COVID persistente y sus elementos clave, según un informe CIBERESP

  • Andrea Jiménez

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Hasta la fecha, sigue existiendo una falta de acuerdo generalizado sobre qué es la COVID persistente y cómo se evalúa la gravedad de los pacientes, así como los factores que la predisponen en el Sistema Nacional de Salud (SNS). “Es una situación a la que hemos calificado de nebulosa y que se produce porque no existe evidencia científica robusta que permita definir con claridad los alcances del concepto de COVID persistente. No sabemos cuál es la magnitud del problema, ni tampoco los determinantes del problema”, expone Antoni Serrano, integrante del Consorcio de Investigación Biomédica en Red de Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP) que acaba de publicar un informe para arrojar luz en una situación en la que no existe evidencia suficiente, ni tampoco acuerdo entre los expertos.

El documento, cuyo objetivo es establecer en qué áreas existe consenso y en qué áreas no lo hay, es un encargo de los ministerios de Sanidad y de Ciencia e Innovación al consorcio en el que participaron más de 70 profesionales y que propone una definición operativa de COVID persistente que incluya elementos para su implementación.

Uno de los aspectos que alcanzó un mayor grado de acuerdo en este proceso y en los diferentes subestudios fue definir este padecimiento como un conjunto multiorgánico y variado de manifestaciones y síntomas no atribuibles a otras causas que perduran o fluctúan durante un período mínimo de 3 meses tras la fase de infección aguda por COVID-19. 

De acuerdo con el nuevo informe, las manifestaciones y síntomas más frecuentes de COVID persistente son los sistémicos (como la fatiga), los neurocognitivos (como la niebla mental o confusión) y los respiratorios o cardiovasculares además de otros como los neurológicos, neuromusculares o psicológicos y psiquiátricos, “cuya gravedad debería medirse a partir de escalas funcionales validadas para poder interpretar los perfiles de los pacientes y sus necesidades”, asegura el documento.

Como explica Serrano, “aunque no se observó consenso sobre cómo medir la gravedad de los pacientes, se consideró necesario utilizar escalas funcionales validadas y medir el impacto en diferentes áreas de la vida diaria y calidad de vida”. Los investigadores identificaron varias áreas afectadas en las personas con COVID persistente, sin identificar qué afectaciones físicas estaban asociadas a mayor gravedad, “pues no era el objetivo de esta fase del proyecto. Esperemos que en el futuro podamos identificar qué perfiles de personas que sufren COVID persistente tienen mayor afectación funcional y qué factores están favoreciendo dicho pronóstico”, aclara el responsable del informe.

Las manifestaciones e impacto de la COVID persistente

Otro de los aspectos más destacados del documento fue medir el impacto de las manifestaciones y síntomas en la actividad diaria o vida social y laboral. Para el que los informantes determinaron la necesidad de reconocimiento y apoyo social y laboral, concluyendo la importancia de evitar las carencias del sistema de salud, que hacen que los pacientes sientan abandono y negación de su enfermedad. Como se señala en el informe, “la COVID persistente se trata de un problema social muy importante y su repercusión funcional es lo que va a determinar si a la larga va a tener una repercusión legal con pacientes que tengan baja o problemas para seguir su vida laboral o social”.

Si bien el estudio no está diseñado para determinar si el sistema está atendiendo este problema social en proporción de su gravedad, como apunta Serrano, “somos conocedores que varios hospitales han iniciado consultas para atender a esta tipología de pacientes de forma multidisciplinar. Algunas de estas consultas están adaptadas a tipos de pacientes concretos, con más afectación pulmonar, de edad pediátrica, etc. Este estudio puede ayudar a que los médicos puedan identificar mejor a los pacientes y remitirlos a dichas consultas”.

A la hora de llevar a cabo el diagnóstico y dar seguimiento a las historias clínicas, en el documento se consideraron necesarios aspectos como:

  • Descartar y conocer otros problemas de salud a los que se puedan deber las manifestaciones y la sintomatología.
  • Tener en cuenta posibles daños orgánicos o secuelas producidas por la infección por SARS-CoV-2 y sus tratamientos en la valoración diagnóstica de COVID persistente.
  • Disponer de un diagnóstico previo de infección de COVID-19 en la historia clínica del paciente y/o pruebas de laboratorio clínico (confirmación por PCR o test de antígenos). 

Otro punto destacado de la nueva publicación fue la definición de COVID persistente en la población pediátrica, para la cual se pronunciaron principalmente las voces representantes de pediatría, de neurología y de pacientes expertos. En este sentido, se subrayó una afectación específica en el área de la cognición, pero también una manifestación de síntomas diferentes y de menor intensidad, así como más infradiagnóstico por la dificultad de los niños de expresar los síntomas y la persistencia de un solo síntoma.

Aunque el estudio del CIBERESP no permite identificar qué subpoblaciones de interés (infantil, adolescente, adulta, mayor de 65 años) definidas en el informe es la más desconocida, “constamos que, sobre todo, se requerían más estudios en población pediátrica y mayores de 65 años”, manifiesta Serrano.

Por otro lado, el informe destaca el rol tan importante que ejercen los pacientes y los afectados directamente por la COVID-19 a la hora de visibilizar y formar parte activa de los avances en su conocimiento y definición.  Y concluye que para seguir avanzado es necesario “seguir contando con su voz en el diagnóstico y evaluación de necesidades, profundizar en los factores predisponentes con sus datos en la práctica clínica rutinaria, así como revisar y refinar la propuesta cuando se disponga de nueva evidencia”.

Mientras que “los resultados de la fase primera del proyecto sirven para avanzar en el conocimiento y describir los elementos donde hay acuerdo y desacuerdo en el Sistema Nacional de Salud, el objetivo de las fases posteriores del estudio pasa por identificar la prevalencia de la COVID persistente, la carga asociada y los costes en el sistema sanitario, así como identificar factores predisponentes y factores de protección. Y la tercera fase indagaría sobre factores biológicos y fisiológicos relacionados con la patología”, anuncia Serrano.