Atención Primaria, de segunda

  • Ángel Benegas Orrego

  • Editorial
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Ya son muchos los años en los que desde el sector sanitario estamos escuchando hablar de la crisis grave y profunda que sufre la Atención Primaria de nuestro país. Tanto es así, que dicha noticia ha abierto periódicos, telediarios e informativos.

Bajo mi punto de vista, la columna vertebral de nuestro sistema sanitario está desapareciendo y estamos permitiendo que el sistema sanitario fluctúe en muchos aspectos. Esa espina que recorre en un único eje nuestro sistema de salud, tan aplaudido por algunos, tan “infranqueable” por otros tantos, está en proceso de extinción. 

¿Podemos hablar de extinción o estamos ante uno de los cambios que a lo largo de la historia de la sanidad hay que hacer para seguir avanzando? Mi opinión en este aspecto es que no estamos siendo del todo inconformistas con la situación. Estamos actualmente estancados ante un sistema sin recursos, tanto materiales como humanos y nos está costando mucho salir de este fango tan impredecible. 

No es tolerable que la realización de una prueba complementaria, como una resonancia magnética o una tomografía computarizada (TC), sin ser de carácter urgente, tenga listas de esperas en muchas comunidades autónomas superiores al año. No podemos permitir que en una zona rural de determinadas comunidades solo tengan equipo médico un día a la semana en su centro sanitario. En estas áreas, ¿solo pueden obtener visita con el médico un jueves? ¿y qué sucede si se ponen enfermos de forma repentina un lunes y no disponen de los medios para acercarse al centro sanitario más cercano, que en muchas ocasiones, está a más de 20 kilómetros?

Lo más triste de todo esto, es que las personas que tienen vocación por su profesión (en este caso nosotros, los médicos) son los que sufren las quejas de los pacientes. ¿Cuántos de nosotros no hemos estado en consulta y hemos tenido que escuchar eso de “hace más de un mes que pedí la cita” o “la espera ahí fuera es muy grande”? Con toda probabilidad, la mayoría. 

Ante estas situaciones, insoportable en muchas ocasiones, el sistema de Gestión propone un aumento en los presupuestos del estado en millones y millones de euros, un aumento del número de los estudiantes que iniciarán el grado en Medicina próximamente… pero se quedan sin invertir en Recursos Humanos. Y pongo un ejemplo: de qué sirve poseer el último modelo de fonendoscopio si no tengo un paciente al que auscultar. O mejor dicho, de qué sirve tener el último aparato de TC si lo que necesito son tres para hacer una aproximación diagnóstica, y con ella terapéutica, a tiempo. 

Por ello, creo que es hora de pararnos a reflexionar desde el interior de la profesión en qué momento estamos y hacia dónde nos estamos dirigiendo. Es momento de ver cómo la política nacional se hace eco de todos y cada uno de los problemas autonómicos y pone soluciones reales y tangibles. 

No, no hacen falta más estudiantes de medicina en las facultades. Hacen falta unas condiciones dignas de trabajo, unas condiciones profesionales no tan alejadas del resto de Europa. Unas condiciones que hagan que todos los médicos formados en universidades españolas y aquellos que quieran trabajar para la población del territorio tengan su hueco. Que todas las labores realizadas tengan su reconocimiento. 

La Atención Primaria, nuestro esqueleto, está dañado y no hay fármaco que lo repare. Se encuentra esperando una intervención (quirúrgica o no) de urgencia. No seamos cómplices de este tratamiento conservador, si se le puede llamar así, sabiendo que precisa un gran abordaje quirúrgico. 

Ángel Benegas Orrego
Médico General.