Desatendiendo a los desplazados: los problemas de salud mental de los refugiados varones
- Hassan Thwaini
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Cuatro ex refugiados iraquíes hablan con Univadis.com sobre el estrés que les supuso verse obligados a abandonar su hogar en medio de la invasión de su país liderada por Estados Unidos en 2003. Se han cambiado sus nombres para proteger sus identidades, ya que todos son médicos en activo en Europa.
"Tardé cinco intentos en salir del país con mi familia y tres años en ganar mi primer sueldo", señala Ibrahim, urólogo consultor en Suecia.
Las múltiples etapas del viaje de cualquier refugiado pueden repercutir en su bienestar, desde refugiarse en campos y cruzar fronteras por medios poco convencionales, hasta intentar asentarse en una nueva cultura y crear un nuevo hogar seguro.
"El proceso de adaptación a una nueva cultura, idioma y entorno social puede ser difícil y contribuir a generar sentimientos de aislamiento, desarraigo cultural y pérdida de sistemas de apoyo social", afirma Andrés Fonseca, psiquiatra formado en Madrid y Director General de Thrive Mental Wellbeing, un servicio de salud mental para organizaciones con sede en el Reino Unido. Fonseca tiene experiencia trabajando con refugiados en toda Europa.
"Los refugiados varones pueden proceder de sociedades en las que los problemas de salud mental están muy estigmatizados. El miedo a ser percibidos como enfermos mentales o a la exclusión social puede impedir que busquen el apoyo necesario", añade.
No es infrecuente, por ejemplo, que los habitantes de Oriente Medio y algunas zonas de Asia oculten sus enfermedades mentales por miedo a ser avergonzados por sus comunidades. "No existe una terminología universal que todos los refugiados utilicen para describir sus experiencias", afirma Fonseca. "Algunos pueden hablar de salud mental en términos espirituales, otros pueden referirse a las sensaciones que experimentan en sus cuerpos como consecuencia de sus trastornos y utilizar eso para dirigir la conversación, y otros se sienten perfectamente cómodos con el lenguaje que utilizamos en la práctica clínica."
Asad, médico de familia en Noruega, describe su experiencia: "Yo no tenía problemas de salud mental. Solo estuve deprimido durante un tiempo". También se sentía "inseguro y solo", explica.
Por su parte, Anwar, cirujano afincado en Dinamarca, afirma que su traslado desde Irak fue muy estresante y doloroso, pero que "afortunadamente, el tiempo fue mi mejor sanador".
Trasladarse a un nuevo país, y a menudo a una nueva cultura, es un reto que se ve agravado por la incertidumbre de llegar como refugiado.
"A lo largo de la fase de migración, los refugiados se enfrentan a situaciones como la separación de sus familias, la exposición a nuevas culturas e idiomas y, a menudo, viajes peligrosos. Estas experiencias pueden aumentar el estrés, la ansiedad y los síntomas relacionados con el trauma", explica Fonseca.
Para muchos, la mayor carga reside en el sentimiento de culpa asociado a dejar atrás a los seres queridos, sin ninguna seguridad ni conocimiento de lo que les deparará el futuro. "Mi mayor lucha fue el sentimiento de culpa por dejar atrás a mis padres", dice Patel, que ahora trabaja como médico en Suecia.
Ibrahim se explaya: "En cuanto llegué a la frontera, sentí mucha nostalgia y sentimientos encontrados. Simplemente no sabía si mi familia estaba bien".
Como miles de otros hombres que han huido del peligro, Patel se sintió inclinado a dar un paso adelante y alejar el estrés para centrarse y encontrar la forma de llevar a su familia a su nuevo hogar en Suecia. "Me preocupaba pedir ayuda pero, al final, visité una clínica de salud mental para hablar con un médico de confianza".
Anwar expresa su preocupación por pedir ayuda: "No quería ir al médico. No sabía cuánto me costaría y no tenía mucho dinero. Solo pedí ayuda a los pocos amigos que hice".
Las causas de los problemas de salud mental tras el desplazamiento son muchas. Para sobrellevarlo, muchos recurren al ámbito espiritual. "Los analgésicos que utilicé para recuperarme no fueron las drogas, sino sumergirme en el trabajo, asistir a sesiones de coaching vital y asegurarme de participar en actividades espirituales como rezar", dice Anwar.
Para Patel, ser aceptado en su nueva comunidad le ayudó a mantenerse fuerte. "Ser capaz de adaptarse a una nueva forma de vida es muy importante. Encontré una red de amigos con los mismos antecedentes que yo, con los que podía hablar abiertamente. Habría sido difícil hablar con gente que no entendiera por lo que estaba pasando".
Muchos hombres que se ven obligados a salir de su país se enfrentan a otro obstáculo: encontrar una carrera que se ajuste a su experiencia y nivel de estudios.
"El primer país al que me vi obligado a trasladarme, Jordania, no me dejaba trabajar como extranjero, independientemente de mi formación médica. Cuando finalmente conseguí un puesto, mi primer sueldo como médico equivalía a menos de 1 dólar al mes", cuenta Ibrahim. "Recuerdo que le pedí dinero a mi padre cuando por fin me mudé a Suecia, y me lo gasté en imprimir copias de mi currículum. Me pasé una semana yendo de un hospital a otro y presentándome, con la esperanza de conseguir algún puesto que justificara mi cualificación como médico. Finalmente conseguí un trabajo en uno de los hospitales locales y gané un sueldo suficiente para mantener a mi familia por primera vez en mi vida como médico especialista en urología."
"Ahora sé más sobre salud mental, tras haber ejercido la medicina en Noruega", dice Asad. "Al principio, no le daba mucha importancia. Mis hijos me decían que tenían ansiedad y yo les respondía: 'Solo estáis estresados. Ya se os pasará'. Ahora me doy cuenta de que lo que sienten probablemente esté relacionado con nuestras estresantes mudanzas, lo que me hace sentir culpable".
"De hecho, no hay un paraíso al que escapar, ni un lugar perfecto al que llamar hogar. Solo los pros y los contras que conlleva cada traslado, forzado o no", añade Anwar.
Fonseca explica que "la discriminación y los prejuicios de, por desgracia, tanto los profesionales sanitarios como la comunidad local también pueden afectar al bienestar mental de los refugiados varones". Además de acoger a los refugiados con los brazos abiertos, los gobiernos deben incorporar evaluaciones exhaustivas de la salud mental en las consultas médicas iniciales de los solicitantes de asilo. Por tanto, es vital no obligar a los que huyen de la guerra a librar otra batalla, sobre todo una en la que se sientan avergonzados de luchar solos.
Este contenido fue publicado originalmente en Univadis.com
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