Ayer, hoy y mañana de la salud digital
- Santiago Cervera
- Salud Digital
Veinticinco reconocidos expertos en las áreas clínicas, sanitarias, empresariales y tecnológicas han publicado un “discussion paper” en la revista de la National Academy of Medicine de Estados Unidos en el que ofrecen una visión de hasta donde se ha llegado actualmente en la digitalización aplicada al cuidado de la salud, y a partir de ahí muestra cuál puede ser la línea de evolución y los retos que va a enfrentar en el medio plazo.
El artículo se denomina “The Promise of Digital Health: Then, Now, and the Future”, y es muy completo en su repaso sobre qué instrumentos han llegado en los últimos años para transformar la medicina y la sanidad. Este es un resumen interpretativo del mismo.
La definición de “salud digital” se considera un término amplio y que ha ido cambiando de significación en sus pocos años de existencia. Abarca áreas muy diferentes, como la utilización de datos capturados electrónicamente, las infraestructuras y aplicaciones técnicas y de comunicaciones que se usan en la atención médica, o los sistemas de análisis mediante software inteligente que se aplican a la necesidad de extraer de esos datos información clínicamente útil.
Todo esto, parece evidente, está transformando el campo de la salud, la medicina y la ciencia biomédica, y presumiblemente nos conduce a un futuro más saludable. Tecnologías que ya están implantadas, como la computación en la nube, la inteligencia artificial, el aprendizaje automático, la cadena de bloques (blockchain), los sistemas digitales de apoyo al diagnóstico y el tratamiento, la telesalud o las aplicaciones móviles ya se utilizan de manera rutinaria en la gestión sanitaria. Estos y otros desarrollos nos prometen poder lograr diagnósticos e intervenciones más tempranas, mejorar los resultados en salud y hacer del paciente un protagonista más consciente y responsable de lo que le ocurre.
Sin embargo, mucho de lo que promete la tecnología digital para la salud sigue siendo ilusorio. Todavía estamos en una era bastante conceptual, en la que surgen muchas cosas nuevas, pero donde no hay tantos avances como la tecnología podría producir. Por ejemplo, las interfaces en los sistemas de control de los pacientes hospitalizados todavía son toscas, la mayor parte de los datos de salud están “secuestrados, son inaccesibles y difíciles de agregar de una manera significativa y procesable”, hay pocos estándares para la interoperabilidad, y muchas de las herramientas que se han diseñado son relativamente ineficaces para el trabajo de los médicos y no siempre toman en cuenta las preferencias y circunstancias del paciente.
Por eso, parece claro que hay que crear un modelo de progreso continuo y acelerado en el área de la salud digital para que esta actúe como una “fuerza multiplicadora”. Lo que el artículo pretende poner de manifiesto es justamente qué desafíos no están todavía resueltos para que la tecnología avance de manera confiable y beneficie a más personas; cómo se podrían distribuir sus beneficios por toda la sociedad; qué necesidades técnicas y políticas se requieren; y cuáles son las prioridades que podrían concitar modelos de colaboración entre todos los agentes.
Áreas con mayores avances.
Los autores han identificado cinco áreas en las que consideran se concentra el mayor potencial de la innovación digital en el campo sanitario, que son:
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Mejoras en las fases de diagnóstico y tratamiento.
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Garantizar la continuidad asistencial.
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Facilitar el acceso de los pacientes mediante fórmulas no presenciales (telemedicina).
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Empoderamiento y autogestión del paciente.
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Reducción de errores e ineficiencias en la prestación sanitaria.

Como ejemplos en el área diagnóstica, tenemos actualmente avances como el uso de la fotopletismografía a través de la cámara de los teléfonos móviles combinada con inteligencia artificial para detectar y monitorizar la diabetes, o cómo las técnicas de aprendizaje automático están ya aportando mejoras a la radiología y la patología, avanzando en la capacidad interpretativa de las imágenes médicas. En el campo de los tratamientos, hay algoritmos que permiten crear planes individualizados en cáncer o enfermedades renales.
En el campo de la continuidad asistencial, tenemos ejemplos valiosos de mejora allá donde se han desarrollado modelos de interoperabilidad, y las eficiencias clínicas que pueden generar, facilitando la coordinación entre primaria y especializada y la utilización de registros médicos comunes.
La telemedicina, como es sabido, tuvo una enorme eclosión en medio de la pandemia, por la imposibilidad que hubo en muchos momentos de prestar atención presencial. Pero a partir de ahí, se ha consolidado un interés por poderla utilizar tanto en patología crónica como aguda y facilitar a través de ella mejores niveles de acceso.
Sobre el empoderamiento del paciente, los ejemplos se centran sobre todo en las posibilidades que tienen las personas de participar plenamente en su propia atención, mediante un mejor conocimiento de los procesos y las decisiones, y en que estas conozcan mejor cómo se encuentran física y mentalmente, lo que abre la puerta a una mayor prevención y a que se puedan lograr mejores resultados de salud y calidad de vida.
Finalmente, sobre la reducción de errores y la mejora en la eficiencia sanitaria, está bien establecido que la digitalización y el adecuado procesamiento de los datos sanitarios ayuda poderosamente a la seguridad del paciente, la eficiencia operativa y la calidad de la atención.
¿Y el futuro?
Si esto es, muy resumidamente, lo que hasta este momento hemos podido avanzar -y no olvidemos que el smartphone tal como lo conocemos apenas tiene 15 años, y la inteligencia artificial de uso común es aún más reciente-, lo que nos espera es intelectualmente inabarcable. No obstante, para este grupo de expertos, las áreas a las que hay que prestar más atención son:
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La mejora de la salud poblacional, a medida que las herramientas de medida se vuelven cada vez más sofisticadas y capaces de capturar incluso los determinantes sociales, conductuales y ambientales de la salud, y con ello abren la posibilidad de diseñar cuidados preventivos más específicos. También se trata de poder actuar sobre los determinantes sociales de la salud, como los factores ambientales, o toda la inmensa área de la motivación y los cambios en los comportamientos.
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La medicina genómica y de precisión, dado que las tecnologías digitales están acelerando esta revolución mediante avances en la comprensión de las implicaciones para la salud de las variaciones estructurales y funcionales en el genoma humano. A partir de este conocimiento, se podrán generar intervenciones médicas individuales con mayor precisión.
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El aprovechamiento de la inteligencia de datos para la generación de conocimiento, puesto que gran parte de los que son recopilados en la atención clínica o registrados en aplicaciones móviles pueden emplearse en múltiples investigaciones. Si se gestionan y analizan adecuadamente, los diversos conjuntos de datos -clínicos estructurados y no estructurados, de determinantes de salud, genómica, marcadores digitales y otros-, pueden posibilitar un cambio absoluto de los conceptos de salud y enfermedad.
El artículo -mucho más extenso de lo que acoge esta reseña-, termina diciendo que “imaginar y lograr un futuro más saludable y sin fisuras a través de la innovación digital requerirá mucha inversión en investigación, estudios clínicos y el compromiso de todas las partes interesadas. Pero el potencial de recompensas es enorme. Un ecosistema de salud digital que brinde atención equitativa, personalizada y de alta calidad a todos los que la necesitan es alcanzable y digno de nuestros mejores esfuerzos individuales y colectivos”.
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