Al final de este viaje

  • Dr. Miguel Álvarez Deza

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Uno de los desafíos globales con un fuerte impacto en Europa es el denominado invierno demográfico, caracterizado por una baja tasa de natalidad y un aumento de la esperanza de vida, con un alto envejecimiento de la población.

Este es uno de los tres grandes retos demográficos de nuestro siglo, junto con la distribución del número de habitantes en los territorios y los movimientos migratorios causados por distintos motivos. La gestión de estos aspectos marcará el futuro de la sociedad en su conjunto, ya que pueden dar lugar a la creación de megaciudades frente a territorios despoblados, y también pueden provocar movimientos sociales antiinmigración.

En España habrá un envejecimiento masivo en la próxima década. Sin embargo, vivir más años no significa vivir más años con buena salud. El aumento de la longevidad en nuestro país no se acompaña de una mejor salud en la población vulnerable y esto tendrá un impacto en el modelo actual de protección social. Tenemos un gran desafío con esa creciente cronicidad, a la que no se le da una importancia proporcional en las políticas sociales y sanitarias.

La pandemia de la COVID-19 ha supuesto un acelerador de tendencias y ha dejado en evidencia las carencias de los sistemas de sanidad y servicios sociales, teniendo su epicentro negativo en los centros residenciales de personas mayores por el alto número de fallecimientos, pues el colapso del sistema sanitario provocó desatención y edadismo y se ignoró la descoordinación entre los niveles de atención primaria y especializada, así como entre sectores. Esta situación ha hecho surgir nuevos movimientos de activismo social que reclaman la garantía de derechos y la creación de herramientas por parte del sistema sanitario para garantizar la atención a las personas que viven en residencias de mayores.

Hemos dado una respuesta a la pandemia, pero no se ha desarrollado ni aprobado un modelo de atención sanitaria en las residencias. Es fundamental la sectorización en función del nivel de complejidad que puedan atender y así determinar qué recursos necesitan y cuál es su referente en el sistema sanitario, de modo que, si los usuarios ganan capacidad y funcionalidad, una opción sea volver a su domicilio particular. 

En primer lugar, lo que frena el cambio es la miopía por parte de muchas autoridades de que el modelo de medicina de agudos no es el adecuado para atender bien a los enfermos crónicos, que hoy son mayoría. Seguimos con un modelo centrado en lo curativo, que no atiende de forma resuelta a las personas más vulnerables con el fin de prevenir que acudan a urgencias y ocupen una cama hospitalaria, las dos partes más caras del sistema de salud.

No se trata solo de curar, sino también de incorporar la prevención y el cuidado de enfermedades, el abordaje biopsicosocial, la elaboración de un plan terapéutico interdisciplinar o el trabajo en red para garantizar la continuidad y atención de proximidad en el domicilio.

Debemos avanzar en una estrategia que refuerce la prevención e intervención comunitaria,  que retrase y evite la institucionalización en la medida de lo posible. Las personas deben poder vivir en sus domicilios, de forma autónoma, durante el mayor tiempo posible.
Se han dedicado muchos recursos a estudiar la calidad de vida, que es lo que nos hace sentirnos bien y se ha demostrado que el ejercicio regular prolonga la vida y añade vida a los años.

Intentar ganar años en el domicilio, parece complejo con el modelo social que estamos construyendo, que es cada vez más individualista, con estructuras familiares más reducidas y menos red de apoyo, donde la gente joven tiene que llevar a cabo sus proyectos y la gente mayor molesta, y si tenemos un sitio donde dejarlos y visitarlos de vez en cuando, problema resuelto. Creo que hay que promover un cambio cultural y que este será difícil, pues debería hacerse desde las generaciones más jóvenes, que son precisamente las que menos visibilizan esta problemática.

“Somos prehistoria que tendrá el futuro. Somos los anales remotos del hombre…” (Al final de este viaje, Silvio Rodríguez).

El Dr. Miguel Álvarez Deza es especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública.