Diario de una estudiante: “Cómo aprendí a enfocar la carrera”

  • Esther Cacho Lobo

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“Llegarás a ser médico, pero serás una médico amargada”, esta fue la frase que uno de mis profesores de segundo de bachillerato me repitió durante todo el curso, cada día. Puede parecer una ofensa, incluso yo en su momento así lo interpreté. Sin embargo, a día de hoy, la considero una de las mayores lecciones que me han dado en la vida. 

La estudiante de bachillerato, la Esther de 17 años, consideraba que todos sus problemas acabarían cuando consiguiera entrar en la carrera por la que tanto había peleado, Medicina. Pensaba que lograr eso sería el culmen de mi felicidad, sin importar el proceso. Renuncié a todo lo que, bajo mi parecer, no aportaba a mi camino hacia la meta. Y sí, finalmente conseguí mi meta, pero ¿dónde estaba esa felicidad plena que ansiaba? Había una parte de mí que se sentía vacía.

Una ola de felicitaciones viene con tu admisión en la carrera y tu das las gracias y sonríes, pero ¿por qué seguía sintiéndome ese vacío en mí? La respuesta a eso solo la tenía yo. De repente, te paras a pensar, a buscar el origen de ese vacío, y no lo ves claro. Mil recuerdos te abruman, mil planes rechazados, mil momentos doónde te pusiste a ti mismo en un segundo plano… El origen estaba ahí, en mi frustración y ensañamiento por conseguir la meta, sin prestar atención al proceso. 
Cuando entendí eso me prometí a mí misma que no volvería a pasarme más. Había llegado a la meta, entrar a la carrera, y con ello tenía que marcar una nueva: llegar a ser médico, pero sin descuidar jamás el proceso. 
Como he dicho, en muchísimas ocasiones me había puesto a mí misma en un segundo plano, no había disfrutado del proceso. En el aspecto académico había mejorado, pero en el personal me había estancado, me había olvidado de todo lo que me rodeaba. 
Comenzaba una carrera que en un futuro me posicionaría frente a personas, personas que necesitan un médico que tenga conocimientos teórico-prácticos, pero sobre todo que sepa tratarlas, y no me refiero en el plano terapéutico, sino que sepa tratar a las personas. Por eso, decidí que aprovecharía cada momento de este camino, fuese cual fuese, desde emocionarme con unas prácticas a llorar por la ansiedad que provocaba en mí cada época de exámenes. Todo esto favorecería mi crecimiento personal, ese que en estos momentos considero tan necesario como el académico.
Yo me había fallado a mí misma, tenía piezas importantes de mi puzle, pero me faltaba una importante, el desarrollo personal. El ensañamiento se había apoderado de mí y había hecho de mi sueño una frustración. Ya tenía en mis manos la oportunidad de ser médico, solo faltaba no ser “una médica amargada” y para ello debía mirar a mi alrededor, aprender de todos los que me rodeaban, pero de mi misma. A dos meses de empezar mi último curso académico, tengo claro que ese profesor solo estaba advirtiéndome y dándome uno de los consejos más valiosos de mi vida y por ello le estaré eternamente agradecida.

Esther Cacho Lobo es estudiante de Grado de Medicina en la Universidad de Extremadura.