteraciones glucémicas mínimas o nulas en los ratones receptores. Se puso de manifiesto un gradiente en los efectos metabólicos de los edulcorantes artificiales sobre el microbioma y el metabolismo del huésped, mostrando la sacarina y la sucralosa las alteraciones metabólicas y del microbioma más significativas, en comparación con el aspartamo y la estevia (que solo afectaron a algunos de los sujetos observados).
La heterogeneidad de las respuestas merece nuevos estudios que permitan una mejor comprensión causal, esencial para el uso óptimo y personalizado de los edulcorantes artificiales existentes y el desarrollo de nuevas moléculas edulcorantes con mejores garantías de seguridad.
Este contenido fue publicado originalmente en Univadis Italia.
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