Desde Rusia con amor, la historia de espionaje científico que está conmocionando Italia
La colaboración entre Italia y Rusia comenzó durante los peores días de la primera ola de la pandemia provocada por la COVID-19. El sábado 21 de marzo de 2020, nueve aviones rusos (aunque según algunas fuentes fueron trece) cargados de suministros médicos, personal sanitario y de seguridad pertenecientes a las fuerzas armadas rusas aterrizaron en el aeropuerto militar de Pratica di Mare, cerca de Roma. Ese mismo día, se notificaron 6.557 nuevos casos de COVID-19 en Italia. Aunque hoy puedan parecer pocos casos, fue la cifra más alta de la primera ola. De hecho, en aquella época la capacidad de diagnóstico era mucho más limitada que en la actualidad: se analizaban 26.000 hisopos, mientras que ahora se toman cerca de medio millón de muestras cada día. Ese sábado se registraron 793 muertes, aunque el número real, probablemente fue mucho mayor. Cuando llegó la ayuda rusa, Italia estaba en pleno confinamiento y se estaba enfrentando a su peor crisis sanitaria desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Por ello, la misión rebautizada "Desde Rusia con amor" fue recibida con los brazos abiertos por las autoridades. Las operaciones de los rusos en Italia se desarrollaron en las provincias de Bérgamo y Brescia, unas de las más afectadas por la pandemia, y se extendieron durante casi dos meses.
La invasión rusa de Ucrania ha vuelto a poner el foco en esta misión, encontrando múltiples aspectos poco claros. Una de las cuestiones que hay que aclarar es, por ejemplo, por qué la misión empleó más personal militar que médico. De los 104 participantes, había 28 médicos (solo dos de ellos civiles) y solo cuatro enfermeras. Algunos, como el general que comandaba la misión, Sergey Kikot, eran expertos en armas químicas y bacteriológicas y estaban más acostumbrados a los escenarios de guerra que a las epidemias. Además, el equipo médico transportado a Italia fue de poca ayuda en la emergencia: mientras Italia necesitaba decenas de millones de mascarillas cada día, los cargueros de Moscú solo trajeron unos cientos de miles. Incluso los 150 respiradores proporcionados por los rusos resultaron ser peligrosos y no funcionales.
Una misión de inteligencia más que de ayuda humanitaria
El equipo que transportaron y los colaboradores de la misión hacen pensar a muchos observadores que la misión tenía también otros objetivos, más relacionados con la inteligencia rusa contra un país de la OTAN. También la intención inicial de los rusos (realizar acciones de saneamiento de las oficinas públicas y no solo los hospitales y residencias sanitarias, como acordaron después con la Defensa Civil italiana) puede sugerir una misión orientada al espionaje. Los médicos rusos tuvieron la oportunidad de conocer de primera mano los protocolos de tratamiento contra la COVID-19 aplicados en Italia, que en ese momento era probablemente el país con más experiencia en este campo después de China. Sin embargo, Pekín había sido más celoso con la información confidencial de sus pacientes.
La misión de los rusos fue inmediatamente objeto de atención y escrutinio, tanto por parte de los medios de comunicación como de las instituciones. Desde el comienzo, varios medios de comunicación italianos y extranjeros relacionaron la llegada de los rusos con una operación que también tenía objetivos diplomáticos y sanitarios. Entre los países de la OTAN, Italia es probablemente el que mantiene unas relaciones políticas más sólidas con la Rusia de Putin: partidos nacionales como Fratelli d'Italia, Lega, Movimento 5 stelle y Forza Italia habían expresado repetidamente su aprecio por el presidente ruso antes del conflicto.
En el 2021, los servicios de inteligencia del Comité Parlamentario para la Seguridad de la República (Copasir) llevaron a cabo una investigación para identificar cualquier acción de la misión rusa que pudiera comprometer la seguridad nacional. Según la Copasir, en su informe anual de 2021, "la misión rusa se llevó a cabo exclusivamente en el sector sanitario, con la tarea de sanear hospitales y residencias de ancianos, y el convoy estuvo siempre escoltado por vehículos militares italianos".
Romper la unidad europea en materia de vacunas
El Corriere della Sera, apoyando la teoría del espionaje, ha recalcado el hecho de que en el desarrollo de la vacuna rusa Sputnik V se utilizara una secuencia vírica del brote italiano, que habría sido tomada de un ciudadano ruso que acababa de regresar de un viaje a Roma. De hecho, el ciudadano habría visitado Italia el 15 de marzo de 2020, es decir, una semana antes de la llegada de la misión rusa. Además, el 21 de marzo, Rusia también estaba registrando cientos de casos de COVID-19 al día. Por lo tanto, no habría sido necesario viajar a Italia para recoger las muestras biológicas necesarias para el desarrollo de la vacuna rusa Sputnik V.
Sin embargo, el desarrollo de la vacuna Sputnik ha suscitado dudas sobre la importancia real de la colaboración sanitaria entre Rusia e Italia durante la pandemia. A pesar de que la vacuna desarrollada por el instituto moscovita Gamaleya no ha recibido la recomendación de la Agencia Europea del Medicamento (EMA), muchos administradores locales -como los presidentes de Lombardía, Véneto, Campania y Lacio- han propuesto comprar dosis de la misma de forma independiente a Bruselas (una opción que sí tomó la Hungría del primer ministro antieuropeo Orban, pero también aireada por otras potencias continentales) o incluso producir la vacuna rusa en Italia. En febrero-marzo de 2021 se hicieron muchas declaraciones en este sentido, periodo en el que se estaban sufriendo retrasos en la entrega a Italia de las demás vacunas adquiridas por la Unión Europea. Si la alianza europea sobre vacunas se hubiera roto en ese momento, los gobiernos de la Unión habrían competido entre sí por las dosis sin cumplir las recomendaciones de la EMA, lo que habría aumentado los precios y disminuido la seguridad para los ciudadanos.
A instancias del consejero de Sanidad, Alessio D'Amato, la Región del Lacio fue más allá que otras regiones, patrocinando una colaboración científica estable entre el Gamaleya y el Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas Lazzaro Spallanzani de Roma. Gracias a esta colaboración, se han llevado a cabo varios estudios en los se habría confirmado la eficacia de la vacuna rusa tanto en la vacunación primaria como en la de refuerzo. El último, publicado en enero de 2022 en MedRxiv y sin revisión por pares, demostraría que "el enfoque más eficaz es la administración de una dosis de refuerzo de la vacuna, como ya se ha demostrado en otros estudios, con el uso de la vacunación heteróloga con una primera dosis de la vacuna Sputnik V", que habría demostrado ser mejor que la vacuna de ARNm de Pfizer.
Sin embargo, la comunidad científica ha expresado grandes recelos sobre los estudios de la vacuna rusa. Los investigadores rusos no han querido compartir los datos con sus colegas y además se desconoce el origen de la financiación de los estudios. Finalmente, una investigación del diario La Stampa ha revelado que funcionarios rusos habían ofrecido 250.000 dólares a un alto directivo del instituto de investigación para iniciar los experimentos en Spallanzani. Con el inicio de la invasión de Ucrania y el endurecimiento de las sanciones contra Rusia, Spallanzani se ha visto obligado a suspender la cooperación con Gamaleya.
Algunos medios de comunicación, como el Corriere della Sera, sugieren ahora un vínculo entre la misión rusa en Bérgamo y la colaboración entre Roma y Moscú sobre la vacuna, pero carecen de pruebas. En cualquier caso, es razonable pensar que en ambos casos Rusia utilizó la pandemia y la investigación sobre el SARS-CoV 2 para ejercer un "poder blando", es decir, para influir en la posición internacional de Italia con respecto a la propia Rusia sin el uso de la fuerza. Queda por establecer, a través de las investigaciones que aún están en curso, si este poder blando implicó también la manipulación de pruebas científicas, si hubo implicación de los políticos locales y nacionales con un país que ya estaba sancionado en ese momento y si, por último, hubo corrupción entre los gestores del servicio sanitario italiano.
Este contenido fue publicado originalmente en Univadis Italia.
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